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La historia

Seguimos profundamente divididos sobre las cuestiones vitales de la patria por mucho que el presidente Duque llame a la reconciliación nacional.

20 de septiembre de 2018 Por: Redacción de El País

La historia de Colombia está embolatada. Y no lo digo solo porque hace unos buenos años alguna de nuestras autoridades tuvo la perversa idea de suprimirla de los pensum escolares sino porque ahora que esas mismas u otras autoridades han decidido recuperarla nos encontramos con que tampoco nos ponemos de acuerdo en cómo ha sido esa historia. Y se comprende.

Seguimos profundamente divididos sobre las cuestiones vitales de la patria por mucho que el presidente Duque llame a la reconciliación nacional y el Congreso y una buena parte de la ciudadanía se hayan puesto de acuerdo en señalar mediante un referendo que nuestro más grave y acuciante problema es la corrupción.

El sueño del país que se reconcilia consigo mismo y con su pasado sigue siendo eso, un sueño. Ahora mismo hay dos nuevas historias de Colombia sobre el tapete: la muy académica ‘Historia mínima de Colombia’ de Jorge Orlando Melo y la muy desafiante ‘Historia de Colombia y sus oligarquías’ de Antonio Caballero.

Ambas comparten la misma ambición de abarcar toda nuestra historia, aunque Melo se remonte miles de años en el pasado para rastrear la huellas dejadas por nuestros antepasados y Caballero se limite a hacerlo solo hasta el desembarco de Colón y el atroz inicio de la conquista.

También comparten la misma misión pretensión de ser manuales que eventualmente podrían servir a fines pedagógicos en escuelas y colegios, aunque es probable que los directores de los mismos prefieran el estilo contenido de Melo al apasionado de Caballero, que tampoco en esta vertiente de historiador traiciona su vocación de panfletario de la que tan admirables pruebas ha dado como columnista. Y también de caricaturista, como lo prueban tanto las semblanzas caricaturescas que escribe de los principales personajes de nuestra historia como las abundantes caricaturas que intercala entre las muchas ilustraciones que iluminan las páginas de su historia.
 
Hay un personal que quiero subrayar y que está impreso en el propio título de la misma, que pluraliza el término oligarquía. Para Caballero no remite a un régimen político que excluye formalmente a la mayoría del pueblo y ni siquiera a ese grupo social denunciado por Gaitán y a la que él pertenece por sus vínculos de sangre con las familias de los presidentes Holguín, Caro, López y Samper por lo menos. Él prefiere diluir el término y convertirlo en el rasgo dictatorial de algunos de nuestros gobiernos.

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