El pais
SUSCRÍBETE

Bajar el desempleo, otra meta que Cali puede cumplir

En un horizonte de 10 años la ciudad podría haber dado vuelta a la difícil situación que vive en materia laboral. Y así lo sueñan los expertos.

24 de abril de 2016 Por: Redacción de El País.

En un horizonte de 10 años la ciudad podría haber dado vuelta a la difícil situación que vive en materia laboral. Y así lo sueñan los expertos.

En un horizonte de 10 años la ciudad podría haber dado vuelta a la difícil situación que vive en materia laboral. Y así lo sueñan los expertos. 

 

La meta se cumplió: la tasa de desempleo de Cali hoy se ubica, según el Dane, en un 6 %,  mientras que hace una década esa cifra estaba cercana al 12 %. Casi el doble.   

Para entonces, 2016, la ciudad registraba un nivel de desocupación del 11,7 % y la creación de 48.553 nuevos empleos. Números que mostraban signos de recuperación en el asunto, si se comparaba con otras capitales del país como Medellín y Bogotá. 

En estas últimas, la cifra de gente sin trabajo era considerablemente más alta y, al contrario de Cali, en ellas se perdieron 5900 y 59.000 puestos de trabajo, respectivamente.

Pero, ¿cómo se logró reducir en seis puntos porcentuales el desempleo en la capital del Valle en los últimos diez años?  

Para varios  analistas consultados por El País, una de las razones de este buen desempeño es que varios sectores de la ciudad trabajaron de manera articulada en el diseño de estrategias efectivas para la  creación de nuevas plazas de trabajo, especialmente en la población más joven.

Entre esos sectores se encuentran la construcción —dinamizada constantemente por los programas de subsidios de vivienda impulsados desde el gobierno nacional—, la industria, la construcción y el transporte. Muy de cerca,  ayudaron también otras áreas de la economía como el  comercio y la hotelería, así como los restaurantes y  los servicios comunales y sociales.

De acuerdo con Elver García, director de Desarrollo Empresarial de la Fundación Carvajal, la meta se alcanzó porque se fortaleció la industria del Valle y su producción. Especialmente en  sectores como maquinaria, aparatos eléctricos, almidones y molinería, químicos, alimentos y bebidas. 

“Entonces, si la industria está bien, si se dinamiza, eso redunda en más empleo y con una industria fuerte se dinamizan también  el comercio y los servicios”, sostiene García. 

Recordó que una de las áreas en las que más era  necesario concentrar los esfuerzos del Municipio y de los empresarios caleños era el oriente de la ciudad, el Distrito de Aguablanca. 

Es que una década atrás, en 2016, la realidad era preocupante: la ocupación a nivel de informalidad en Cali estaba cercana al 46 %, en promedio. Es decir, casi la mitad de los caleños tenía un empleo, pero sin prestaciones sociales ni seguridad social. 

En el oriente, la situación todavía era más desbordada: en comunas como la 13, 14, 15, 18 y 21 esa ocupación informal alcanzaba un 70 %. Lo que redundaba en una precaria calidad de vida.

Eran sectores en los que la gente solía resolver  el día a día, la comida y la dormida de la familia, con un empleo tan precario como un puesto de venta de arepas o de minutos de celular o con peluquerías montadas en habitaciones, que no siempre permitían mantener cubiertas las necesidades básicas de esas familias. Mera subsistencia. 

Y a eso se sumaban las enormes dificultades de los caleños de esos barrios, en plena edad productiva, entre los 18 y los 30, que por cuenta de vivir en esas comunas no accedían con facilidad a puestos de trabajo. Y se veían obligados al rebusque.

Entonces era urgente que esos caleños tuvieran empleo, sí, pero de calidad. Desde entidades como la Fundación Carvajal “se trabajó en programas de formación de pequeñas empresas en los que a la gente se le daba herramientas en gerencia y administración para que pudiera sacar adelante sus negocios. También se logró  traer recursos de la política pública a esos programas para poder formar a la población vulnerable en las competencias que el mercado caleño requiere”. 

La idea era que la gente aprendiera cómo desarrollar exitosamente proyectos productivos.

En esa misma misión se firmaron acuerdos con el Sena para hacer capacitaciones y lo propio en los centros de formación que la Fundación tiene en La Casona, El Vallado, El Poblado y en la zona de ladera, en la Comuna 18. 

Otro de los aspectos que se tuvo en cuenta fue la detección de sectores económicos de Cali “que no  demandaban mano de obra tan calificada como vigilancia, aseo, confecciones, contac center, construcción y mantenimiento eléctrico e hidráulico”, según García, y en los que podían trabajar personas con poca formación o con apenas un bachillerato. 

Lya Paola Sierra, investigadora del departamento de Economía de la Universidad Javeriana de Cali, asegura que el mejoramiento del tema del empleo obedece a que desde 2016  se vino “impulsando una  mayor contratación del comercio debido a la demanda interna”.

Y agrega que la tendencia positiva se mantendrá  “si la industria aprovecha las oportunidades generadas por la devaluación del peso frente al dólar”, pues esto obliga a las empresas a exportar menos y a producir más. Claro, con mano de obra local.  

Se mantendrá además, agrega, si se aprovechan las oportunidades comerciales que brindan los tratados de libre comercio, con el fin de diversificar los destinos de exportación, distintos a Ecuador y Venezuela. 

A su turno Maribel Castillo, directora de la carrera de Economía de la Universidad Javeriana y también investigadora de este centro educativo, piensa que en el tema de desempleo se entendió que la paz era un desafío que implicaba reflexionar sobre cómo darles oportunidades a los miles de desmovilizados que abandonarían el conflicto.

En 2016, dice,  la gran posibilidad de la firma de un acuerdo de paz implicaba “una gran movilidad de fuerza laboral frente a la estrechez del mercado laboral de la Cali” de entonces. Parecía que la ciudad no iba a estar preparada “para un proceso de desmovilización, y de atracción de nuevos trabajadores”.

Pero en 2026, la ciudad muestra que supo convertir ese desafío en una muestra de su pujanza. A juicio de García, porque se entendió que la construcción de paz no pasaba solo por quienes buscaban un empleo, “sino por los empresarios y la sociedad que tendría que compartir su lugar de trabajo con los desmovilizados”.

Una Ley útilCali supo aprovechar la Ley 1636 del año 2013, también conocida como ley de protección al cesante. Esta Ley  busca que cuando alguien se quede sin empleo acceda a un subsidio que le permita sostenerse hasta ingresar de nuevo a la vida laboral.Producto de esa Ley  nació el Fosfec, el Fondo de Solidaridad de Fomento al Empleo y Protección al Cesante, cuyos recursos fueron usados por distintas entidades de la ciudad para capacitar a las personas desempleadas en distintos oficios, según cuenta Elver García, director de Desarrollo Empresarial de la Fundación Carvajal, una de esas entidades.

Informe prospectivo realizado con estimaciones del Dane.

AHORA EN Economía