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Andrés Felipe Muñoz, de albañil a consumado goleador

Muñoz está a punto de concretar su gran sueño de ser futbolista profesional con Orsomarso, en el torneo de la B.

22 de enero de 2017 Por: Daniel Molina Durango, reportero de El País

Cada vez que Andrés Felipe Muñoz va detrás de una pelota, de su delgado cuerpo se desprende una fuerza oculta, porque, fuera o dentro de una cancha, su vida se encuentra representada en esa acción: correr con furia para alcanzar el balón.

Muñoz fue criado en el barrio Eduardo Santos de Cali, cerca de la cárcel de Villahermosa. Hace tres meses se estrenó como papá y hoy por hoy está cumpliendo su sueño de  jugar fútbol profesional a los 24 años, edad considerada tardía para debutar.

Es por eso que en cada entreno que realiza en las canchas de Águila Roja con el Orsomarso —el equipo que lo ‘descubrió’ y que le dará la posibilidad de hacer su debut a nivel profesional en este 2017— Andrés corre por cada pelota con una voluntad de acero. Lo hace porque sabe que un balón perdido representa todas  esas oportunidades de jugar que no se dieron y que se esfumaron como papeles tras una fuerte corriente de aire.

“Me ha tocado duro”, afirma este delantero con un timbre de voz ambiguo, que denota alegría, pero también algo de melancolía.

Apasionado por el fútbol

A Muñoz le gustó el fútbol desde niño. De pequeño, sabía que lo suyo era meter goles, y es ahí donde inició su incansable carrera tras el balón, porque para llegar a él tuvo que pasar por duras etapas.

Cuando tenía unos 10 años, su papá falleció en un accidente de tránsito. Entonces, como él mismo lo cuenta, doña Julia Martínez, su ‘vieja’, “tuvo que cumplir el rol de padre y madre. A veces no sé ni cómo hacía para que en nuestro hogar no faltara la comida”.

Debido a esto, desde muy temprano, Andrés, en medio de un entorno complicado, tomó la decisión de comenzar a trabajar para “llevar la papa a la casa”. 

“Primero, como a los 12 años, trabajé en la cárcel de Villahermosa, me pagaban para que les borrara los sellos a los presos con thinner”, afirma. Luego, gracias a su abuelo, que es maestro de obra, comenzó a trabajar como albañil y después, con otro  ‘patrón’, como electricista.  

“Con mi abuelo yo revolvía mezcla, traía ladrillos, colocaba tejas... todo lo que hace un ayudante de construcción. Ya con el otro señor ponía lámparas y bombillos”.

Pero nunca se olvidó del fútbol, y jugando campeonatos de barrio, tenía un ingreso extra, gracias a sus gambetas, sus corridas con sed de gloria y su olfato goleador, esa cualidad que siempre lo ha acompañado. 

“Había gente que quería que yo jugara para ellos, y me pagaban a veces 60.000 o 50.000 pesos, pero yo lo hacía más por la pasión por jugar que por cualquier otra cosa”, recuerda.

Entonces, en una de esas tardes de canchas polvorientas, hace  seis años, un señor vinculado a este deporte, llamado Abelardo Mosquera, descubrió el talento de Andrés y desde ese momento se convirtió en algo así como su ángel guardian, como el padrino que nunca había tenido para que lo apoyara “con lo de los pasajes y esas cosas” en su sueño de llegar al profesionalismo.

 “Yo  lo he tenido en cuenta siempre porque somos de barrios cercanos y sé bien de su historia. Lo que pienso es que Andrés no es un delantero, sino un goleador, y por eso desde que lo conocí le veo futuro, lo que pasa es que no ha sido fácil”, comenta.

 Dos frustrados intentos

Cuando Abelardo   Mosquera cuenta que sabe mucho sobre Muñoz, no es una exageración, es la realidad, porque este señor de voz amable, casi paternal,  ha sido testigo de las grandes desilusiones de este joven. 

“En el 2015 tuvo alguna posibilidad con el Popayán, pero no se dio, y luego fue a probar al Once Caldas, pero allá ni siquiera le permitieron   entrenar, ese muchacho llegó destrozado y yo decidí dejarlo quieto por un tiempo”.

Tras esto, Andrés pensó en dejar el fútbol. “Lo pensé porque para ser profesional uno necesita dinero para mantenerse, para ir a los entrenos. Y yo fui realista, me dije que ya a los 23 años iba a ser complicado, que lo mejor era seguir trabajando”.

No obstante, y dejando pasar un tiempo prudencial, Abelardo Mosquera, en el 2016, volvió a contactar a Muñoz y le ofreció ser titular con su equipo, el Villa Paz,  en la Copa Telepacífico, sin exigirle que dejara su empleo.

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Trabajaba ya como electricista, desde muy temprano, y en la tarde se iba a jugar con el club de su mentor, respondiéndole con goles y siendo figura.

“Era increíble, él no entrenaba nunca con nosotros, porque estaba trabajando, pero llegaba a los partidos y metía lo que tocaba. Eso solo lo hace un goleador”, indica Abelardo.

Para Andrés, la combinación de trabajo y fútbol era  agotadora, pero se las arreglaba para cumplir bien en las dos partes. Sin embargo, eso cambió cuando su patrón en el trabajo de electricista le empezó a poner problemas con los permisos que él pedía para poder jugar. 

La situación estalló un miércoles. A la 1:00 de la tarde, Villa Paz visitaba al Aston Villa y necesitaba un buen resultado para pasar de ronda en la Copa. A Andrés no le dieron autorización para ir a disputar ese compromiso, pero él, en la hora del almuerzo, se voló y se fue al partido. No podía quedar mal, ni con esa persona que lo apoyaba, ni con sus propias ilusiones. “Ese día nos fue excelente, ganamos 2-1 con un tanto de él”, relata Abelardo.

Al otro día, cuando regresó al trabajo, a Muñoz le dijeron que estaba despedido.

Sin trabajo, pero con fútbol

Sin trabajo, pero con la Copa Telepacífico por delante, Andrés Muñoz se dedicó a lo que sabe: romper redes contrarias.

“Gracias a la confianza de Abelardo, que ha sido como un ángel para mí, tuve un gran torneo y terminé siendo el goleador con 47 goles”, sostiene el atacante.

Y fue allí cuando lo contactaron del Orsomarso, un equipo de la segunda división que hace las veces de local en Palmira. Querían ficharlo. 

“Abelardo me llamó por teléfono y me dijo que fuera a su casa, y allí me contó de esa posibilidad. A los tres días firmé el contrato y aquí estoy, a un pasito de cumplir mi sueño”, afirma este joven luchador.

Así que en este 2017, Muñoz empezó con todo. “Soy un delantero rápido, marco bien las diagonales y tengo gol, espero que el ‘profe’ Alex Escobar (técnico de Orsomarso) me dé la oportunidad de jugar, estoy que me debuto”, confiesa.

Andrés es consciente de todo lo que ha luchado por conseguir su anhelo, y la vida, justo ahora, le está sonriendo, ya que no solo está feliz por firmar el contrato con Orsomarso, sino porque hace tres meses nació Dailan, su primer hijo.

“Es mi regalo del cielo y lucho por él”, cuenta, recordando que su niño llegó gracias a la unión con Elizabeth, una chica risueña de tez morena y sonrisa franca que conoció hace un año, en un partido de barrio.

“Cuando ella me comentó que estaba embarazada, nos asustamos mucho, pero yo le dije que teníamos que luchar por tenerlo y criarlo bien”. 

Y es por esa experiencia de vida que Muñoz afirma: “Uno no se puede rendir, mire, yo nunca he bajado los brazos y aquí estoy, feliz con mi hijo y a punto de cumplir mi sueño”.

No cabe duda, después de tanto correr, por fin, Andrés alcanzó la pelota, para nunca más volverla a soltar.

DatosAndrés Felipe Muñoz 24 años, delanteroPalmarés: Fue goleador con el equipo Villa Paz, de la pasada edición de la Copa Telepacífico, con 47 anotaciones. Gracias a esto, lo fichó el Orsomarso, de la segunda división del balompié nacional. Es su primer equipo a nivel profesional.

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