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Después de la tormenta

Ocurrió lo inesperado: quienes hace unos días estaban enfrentados se dieron la mano, discutieron iniciativas contra la corrupción y acordaron una metodología de trabajo.

2 de septiembre de 2018 Por: Santiago Cruz Hoyos / El País

Después de la tormenta llega la calma. Ese pareciera ser el caso, una semana después de la Consulta Anticorrupción. Luego de una votación sorprendente y del vergonzoso pugilato de unos y otros por ‘cobrar políticamente’ el éxito de la jornada electoral, las aguas turbulentas del país político parecieran retomar poco a poco a su curso, gracias al llamado del presidente Duque a construir el que sería el primer pacto de su gobierno.

Soy de los que considera que la mayoría de propuestas incluidas en la consulta no son efectivas para combatir la corrupción -como lo escribí hace unos meses- y que detrás de la iniciativa hay intereses políticos. No obstante, la votación fue muy importante y aunque no pasó el umbral, contribuyó a enfatizar el rechazo a la corrupción, que supera con creces el volumen de quienes votaron la Consulta. Así debe entenderlo el Congreso.

Es decir, más allá de la pertinencia o no de los puntos consultados, casi doce millones de colombianos sentaron una enérgica protesta. La corrupción es uno de los principales problemas del país y uno de los más difíciles de solucionar. Además de estar presente en el sector público -cohonestado a veces desde el sector privado- está la corrupción política y electoral, y una cultura de ilegalidad arraigada: la del atajo y la del todo vale.

Hizo bien el Presidente de la República en convocar de inmediato a los promotores de la Consulta y a todos los partidos sin excepción a una reunión para unir esfuerzos contra la corrupción; para buscar un acuerdo político en torno a algunas de las medidas que el país necesita contra ese flagelo y traducirlas en proyectos de ley para aprobar este año. E hizo muy bien en invitar a todos, incluida la oposición y a los congresistas de las Farc.

Y ocurrió lo inesperado: quienes hace unos días estaban enfrentados se dieron la mano, discutieron iniciativas contra la corrupción y acordaron una metodología de trabajo a fin de presentar en el mes de septiembre un paquete legislativo al Congreso. Al punto de darse un cambio en el tono, en especial por parte de los contradictores del Gobierno: no hubo comentarios destemplados, por el contrario, solo palabras elogiosas a Duque.

Pero más allá del hecho político -que podría ser el primero de los pactos a los que hizo referencia el Presidente en la posesión- lo importante ahora es acertar en las medidas. Y es ahí donde existen dudas. Hacer más rígidas algunas normas existentes ayuda, pero hay otras iniciativas que por populares que sean, no servirían para nada; es el caso de la reducción de salarios a los funcionarios y limitar los períodos en las corporaciones.

El tema es más complejo: pasa por el ejemplo en la familia y la educación; por proscribir una cultura permisiva con la ilegalidad. Por eso inquieta que se crea que la solución está únicamente en las leyes, que acumulando iniciativas normativas tendremos una política pública seria contra la corrupción. Por esa vía tendremos un retazo de proyectos de ley con distinta autoría -donde más de uno saca pecho- pero con pocos resultados reales.

Lo ideal hubiese sido partir de una misión de expertos similar a las de finanzas públicas y luego de un análisis basado en evidencia, recomendar unas medidas, incluidas unas de tipo legislativo que sean efectivas. Pero no será así por más interés del Gobierno en articular una propuesta coherente, pues la dinámica política apunta hacia otro sentido. En el país a veces las cosas se hacen al revés. Por eso la corrupción sigue tan campante.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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