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Yo voto por el Mundial

Ya está. Me pueden insultar y escupir. Acusarme de indiferente y condenarme por indolente. Que vengan todos los jueces y verdugos a quemarme en la hoguera de la santa inquisición.

14 de junio de 2018 Por: Francisco Henao Bolívar / Enviado especial de El País - Kazán, Rusia

Ya está. Me pueden insultar y escupir. Acusarme de indiferente y condenarme por indolente. Que vengan todos los jueces y verdugos a quemarme en la hoguera de la santa inquisición.

Lo confieso abiertamente: desde ayer no me interesa en lo más mínimo todo lo que se dice sobre Duque y Petro y esta maldita campaña presidencial que nos ha llenado el alma de veneno durante todo el año. No me importan los vaticinios de las encuestadoras, ni los pálpitos de las tías uribistas ni la ansiedad de las sobrinas petristas.

No vengan, desde ninguna orilla, a intentar convencerme de nada. A mí no me levanten el dedo para amenazarme con el infierno del ‘castrochavismo’. Ni me abran los ojos para advertirme que Colombia no tendrá futuro si gana el uribismo.

Yo no espero un mesías que venga a salvarme. Ya definí mi voto para el domingo y tengo claro que la vida seguirá y que yo tendré que seguir haciendo bien mi parte. Estoy convencido de que, aún con todas sus confusiones, amarguras y contradicciones, este país evoluciona. Y que nada lo detendrá.

El Universo es perfecto. Y no va a dejar de serlo por sus miedos. Al margen de si es de izquierda o de derecha, la elección la ganará ese que más se necesita para seguir avanzando, aunque ahora no seamos capaces de admitirlo y comprenderlo.

Desde ambas orillas no hacen más que gritar y advertir: “Cuidado porque vamos a retroceder”. ¿Y qué? ¿Quién les dijo que la vida es siempre para adelante? Para avanzar también es preciso algunas veces devolverse, perderse, equivocarse, caerse, tolerar eso que nos resulta intolerable.

¿De dónde sacaron que el mundo se va a acabar si pierde su candidato? ¿Por qué piensan que el otro es un cáncer, una enfermedad contagiosa, una herida abierta? Les tengo noticia: para sanar es preciso hurgar en la herida. ¿O es que pensaban que de la noche a la mañana íbamos a curar 50 años de guerra, odio y caos con camándulas y gotitas de valeriana?

Así que ya está, les repito: a otra parte con sus músicas del desastre.
Literal: ¡Ábranse! Desde ayer, felizmente, mi interés está en esa otra ‘guerra’ que la humanidad se da el lujo de librar cada cuatro años durante un mes, sin dejar muertos, ni heridos, ni mutilados, ni familias rotas, ni sueños desplazados: el Mundial de Fútbol.

No, no se me han olvidado el hambre de la Guajira, ni la pobreza de las ciudades, ni los crímenes de líderes sociales, ni la desigualdad, ni los líos con Venezuela. Simplemente, como tantos, estoy ‘mamado’ de la campaña. Y siento que el fútbol es una forma de reconciliarse con la vida. Aunque sea por 30 días.

El Mundial es una muestra maravillosa de que el fútbol no son solo 22 hombres corriendo detrás de un balón. Ni es la “estupidez más popular”, como dijo Borges.

Es, en realidad, una poderosa definición del concepto de Civilización. Tanto como la matemática, la música, la poesía o la física. La humanidad no ha logrado crear hasta hoy ninguna otra actividad que fusione, como lo hace el fútbol, toda la evidencia del breve paso del hombre sobre la tierra.

Están allí, en los 90 minutos sobre esa cancha, los fundamentos rectores del arte y la ciencia, la inspiración y la técnica, la planeación y la improvisación, la estética y la fuerza, el éxito y la derrota, el placer y el dolor, la guerra y la paz, la vida y la muerte. Y también está, cuando tu equipo sale campeón, la prueba incontrovertible de que existe la vida eterna. Aunque sea solo por unas horas.

Eso es fútbol. Esa sustancia misteriosa que el próximo martes, cuando juegue la Selección, fundirá en un mismo abrazo a todos los que hoy se dividen entre izquierdas y derechas. La prueba de que es más lo que nos une, que lo que nos separa. Y de que, así nos cueste admitirlo, la vida, como el balón, seguirá rodando.

En Twitter: @osovillada​

(Y de fondo, dedicada para los hinchas furibundos o los 'hinchas de oreja', la melodía de Bersuit nos recuerda que "toda la vida es un baile y te pueden bailar..." 'Toco y me voy'. Bersuit  Vergarabat - 2.000)

Bersuit - Toco y me voy - homenaje al futbol

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