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"No estoy para más fiestas": ‘Kid’ Pambelé

El 28 de octubre de 2012 se celebran 40 años del primer título mundial de boxeo para Colombia. Lo consiguió, en 1972, Antonio Cervantes 'Kid' Pambelé.

28 de octubre de 2012 Por: Colprensa - El País

El 28 de octubre de 2012 se celebran 40 años del primer título mundial de boxeo para Colombia. Lo consiguió, en 1972, Antonio Cervantes 'Kid' Pambelé.

El fantasma de ‘Kid Pambelé’ no deambula más por las apretujadas calles de Cartagena. Durante años el ‘viejo Pambe’ fue una figura omnipresente e incluso se decía que se le llegó a ver en varios lugares a la vez. Era el eterno culpable. Al que siempre se le relacionaba con la clase de episodios en los que hubiera una contienda que se hiciera callejera. Fueron decenas los supuestos ojos que lo apreciaron discutiendo con una señora a la que no le pagó una comida; el vendedor de fritos que se quedó viendo un chispero o el embolador al que se rehusaba darle 500 pesos por brillarle los zapatos. Eso también hace parte de la leyenda urbana que se comenzó a escribir debajo del Palito de Caucho, a pocos metros del reloj público. De eso se cansaron los cartageneros, de "verlo" en incómodas situaciones, las que se hicieron repetidas con el tiempo, a la vez que se desfiguraban los recuerdos de aquellas gestas maravillosas que se iniciaron la noche del sábado 28 de octubre de 1972 en Panamá, cuando derrotó por nocaut en el décimo asalto al campeón mundial wélter júnior Alfonso ‘Peppermint’ Frazer . De eso hace ya 40 años. Pero un día, Antonio Cervantes Reyes desapareció de la escena local y la gente se empezó a hacer a la idea de que "por ahí debe andar", casi dando a entender que se sentía alivio al ver que el campeón no era protagonista de los desafueros que le atribuían de forma liberal y abierta. Y ese día fue hace cinco años, cuando ‘Pambelé’ se refugió en sus dominios, para volver a los brazos de una paciente Carlina; de sus hijos y de los nietos que lo esperaban en Turbaco. El agitado mar de los tiempos del ‘viejo Pambe’ recuperó la calma; el mejor de los refugios fue su gente; un puerto seguro, para salir de vez en cuando a Cartagena, si fuera necesario, pero con su consagrado hijo José Luis en el papel de intermediario. Una de esas furtivas incursiones fue la semana pasada. Llegó vestido de guayabera azul claro, pantalón de dril y unas sandalias de color café que cobijaban una pisada firme, diferente a la mostrada en el Siquiátrico de La Habana, Cuba, en 1994, cuando surgió de la nada con una descolorida pijama, la que vistió de manera rotada durante nueve meses; o en Medellín, cinco años atrás, donde estuvo seis meses internado en la Fundación La Luz, combatiendo, como fiero campeón, el letal enemigo de las adicciones. Antonio apareció solo en el lugar en las afueras de Cartagena. Dijo que había llegado en taxi y lo hizo cumplido; algo inusual después de las 10 defensas del cetro welter júnior AMB, en la primera parte de su reinado -y cuatro más luego-. Esta vez se notaba erguido. La misma figura: delgado, con menos de 60 kilos -cuando fue campeón mundial pesó entre 63 y 64 y nunca tuvo problemas para dar el límite- y poseedor de una sonrisa que reapareció después de las múltiples tormentas que casi acaban con la vida del palenquero de 66 años, ese que en el pesaje previo a la pelea con Miguel Montilla, realizado en el Hotel Caribe, donde varias cartageneras de alcurnia miraban con ojos libidinosos a ese adonis y símbolo de masculinidad. Al cruzar con él las primeras palabras no había asomo de esos estados aletargados de un no lejano pasado. Cada frase salía coherente de su boca, pero en los ojos están las evidencias del sufrimiento -dentro y fuera del ensogado-, aunque el semblante en conjunto resulta estupendo, comparado con el de antes. "Estoy juicioso y desde hace cinco años no consumo droga y me encuentro alejado de todo lo malo". Esa fue la primera de varias señales, porque, a medida que transcurría la conversación, quedaban más muestras de un hombre de mente lúcida, con claridad y memoria de elefante. Un verdadero milagro. "Voy bien y lo que es más importante, alejado de las malas andanzas, porque si uno no para bolas, pueden mandarlo al cementerio o meterse en más problemas". Se ve calmado. La voz es clara, el tono grave de siempre y de respuestas rápidas, tan veloces como esos largos jabs que acabaron con muchos rivales y que le valieron llegar al Salón de la Fama y ser considerado el mejor wélter júnior de la historia. Vive en Turbaco con sus hijos José Luis, Rubén Darío, José Antonio y Lucy y once nietos. El ritual de todas las mañanas es salir media hora a caminar por el pueblo, comprar la prensa y volver a casa para leer y ver televisión, que es su pasatiempo preferido. A veces barre, pero los oficios varios no le seducen. A diferencia de muchos cartageneros que no recuerdan qué se celebra el 28 de octubre, el ‘Kid’ sí lo tiene claro, pese a las penumbras del pasado: el título mundial. "Fue una noche grande y salí a ganar, pese a que ‘Peppermint’ estaba en buena condición. Cada quién peleaba por su patria. Tabaquito Sanz -entrenador- y mi apoderado Ramiro Machado tenían la seguridad de la victoria. No cruzamos ni una palabra en el ring, pero lo acabé con tres nocauts". Y como si estuviera en el fervor de ese décimo asalto, la pregunta se hace inevitable: ¿Y esta noche celebrará los 40 años de semejante gesta? "Los celebraré con calma, me acostaré temprano, ya que el bizcocho lo partiremos el 23 de diciembre, cuando cumpla los 67 años. Pero hoy no estoy para fiestas...".

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