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¿Y consensos sociales?

Esta transición es vertiginosa y se da en medio de una polarización electoral, que no nos debe asustar, sino que debemos aprender a manejarla.

1 de julio de 2018 Por: Paola Otero - periodista de El País

El Resultado final del proceso electoral que vivimos para elegir Presidente de la República nos deja múltiples lecciones y retos, pero sobre todo evidenció un proceso de transición estructural de la política colombiana. Es una transición con varias características: generacional, de la estructura de los partidos, de la mecánica electoral, de las costumbres políticas, etc. Pero de todos los elementos de la transición me llaman la atención el papel de los jóvenes y la manera como el espectro político se amplía más allá de los partidos tradicionales, además, tendremos, por primera vez en las últimas décadas, la oposición liderada por la izquierda.

Esta transición es vertiginosa y se da en medio de una polarización electoral, que no nos debe asustar, sino que debemos aprender a manejarla. Colombia no es el único país que la vive, podemos hacer un mapeo y la encontraremos en muchas de las democracias occidentales.
La polarización electoral permitió tener en la contienda electoral propuestas altamente diferenciadas e incluso en algunos aspectos antagónicas. Esta polarización electoral en campaña política es bienvenida y saludable para la democracia. Pero, si no la agenciamos debidamente, en lo que tendrán un papel fundamental los medios de comunicación, puede comprometer el futuro de todos.

Si la polarización electoral pasa a un antagonismo político incapaz de construir pactos, acuerdos o consensos básicos y respetados por todos, en perspectiva de bien común, de bien mayor y en clave de futuro, nos quedaremos jugando a la patria boba. Y lo que sería peor, podríamos reeditar en nuevas arquitecturas y manifestaciones episodios de violencia y de violación de los derechos humanos en los que no queremos volver a quedar atrapados. Éticamente, debemos defender y privilegiar la racionalidad sobre la violencia.

Estos consensos básicos se deberán dar en el plano político, económico y sobre todo en el plano social. En este último, se puede acelerar el paso, porque hay condiciones para hacerlo. Quién puede negar hoy que todos tenemos una deuda histórica con la ruralidad colombiana y que no debemos escatimar esfuerzos y alianzas para hacer que grandes territorios y poblaciones dejen de vivir en el Siglo XIX, sin agua potable, sin luz eléctrica, sin carreteras, sin infraestructura para la productividad (sistemas de riego, formación técnica, centros de acopio, mercados internos y externos, etc.).

El asunto no es solo de acciones puntuales, también hay debates importantes sobre el modelo productivo que necesita la ruralidad colombiana, sobre el uso y vocación del suelo e incluso sobre la estructura de la propiedad de la tierra en Colombia que hoy cuenta con propiedad privada, propiedad colectiva (resguardos y consejos comunitarios) y estatal (baldíos).

Lo que no nos puede pasar es que las determinaciones necesarias, para generar el tránsito de la ruralidad colombiana del Siglo XIX al Siglo XXI y dar los grandes debates, no lleguen a encontrar espacios de diálogo, que permitan definir soluciones, acuerdos básicos y construir planes y programas conjuntos en territorios, permitiendo consolidar el país donde vivimos todos.

La construcción de consensos es nuestra gran tarea hoy en sociedad. Las mediaciones técnicas, la buena información, la disposición abierta, honesta y tolerante, serán los grandes ingredientes para tener un mejor futuro para todos.

*Rector Universidad Javeriana Cali

Sigue en Twitter @RectorJaveCali

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