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Ola de calor

Mandela cumpliría 100 años y todos leemos sus cartas de fuerza e inspiración. Los niños tailandeses rescatados de la mina comparten sus escalofriantes testimonios, y los egipcios encuentran tres momias en un sarcófago milenario.

20 de julio de 2018 Por: Álvaro Mejía G. / Especial para El País 

Verano en Washington. Hay sol y humedad y todo se mueve más lento. Los hijos adolescentes se levantan a mediodía porque preparan quesadillas, ruidosamente, a medianoche. Los días son largos, hay vino rosado en la nevera, y en las tardes se alcanza a oír la musiquita grabada del carro de helados que se acerca a la piscina del barrio. Hasta Paco, el fox terrier familiar busca sombra acostado como una esfinge sobre la madera fresca de la sala. Entre la humedad y las bajas revoluciones de un suburbio americano en julio, aunque el mundo parece haberse volteado al revés, cuesta reaccionar, indignarse, protestar, y escribir.

No tengo ganas de comentar sobre Trump y sus torpes contradicciones, de su evidente desconocimiento de lo que significa gobernar, del peligro que representa su improvisación para la economía, las instituciones, la geopolítica, los niños inmigrantes, los mares y los ríos. Me aburren los gritos cómplices de sus copartidarios, justificando en la tele lo impresentable, y también las tempranas ilusiones de demócratas oxidados opinando sobre la candidatura de Joe Biden, y si está regio o ya muy viejo para gobernar. No quiero ver más videos de Obama bailando con su abuela en Kenya, ni de Michelle con su nueva campaña para motivar a los jóvenes a votar.

Me parece que se ha hablado suficiente sobre el gabinete paritario de Iván Duque, si los nuevos ministros tienen méritos o solo carácter, si son tecnócratas o uribistas ocultos. No es prudente ni útil especular sobre un gobierno que apenas empieza. Y menos en un día en el que solo el aire acondicionado o una limonada enfrían las ideas.

Lástima que es tarde para hablar de la Copa Mundo, de la velocidad de Mbappé y la destreza de Modric, de lo sorprendente que fue, de los que se fueron rápido, de las drogas de Maradona y el ocaso de Messi, ni del traslado de Ronaldo y su desesperante arrogancia. De la fantástica Presidenta de Croacia con su camiseta roja de cuadros y su sonrisa radiante. Sí. Una buena charla de fútbol es exactamente lo que provoca tener en una noche de zancudos y luciérnagas.

Todavía es pronto para pronosticar el futuro del presidente Amlo de México, si será el nuevo Lula o un Maduro encerrado. Si es un populista o un capitalista reencauchado. Si su gabinete de pragmáticos tendrá suficiente fuerza para enfrentar la corrupción, enderezar el Nafta, reducir la violencia y suavizar los ánimos postelectorales. Porque en México la transición es larga, y solo el primero de diciembre llegará a la Casa Rosada el nuevo presidente, cargado de expectativas y de críticos.
De Teresa May no quiere hablar nadie, ni del absurdo Brexit, ni de la renuncia de sus ministros, y mucho menos del envalentonado Boris Johnson.

Ya nos enteramos de la cumbre Putin- Trump, vimos fotos ingeniosas de la portada de Time y del New Yorker, leímos aterrados las docenas de columnas de opinión, sobre colusión y traición. Sabemos bien las implicaciones de semejante cita, tan insultante para los americanos como riesgosa para el mundo.

Mandela cumpliría 100 años y todos leemos sus cartas de fuerza e inspiración. Los niños tailandeses rescatados de la mina comparten sus escalofriantes testimonios, y los egipcios encuentran tres momias en un sarcófago milenario. En los mares surcoreanos aparece un barco ruso con 130 mil millones en oro, el canoso George Clooney se recupera de un accidente en moto, y la cenicienta Meghan Markle posa en Wimbledon con su cuñada, la futura reina Kate. La frivolidad, antídoto a la seria preocupación por el estado del mundo, y para animar el espíritu, un sándwich de helado en el sol.

Sigue en Twitter @Muni_Jensen

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