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Llega nueva traducción de 'El gran Gatsby', un clásico de la literatura norteamericana

Se publicó en Colombia un clásico de la literatura norteamericana, ‘El gran Gatsby’ de F. Scott Fitzgerald, en la traducción de Juan Fernando Hincapié. Nueva oportunidad para leer una novela sobre el amor, la búsqueda de la riqueza y el pasado imborrable.

19 de febrero de 2023 Por: &nbsp;Mauricio Palomo Riaño, especial para Gaceta<br>

Debo empezar esta nota ofreciendo excusas, de antemano, porque la palabra “fiesta” saltó de mis dedos en muchos renglones; además de que es algo que a todos nos gusta, es innegable que hace parte de la médula de esta obra.

Pero empecemos con decir que Panamericana Editorial ahora publica, en una bellísima edición ‘El gran Gatsby’, una de las novelas más alucinantes y románticas de la historia literaria estadounidense, escrita por uno de los grandes símbolos de la denominada generación perdida, Francis Scott Fitzgerald. Este clásico ha sido leído por millones de ojos en todo el mundo y fue llevado al cine en 2012, bajo la dirección del australiano Baz Luhrmann.

De entrada, llaman la atención dos detalles: la dedicatoria para su amor tormentoso, Zelda Sayre, presente pese a todo, incluso a que ella misma lo denunciara varias veces por haber plagiado sus diarios para escribir la novela, y un epígrafe que decanta una trama de amor que no se revela sino hasta el final, de una manera magistral, y que nos lleva a preguntarnos: ¿todo eso debemos hacer para ser amados? La vida tiene que ser otra cosa, por ejemplo una de esas tantas fiestas que siempre ofrecía Jay Gatsby cada sábado en la noche, no la pena o el dolor por un amor que no se dio, del cual solo subsiste el empeño de seguir soñando con él.

La novela inicia con una tonalidad certera, realista, de una frontalidad evidente; Gatsby se nos antoja desde el inicio como un hombre afirmado y profuso, pero siempre acompañado de la atmósfera de un “sin embargo” que no se ve expuesto al principio, pero que se desarrolla progresivamente en la lectura de una manera sobresaliente. Empiezan, entonces, esas deambulaciones hacia el pasado, de la mano de la nostalgia y de las descripciones, impecablemente empleadas a lo largo de la obra, para darnos imágenes perfectas de personas, paisajes y objetos, de maneras diáfanas y muy verosímiles. A la diana, como un flechazo, se te clava en la psique la tríada espacio-tiempo-personajes.

En esta novela el lector hallará todo lo que puede hacer con uno la soledad de una ciudad, pero paradójicamente también es una historia en la que se halla afirmación y vitalidad en la gran mayoría de sus pasajes. El lector disfrutará los símiles de Fitzgerald dentro de la trama, verdaderas joyas, inusuales y a la vez poéticos, y brindará porque en el mundo haya cada vez menos personas como Tom y Daisy: despreciables, egoístas, irresponsables y arrogantes.

Lo demás es un espejo: desde mi subjetividad, amé el cotilleo que se levantaba alrededor de Gatsby en los pasillos, porque también lo viví; que dijeran que había matado hombres porque su mirada parecía indicarlo, que comentaran que sus negocios eran turbios, que traficaran con su nombre de mala manera por los oídos de los demás, ¡ah! Una genialidad que se hable de uno sin que lo conozcan. Eso y las fiestas es algo en lo que esta novela es inigualable y única en la literatura. Allí me encontré, como en un reflejo, muchas veces.

A veces sucede que nos arropa el silencio y todo nos es incomunicable. Así, en esta novela hay enunciados que nos dan testimonio de muchas cosas más allá de las palabras, que nos narran expresiones tan profundas que da la impresión de que no necesitamos saber absolutamente nada más, porque en gestos y guiños ya todo está dicho.

La calma en la escritura de Fitzgerald atrapa como una brisa fresca en el aire de un bochorno infinito, nada que ver con su vida y con el vértigo que creería el lector tendría su novela, que, además, siento como una radiografía de su vida de dandi borracho, con todo y que es prototípica. Su narrativa trae la tranquilidad del que va sin prisa contándote una historia porque sabe que te tiene atrapado. Es encantador, reposa y afirma el seguirlo leyendo.

Con un narrador personaje genial, el gran Nick Carraway, nos adentramos en las reuniones festivas a orillas de playas soñadas, entre jardines bien podados, tragos costosos y finos, invitados innumerables, borrachos a la madrugada, y esa lucecita del otro lado que nosotros como lectores quisimos siempre extinta. Recuerda algo para siempre, querido lector: todo Gatsby necesita su Carraway.

Nos queda reflexionar acerca de todo a lo que estamos dispuestos por los sueños de amor que proyectamos: muchas veces vivimos por quienes se la pasan en sus dinámicas egoístas y no cuentan con nosotros para su destino, amamos a las personas equivocadas y hasta, estúpidamente, nos morimos por ellas. Un día despertamos sabiendo que el camino, el tránsito hacia el sueño, fue lo maravilloso.

De Gatsby me quedo con sus mágicas reuniones nocturnas organizadas en la próspera Long Island, entre mansiones preciosas, pasillos brillantes, pianos costosos, el mejor de los licores, luces y sonrisas, no con su amor por Daisy, y no por él, porque su afecto es lo más hermoso, demoledor y certero en la novela, por eso mismo hiere, sino porque ella jamás estuvo a la altura. Jay no entendió a tiempo que existen cosas en la vida que ya nos sobrepasaron.

Avanza, lector, y en 110 páginas aun no sabrás quién es esta celebridad, pero lo más genial es que continuarás leyendo porque ya ha obrado el enganche, la magia de acompañar la historia ya se produjo y querrás saber quién es este personaje, uno de los mejores de la literatura universal, con un pasado humilde, un golpe de suerte y un juego de cartas ganado al mismísimo Dios. Todos soñamos con un Dan Cody que nos cambie la manera de ver la vida. Tal vez un día se nos aparezca.

¡Ah!, una cosa más: no vayas a decir jamás que tus fiestas fueron inolvidables, porque entonces, claramente, nunca supiste de las de Gatsby.

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