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Obras urbanas deseables

Recientemente se ha informado sobre las inversiones en infraestructura con las que se ha comprometido la Alcaldía en su última etapa, acudiendo para ello a recursos futuros.

22 de agosto de 2018 Por: María Camila Cardona / reportera de El País 

Recientemente se ha informado sobre las inversiones en infraestructura con las que se ha comprometido la Alcaldía en su última etapa, acudiendo para ello a recursos futuros. Son inversiones orientadas a mejorar la movilidad urbana. Aunque una parte va dirigida a una red de ciclorutas, no queda clara la prioridad que tiene el transporte público.
Sobresale, más bien, la inversión destinada a mejorar la fluidez del tránsito vehicular privado, como es el caso de la vía a Jamundí en el sur de la ciudad.

Que se busque mejorar la movilidad es un propósito de bienestar colectivo indudable, ahora y más aún en el futuro de la ciudad. Sin embargo, se debería tener en cuenta cuáles son los sectores sociales más afectados y cuáles son las modalidades de movilidad más convenientes que contribuyen de manera más clara a la economía urbana, al bienestar colectivo y a un impacto positivo sobre el medio ambiente, es decir a una ciudad sostenible.

De tiempo atrás, urbanistas y especialistas locales en movilidad han planteado la importancia del corredor verde y del tren de cercanías para mejorar el tráfico metropolitano y la vida de la ciudad de manera más general. En buena hora, esta vieja iniciativa ha sido retomada por Alejandro Eder, presidente de la FDI Pacífico, quien consiguió la financiación de los estudios de factibilidad con fondos franceses. A pesar de ello, la impresión que tengo es que la idea y el proyecto no han calado con suficiente fuerza entre los sectores dirigentes regionales, públicos y privados. En otras palabras, no han sido apropiados como parte de una agenda de política pública que compromete a los sectores representativos de la ciudad y con la que ellos se comprometen.

En mi consideración, esto se debe a los intereses tradicionales que se afectan con el nuevo modelo de ciudad que se propone, que se distancia del uso de los vehículos privados, incluyendo las motos, y que también promueve una apropiación verde del espacio público que tanta falta le hace a la ciudad, ante la voracidad de los urbanizadores.

Como ya sucede en algunas partes del mundo, las ciudades se van a medir de manera creciente por su sostenibilidad ambiental, económica y política, así como por el bienestar que le posibilitan a sus habitantes. En este propósito, la movilidad urbana juega un papel prioritario, al punto que el transporte público se asume como responsabilidad del Estado local, se cobra de manera diferenciada según el estatus del usuario y es el medio preferido por todos los sectores sociales que no se quieren encartar, manejando un carro y polucionando el ambiente. Se trata de un servicio público financiado por el Estado, claramente subsidiado, pero con retornos sociales enormes para la sociedad.

Reconozco que uso mi vehículo particular para desplazarme al trabajo. Me demoro, en un solo trayecto y si me va bien, una hora. He ensayado el MÍO y cada trayecto es de dos horas. Esto es inaceptable cuando el recorrido es apenas de 15 kilómetros. Parece urgente y claramente deseable que se piense en un tren ligero para mejorar la movilidad de los habitantes de Cali y de estos con las ciudades de Jamundí, Candelaria, Palmira y Yumbo.

A su paso por Cali, se puede diseñar un corredor de verde, articulado con otras formas de movilidad complementarias y con un espacio público que también pueden usar los peatones. Este proyecto puede cambiar totalmente la vida y bienestar de la ciudad. Los alcaldes involucrados y la Gobernadora del Departamento deberían apoyarlo decididamente. También el sector privado que de manera inquietante, con raras excepciones, no se pronuncia.

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