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Señor Presidente:

Faltan seis días para que usted salga de la Casa de Nariño y sus malquerientes uribistas siguen vertiendo bilis sobre su humanidad, lo que han hecho sin descanso durante todo su Gobierno.

1 de agosto de 2018 Por: Colprensa y Redacción de El País 

Faltan seis días para que usted salga de la Casa de Nariño y sus malquerientes uribistas siguen vertiendo bilis sobre su humanidad, lo que han hecho sin descanso durante todo su Gobierno. Se ha llegado a todos los extremos, ni siquiera los concebidos por Laureano Gómez para minar las bases de las dos administraciones de Alfonso López Pumarejo, en los años 30 del Siglo XX. Es posible que de contar con los medios de hoy, el jefe conservador hubiese tenido mayor capacidad opositora.

Me aterra que columnistas que en la vida privada son de natural afable y hasta simpáticos, se tornen víboras cuando se refieren al Presidente de la República. En esta columna les he pedido moderación, habida cuenta de que su mandato está expirando. Nada vale porque desde El Ubérrimo les llegan las consignas de odio, en las que Uribe basa toda su estrategia política, que le valió su regreso al poder.

En la sanción de la ley que consagró el Estatuto de Oposición, usted hizo el recuento de los agravios recibidos en estos ocho años, tras de los cuales se ve el cerebro que los produjo. Son sus palabras: “Personalmente de qué no me han acusado: de comunista, castrochavista, de ser miembro de las Farc, me tenían un alias, Santiago, de haber financiado mi campaña con el dinero del narcotráfico, de traidor, de haberme robado las elecciones, de recibir sobornos de Odebrecht, de tramposo, de haber entregado el país a la guerrilla. Ahora están con el mismo cuento con el ELN, de apátrida, de haber comprado el Premio Nobel, de haber vendido las Fuerzas Militares, de ahuyentar la inversión. Hasta me atribuyen el fenómeno del Niño. En fin, de todo lo humano y lo divino”.

Y por si fuera poco, en la mañana que escribí esta nota me dio por sintonizar el espacio radial de Fernando Londoño, director emérito del Centro Democrático, quien sin reato de conciencia dijo que el pavoroso incendio forestal de El Nilo, en Cundinamarca, se debía a usted por no haber comprado para los bomberos de ese municipio, perdido en el mapa, un helicóptero especial para sofocar conflagraciones como esa. ¿Será posible tanta bellaquería?

Ojalá fuera mañana 7 de agosto para que usted pueda descansar de tanta ignominia, de tanta perversidad. Sale usted con la frente en alto pues deja una Colombia diferente a la que recibió. La paz lograda con las Farc ofrece el panorama de una Colombia mejor; la infraestructura vial con 1.400 kilómetros de doble calzada coopera para incentivar la productividad y el comercio interno y externo. La reducción de los índices de pobreza; los inmensos recursos que usted dio a la educación; mantener tasas de crecimiento aceptables en medio de la crisis petrolera que sufrió el país con el descenso tremendo de los precios del crudo.

Todo eso lo reconocerá la historia y usted ocupará nicho importante entre los grandes presidentes de este país, si no el mejor. Los colombianos solemos ser desagradecidos. Pero las nuevas generaciones reconocerán los esfuerzos que usted hizo para que esa recia guerrilla se desmovilizara desarmada, y que ellas no tengan que formar filas para enfrentarla.

Yo, que pertenezco a un partido distinto del suyo, le agradezco su tesón para que el liberalismo sobreviviera. Infortunadamente, caímos en manos infames que malograron ese esfuerzo, pero los que no claudicamos, los que apreciamos su gestión en la presidencia le decimos: gracias, señor Presidente.

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