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Nick Bollettieri, el hacedor de unos

Nick Bollettieri es culpable de que el mundo haya conocido tenistas como Agassi, Seles o Sharapova. Charla, a un set, con una leyenda.

2 de junio de 2013 Por: JORGE ENRIQUE ROJAS- Editor Unidad de Crónicas de El País

Nick Bollettieri es culpable de que el mundo haya conocido tenistas como Agassi, Seles o Sharapova. Charla, a un set, con una leyenda.

Este tipo debería estar en otra parte. Bueno, decirle tipo a un hombre de 82 años tal vez sea un irrespeto. Así que corrijo: este señor debería estar en otra parte. Es lo primero que pienso al verlo. Está parado al fondo, junto a la malla de una cancha de tenis de piso sintético y cielo techado conversando con una rubia flaquísima que lo toma de las manos. La escena tiene un no-sé-qué paternal: esas manos en las suyas, sus manos en las de ella, la forma en que se hablan. Y él, claro, que podría ser su padre. Son las nueve y media de la mañana de un día soleado y sin brisa en Bradenton, un pueblito de 50.000 habitantes al oeste de La Florida (EE.UU.) y él viste pantaloneta blanca, zapatos deportivos Prince y una camiseta de mezclilla de color vino que permite advertir la silueta de su cuerpo en la distancia: una barriga incipiente para un hombre tan mayor; una inocultable giba para un entrenador de tenis. El señor también podría ser el abuelo de la chica.La rubia, sin embargo, no lo mira como un abuelo. Ni como padre. Ni siquiera tiene ese gesto de reverencia natural que a veces aparece en un joven que habla con alguien muy mayor. La chica, más bien, lo mira como se mira a un amor platónico del cine, a un roquero de Woodstock, a un astronauta recién llegado de la luna. Si esto se tratara de boxeo, ella lo miraría como un lanzador de golpes puede mirar a Alí. Si esto fuera fútbol, lo vería como si fuera Maradona. Siendo una jugadora de tenis, solo lo puede mirar así, como en una cancha de tenis se mira a Nick Bollettieri.En el universo del deporte, Bollettieri ha sido un fabricante de estrellas. Si la comparación es posible, Bollettieri ha sido algo parecido a lo que Guardiola fue en el Barcelona: así como Pep encontró la fórmula para que Messi pasara de ser un jugador excepcional al mejor del mundo, Nick logró transformar talentos naturales en leyendas inmortales. Su trabajo ha sido confeccionar números uno. Fue él quien domó la rebeldía adolescente de André Agassi; fue él quien pulió la mano derecha de Tommy Haas; fue él quien transformó a las hermanitas Williams en un par de gladiadoras; fue él quien hizo de Marcelo Ríos uno de los mejores tenistas suramericanos de la historia. Seles, Kournikova, Jankovic, Courier, Pierce, Sharapova, Mirnyi, Hingis, Becker, también están en su lista de creaciones.Todo sucedió en su academia. Una locura, dice él, que se le ocurrió después de haber servido como voluntario del ejército de los Estados Unidos y haberse ido a trabajar como instructor de tenis al Dorado Beach Hotel de Puerto Rico, tras quitarse el uniforme a mediados del 70. Fue allí donde entendió que tenía algo, un don. Una de esas cosas que no se aprenden sino que simplemente se tienen: el jab de Alí, la zurda de Maradona, la visión de Guardiola, el dribling de Messi. Bollettieri, que nunca jugó tenis de manera profesional, tenía un don para leer a los jugadores desde niños y ejercitar sus mentes para transformar fallas en aciertos. Haciendo eso, en 1977 se convirtió en director de tenis de un resort en La Florida al que renunció meses después para montar su propia escuela en una plantación de tomates de 16 hectáreas. La adecuación del terreno la logró con un préstamo de un millón de dólares. Y los primeros alumnos los alojó en su propia casa. En ese tiempo estaba casado con su primera esposa; la mujer, un día, con la casa llena de chicos ajenos, las paredes sucias de manchas de pelotas, la nevera vacía, le dijo, Nick, te amo, pero no puedo hacer esto. Hoy, la academia es una fábrica de atletas de 200 hectáreas. Bollettieri, se casó siete veces más.¿Nick, se necesita ser un militar, tener la mente de un militar para lograr convertirse en un súper atleta?El entrenamiento que tuve en la vida militar me forzó a ser disciplinado. Y a decir: voy a hacerlo. Había momentos en que parecía difícil que fuera hacerlo pero me lo decía: voy a lograrlo. Lo otro que me permitió eso fue a respetar y a seguir un líder. Y así, entender que cuando el líder decía este es el camino para ir, ese era el camino que debía tomar. En mi etapa militar todos queríamos hacer parte de un grupo especial. Y eso es lo otro: cuando pones gente especial en el mismo grupo, luego tienes gente aún más especial. Ese fue todo el secreto de la academia: poner buenos jugadores con buenos jugadores. Esos buenos jugadores se hicieron campeones porque cada jugador empujaba a otro jugador a ser mejor. Ese es el concepto de la academia, es la forma en que lo hemos hecho.¿Cómo descubrir esa condición especial en un jugador? ¿Cómo saber si realmente es un tipo especial?Yo no se realmente cómo. ¿Sabes qué le decía Richard Williams, el papá de Venus y Serena a esas chicas? Corran por cada bola. Al principio, Venus y Serena le decían, papá supón que la bola va afuera; entonces el papá les decía, no, el cerebro debe decirles que la bola va adentro, así que vayan por ella. Esa es la razón por la cual esas chicas alcanzan bolas que la mayoría no logra; su cerebro les dice yo puedo alcanzarlas y las alcanzan. Cuando el cerebro piensa que no puede, es muy tarde. Hay muchas maneras de entrenar, pero creo que el talento innato acaba de formarse en la cabeza.Usted habla de la importancia de seguir a un líder. ¿Quién fue su líder en la casa, en la familia?Mi abuela. Ella era la que ponía las reglas de la casa. Mi abuela era estricta, pero estaba llena de pasión, de sentimiento. Si ella te decía no hagas eso, te lo decía con cariño, no como un regaño. Y por eso hablaba del líder ahora, porque es muy importante la forma como se habla. Por ejemplo: a Andre Agassi, nunca lo podías regañar porque no reaccionaba bien; a Jim Currier, sí; con Boris Becker las cosas eran muy simples, con las Williams también. Todos mis estudiantes son diferentes. Mi habilidad, el don que yo tengo, es saber cómo es cada quien, saber cómo tratarlo, cómo hablarle.A propósito de las Williams, hay muchas historias sobre ellas y su padre, sobre la presión que él habría puesto sobre ellas cuando eran todavía unas niñas... Eso es pura mierda y así quiero que lo escribas. Richard nunca puso presión sobre sus hijas. Yo se cuál es la verdad. Yo viajé con ellos, soy parte de esa familia. Él ni siquiera les hablaba de tenis fuera del campo. Nunca las trató mal ni les levantó la voz. Lo que él hizo, lo que él sí hizo, fue decirles que jugaran sin límites. Hay una foto que yo guardo: Serena está sentada afuera de la cancha haciendo mala cara y yo estoy acurrucado a su lado. En ese momento yo le estoy preguntando, ¿oye qué es lo que pasa? y ella me dice: estoy cansada de esta mierda, de estar en el segundo lugar, voy a ganar. Y entonces empezó a hacerlo.¿La relación con las Williams es la mejor que ha logrado con sus jugadores o ha habido alguna mejor?Esa fue una cosa especial. Pero ahora mismo con Kournikova, Haas, Boris Becker, Sharapova, André, soy muy cercano. Hace apenas unos días cené con Kournikova y, al despedirnos, pusimos nariz con nariz. Tommy Hass, que ya es padre, me anunció que quiere traerme a su hijo para que lo entrene. Max Mirnyi dice en su libro que yo le di una nueva vida. André me dedicó la contraportada de su libro: allí dice que de no haber sido por mí, no estaría donde está. La leyenda dice que cuando Agassi era un chico, le pegaba a tres mil bolas todos los días para entrenar: eso es mucha disciplina. Pero la leyenda dice, también, que Agassi era un rebelde. ¿Cómo logró combinar las dos cosas?Yo era un rebelde también. Yo estaba loco también. Si yo no hubiera estado loco, hubiera mandado a André para la casa. Yo era un rebelde y veía buenas cosas en él. Fue algo parecido a lo que pasó con mi abuela, ella nunca me detuvo, ella me dio confianza y yo vi lo suficiente para aguantar a Agassi.¿Qué fue lo que realmente pasó con Marcelo Ríos? En algún momento usted dijo que pudo ser el mejor tenista del mundo, pero que había desperdiciado la oportunidad...Sí, pudo ser llegar a ser el mejor del mundo, pero ¿sabes por que no lo hizo?, porque no apreció el juego, no apreció a los otros jugadores, no apreció los chicos que estaban detrás... ¿Fue una mala persona? No, no lo fue. Solo no apreció a la gente que lo ayudó. Fue una especie de marginal. André fue un rebelde con compromiso, Ríos era totalmente diferente. André tenía feeling con la gente, Ríos no tenía feeling con nadie.Nick, ¿por qué el tenis colombiano no termina de surgir? ¿Por qué parece tan difícil?Primero porque es un deporte muy caro. Y necesitan que alguien que gane algo importante para que haga voltear los ojos hacia allá. Eso fue lo que pasó con Kournikova: ganó y el mundo empezó a mirar hacia RusiaUsted se ha casado ocho veces. Su historia es la historia de un corazón persistente. Viéndolo a usted reafirmo que, en parte, muchas cosas de la vida dependen de eso, de la persistencia... Hay pocas personas que pueden lograr cambios en el mundo. La forma en que crecí me dio el coraje para hacer el cambio. Yo fui el primero en crear una academia, en tener niños internos. Yo cambié todo el concepto de la forma de entrenar a los niños. Yo fui en la dirección contraria a todos los demás.***Bollettieri está ahora acomodado en una silla plegable instalada cerca de la cancha donde hasta hace poco hablaba con la rubia. Alguien le recuerda que le quedan dos minutos de entrevista y el hombre empieza a levantarse con más facilidad que yo, que tengo 50 años menos. Antes de que habláramos, creía que el hombre vendría caminando hacia mí dando pasos temblorosos, como si caminara sobre trozos de vidrio. Y que en medio de la charla, tal vez, le pasarían una manta para cubrirle las piernas o protegerlo de un chiflón. No sé qué pase en su casa cuando cierre la puerta y sus 82 años se le sienten al lado, pero en un campo de tenis este tipo es inmortal. Tipo, sí. Ahora creo que puedo llamarlo tipo.Mientras nos despedimos, cuenta que está escribiendo su biografía y que luego de entrenar a los chicos de la academia y de dar clases particulares por las que le pagan 700 dólares la hora, se sienta a escribir. Bollettieri, además de todo eso, tiene cinco hijos, cuatro nietos y hace algunos años adoptó a dos niños más con su última esposa. Si quieres algo en la vida, no dudes, ve por ello, me dice al final, dándome a entender que casarse ha sido algo natural en él: como el jab de Alí, la zurda de Maradona, el dribling de Messi. Al estrechar su mano le hago una última pregunta que da respuesta a mi primera impresión y me permite entender que era yo el equivocado; este tipo no podría estar en ninguna otra parte que no sea una cancha de tenis:¿Nick, hoy, a sus 82, le tiene miedo a algo? A nada.

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