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El fútbol de los ciegos

Se llama fútbol sonoro. En Cali se practica desde los años 70. Primero con latas de betún. Hoy con balones de cascabeles. Crónica con la Selección Valle.

22 de noviembre de 2010 Por: SANTIAGO CRUZ HOYOS / Unidad de Crónicas y Reportajes

Se llama fútbol sonoro. En Cali se practica desde los años 70. Primero con latas de betún. Hoy con balones de cascabeles. Crónica con la Selección Valle.

Se llama fútbol sonoro. En Cali se practica desde los años 70. Primero con latas de betún. Hoy con balones de cascabeles. Crónica con la Selección Valle.Dos hombres ciegos caminan por la Calle 5. Uno se llama Gerardo Ávila. El otro se llama Juan Gabriel Soto. Hablan de fútbol. Cada uno lleva en su mano un bastón. Es lo único que, viéndolos de lejos, delata su ceguera. Ambos caminan como si pudieran ver: esquivan bolardos, descifran desniveles en el asfalto, bajan con perfecto cálculo la altura de un andén para pasar la calle. El camino lo conocen de memoria. Si se llegaran a perder- nunca les sucede - se orientan gracias a unas baldosas con círculos en relieve diseñadas para guiar a los ciegos. Los videntes no lo saben. Algunos caminan sobre esos mosaicos en el andén que va desde la Biblioteca Departamental hasta el Parque de las Banderas. Gerardo quedó ciego a los 12 años. Todo pasó en unas vacaciones en Siloé, el barrio donde creció. Un niño le tiró un palo del tamaño de un lapicero. Gerardo es de ojos grandes. El palo se clavó en el derecho. Tal vez eso de que el destino de las personas esté escrito es cierto y el de él decía que tenía que ser invidente. El ojo izquierdo ya lo había perdido. A los 4 años le diagnosticaron una enfermedad que apaga la vista en silencio, sin síntomas: glaucoma.Juan Gabriel, el amigo que camina a su lado, es ciego desde los 3 años. Dejó de ver debido a un golpe que recibió en la cabeza. Los dos hombres se encontraron a las 6:00 de la tarde en las afueras de la Biblioteca Departamental, donde trabaja Juan Gabriel como asistente en la Sala de Discapacidad. Ahora se dirigen hacia una cancha de fútbol 5 ubicada en Indervalle, en el barrio San Fernando. Al mismo lugar avanza Walter Giraldo. Está al oriente de Cali, barrio Las Orquídeas, y va en un bus, el Pance 10. Es un jovencito de 20 años estudiante de periodismo. Al bus se montó después de salir de su trabajo en una quesera, donde contesta el teléfono y atiende el servicio a domicilio. Cada orden la escribe en braille y después la traduce a sus superiores. Es ciego de nacimiento. Wilson León Lucumí viaja a la misma cancha desde Jamundí. Allá vive. Cada martes y jueves hace el trayecto. Es ciego. De niño alguien le echó ácido en los ojos pensando que eran gotas.Eso no le impide tener un trabajo en el que debe orientarse con precisión. Es patinador en la Alcaldía de Jamundí. Sube y baja gradas repartiendo documentos. El día empieza a oscurecer. En la ciudad se escuchan pitos de carros, buses, gritos de colegialas, un semáforo sonoro, para ciegos. El sonido. Ese es su mundo. Un objeto existe para un ciego porque suena, una persona existe porque le habla. Si no, objetos y personas se evaporarían. Así pasa con la ciudad: existe por el barullo, porque pita y grita y aturde. Mientras todo eso pasa John Jairo Restrepo se monta a un bus en Yumbo con destino a la cancha de fútbol. Va con Diana Clemencia Lozano, su esposa y lazarillo. En 1997 un camión cañero arroyó el vehículo en el que iba. En el accidente John Jairo perdió el nervio óptico. Es ciego. A la misma hora viaja desde Yumbo Raúl Manrique. Es ciego. Una vez una bala de un revólver entró por uno de sus ojos. John William Reyes también está a punto de llegar a la cancha. Viaja desde Palmira. Dejó de ver porque le dispararon con una escopeta para robarle una moto.IIAhora trotan guiados por el sonido de unos aplausos. Una mujer – guía, apostada en un lado de la cancha, aplaude y el ruido les indica que hacia ese lado deben trotar. Cuando la mujer detiene sus palmas, el técnico Luis Fernando Perea, 24 años, terapeuta deportivo, parado en el otro extremo, aplaude. Se devuelven. Llevan puesta una camiseta roja. La pantaloneta es blanca. Es el uniforme de la Selección Valle, que el pasado fin de semana disputó en Medellín los VIII Juegos Nacionales de Discapacidad Visual. Quedaron 5 entre 8 participantes. Desde 2003, un año antes de que en Colombia se realizaran los primeros Juegos Paralímpicos, en el departamento surgió esta selección de futbolistas invidentes que ya ha ganado 15 trofeos en torneos locales, municipales, zonales y a nivel nacional han salido segundos entre 16 selecciones. La mayoría de los jugadores son integrantes del Club Libertad de Cali, el único de la ciudad que tiene equipo de fútbol de invidentes. El resto provienen de de Yumbo y Palmira. Ellos representan a los 60 mil limitados visuales de Cali y los registrados en el departamento. Junto con Bogotá, Cundinamarca y Antioquia, Valle es de las zonas en donde mejor se juega fútbol para ciegos en Colombia. Tal vez la razón que explique ese buen nivel está en que el deporte se practica en Cali desde los años 70. En ese tiempo, recuerda Walter Bernal, Presidente del Club Libertad, como no existían balones para jugar fútbol para ciegos, se improvisaban partidos con latas de betún. Esas latas rodaban con rapidez en la canchas de cemento y al contactar el suelo sonaban para orientar al jugador. A eso hay que agregarle que el Valle ha contado con varios talentos, en especial un delantero recordado como infalible: Apolinar Salcedo. El ex alcalde de Cali ya no juega de manera competitiva, aunque el olfato goleador no lo ha perdido. Víctor Hugo Díaz, actual arquero suplente del equipo, asegura que todavía ‘Polo’ puede marcar 6 goles y nadie se sorprende. El calentamiento del equipo termina. Ya no trotan. Ahora juegan fútbol para ciegos, o sonoro, como también se le conoce. Al fondo suenan cascabeles. IIISe dividen en dos equipos de cinco jugadores. Todos, a excepción de los arqueros, son ciegos. Así se juega el fútbol de los invidentes. El balón esta vez es amarillo, aunque los colores no interesan. Por dentro el balón tiene cuatro cascabeles que suenan mientras rueda a ras de piso o va en el aire. El sonido les advierte a los jugadores dónde está la pelota. En realidad el oído se convierte en los ojos de los ciegos. Es el sentido que más desarrollan. Con el oído cocinan, por ejemplo. Lo cuenta Gerardo Ávila. Él sabe cuando el arroz está listo, porque los granos suenan. Y los ciegos llegan a detectar obstáculos sin necesidad de tocarlos: paredes, muros, postes. Los invidentes, los de nacimiento, perciben el eco que produce un sonido cuando choca con un objeto y lo detectan a distancia. Una habilidad parecida a la de los murciélagos, que tienen ojos pequeños como la cabeza de un alfiler pero vuelan sin estrellarse.Atrás de cada arco se ubica un guía. Cuando uno de los equipos está cerca de la portería en la que debe anotar, el guía empieza a aplaudir. Esos aplausos le indican al jugador que lleva el balón dónde está el arco y así rematar con precisión. Los arqueros gritan. También orientan a sus jugadores. Estar bajo los tres palos tapando tiros de delanteros ciegos podría parecer sencillo, como jugar de portero frente a un niño. ¿Cómo un ciego le va a anotar a un arquero que tiene sus sentidos intactos? Anotan. Los delanteros ciegos son más peligrosos que los videntes. Éstos anuncian con los ojos hacia dónde van a lanzar el balón. El ciego no. Sus remates son impredecibles. Además, los jugadores de fútbol invidentes tienen una característica: llegan a manejar las dos piernas.Estrellarse con un compañero o un rival es el mayor riesgo que tiene este deporte. Pero se evita. Una de las reglas del juego es gritar “voy” cuando se va a atacar el balón o a un contrario para quitarle la pelota. Si no se grita “voy”, es falta. La voz, el sonido, vuelve a jugar un papel protagónico. La voz es el reemplazo de los uniformes. La pelota la pasan con precisión al compañero porque conocen cómo habla. La voz del rival también la identifican. Hay pocas posibilidades de pases errados. ¿Qué siente un ciego cuando juega fútbol? La pregunta la hace un espectador por Walter Giraldo, apodado 'Pinocho' por su nariz larga. En el partido de entreno el espectador lo ve sonreír en cada uno de los dos tiempos de 25 minutos, que es lo que dura el partido de fútbol de los ciegos. ¿De dónde tanta alegría por jugar fútbol?Walter Bernal, Presidente del Club Libertad, respondió que cuando un ciego juega fútbol siente la misma felicidad de alguien que quiere ir a Disney, no puede hacerlo por falta de dinero, y de pronto llega el día en que aparece la plata. Un ciego que juegue el deporte que lo apasiona experimenta la felicidad de un hombre que cumple un sueño. Hasta hace unas décadas era inalcanzable para los ciegos jugar fútbol, o ajedrez, o practicar ciclismo. Sólo después de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, con los miles de soldados que resultaron lisiados, se empezaron a crear en el mundo programas para la rehabilitación de los discapacitados e inventos para mejorarles la calidad de vida. Fue cuando se diseñaron balones con cascabeles. O tableros de ajedrez en relieve. O bicicletas especiales. Y a la par surgieron torneos como los Juegos Paralímpicos, en 1950; o mundiales de fútbo sonorol, que se realizan desde 1998. Brasil lo ha ganado 3 veces y Argentina 2. Colombia participó en el que se disputó este año en Inglaterra. Fue sexta entre 10.VEl entreno termina. El espectador ahora le hace la pregunta directa a los ciegos: ¿usted por qué juega fútbol si no puede ver lo más bonito, los goles? La respuesta es la misma en todos. “Juego por gusto”. Simple. Juegan oor amor al fútbol, que es un sentimiento que nace en la infancia y es imborrable. Walter Girlado, que juega de defensa y nació en Granada, Antioquia, es hincha del Nacional desde niño. Wilson, que también juega de defensa, se enamoró de Millonarios por las narraciones de Armando Moncada; Gabriel Soto es hincha del Cali. Gerardo del América. Sí. Dicen que es sólo por gusto que juegan. Pero, quizá no sean conscientes, también es una forma de decirle al mundo que no son menos de nadie, que pueden hacer lo que les plazca en la vida. El fútbol sonoro en este caso es una expresión de independencia. El amor explica esa afirmación. Los jugadores llevan a sus amigas o parejas a que los vean jugar. Y en el terreno de la seducción un hombre ciego que ande solo en la ciudad, que trabaje y gane plata, y que además juegue fútbol, tiene un gran poder: despierta en la mujer un sentimiento cercano al amor, la admiración. Lo explica uno de los jugadores, hoy casado pero que no revela su nombre para evitar líos de pareja. Él llevaba a la cancha a sus amigas videntes. Ellas se admiraban de verlo hacer goles. Después salían y lo veían con otros ojos.

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