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"Yo he hecho más de 200 eutanasias": Gustavo Quintana

Quedó reglamentado el protocolo de la eutanasia en Colombia. Esta es la historia de Gustavo Quintana, un médico que iba a ser cura y cuya vocación es ayudar a facilitar la muerte de pacientes terminales.

26 de abril de 2015 Por: Jorge Enrique Rojas | El País.

Quedó reglamentado el protocolo de la eutanasia en Colombia. Esta es la historia de Gustavo Quintana, un médico que iba a ser cura y cuya vocación es ayudar a facilitar la muerte de pacientes terminales.

Encogido por el dolor, el cuerpo estaba en posición fetal sobre la cama de paciente desahuciado. Antes de que el sufrimiento de un cáncer cerebral lo redujera a la indefensión de un recién nacido, ese cuerpo estuvo habitado por una mujer muy bella de la que había quedado poco más que la respiración; a los 59 años, ya no podía ni reconocerse a sí misma. Lea también: ¿Qué dice la legislación colombiana sobre la eutanasia? El médico Gustavo Quintana, que fue su amigo, dice que  le pareció muy injusto que la agonía se le convirtiera en un lamentable acto social alrededor de su cama y en su propia casa. Ella lo habría detestado. Pero no tuvo chance: con  el cáncer sometiéndole la voluntad, la gente pasaba y pasaba mirándola con morbo. El médico se disgustó mucho y ese disgusto lo sintió como si unos bichos le aletearan dentro del estómago. Entonces le comentó a la hija de la mujer lo que había visto y lo que había sentido y le dijo que en honor al recuerdo que tenía de su madre, se ofrecía para aplicarle la eutanasia por piedad aunque en ese momento, hace 33 años en Colombia, fuera en contra de la Ley. Ambos se quedaron pensándolo varios días. Gustavo Quintana nació hace 68 años en Tuluá pero pasó la juventud en Cali porque la violencia bipartidista sacó corriendo a su familia del pueblo. Instalados en la ciudad, estudió en el colegio Berchmans de la Compañía de Jesús,  hasta que el director espiritual le vio vocación de sacerdote y fue a dar al Seminario Menor de los Jesuitas que quedaba entre Zipaquirá y Nemocón (Cundinamarca). Cuatro años después pasó al Seminario Mayor de Santa Rosa de Viterbo, hasta que un maestro de novicios le sugirió cambiar de camino considerando que podría hacer mejor labor social como laico que como sacerdote. En parte por eso, dice, terminó estudiando Medicina en la Universidad Nacional de Bogotá. Sin contárselo al esposo de la mujer desahuciada, la hija y el médico tomaron la decisión dos semanas después de haber conversado: “Lo que me ayudó a tomar la determinación fue la ofensa a la dignidad de esa persona que ya no podía expresar: no me dejen ver en estas condiciones… un cuerpo encogido en posición fetal, sin poder mover ni sus ojos y  alimentándose por una sonda gástrica… ¿cómo pretender mantener viva a una persona que ya ni siquiera es capaz de reconocerse?”. La indignación terminó con dos inyecciones que el médico Gustavo Quintana le aplicó convencido de que aunque se hubiera formado para salvar vidas, la asistencia de muerte en un caso así no podía ser delito sino un gesto de bondad. Desde entonces, cuenta, más o menos como si estuvieran puestos en su camino, empezó a tratar pacientes con enfermedades terminales y hasta 1997, cuando la eutanasia por piedad fue despenalizada en el país, pudo haberle facilitado la muerte a 15 de ellos. Tiempo después de la despenalización, al ser encontrado por la prensa y luego de haber hecho otras eutanasias amparado por la Ley, fue bautizado Doctor Muerte, un remoquete que muchas veces lleva por encima de su mismo nombre. Y sobre todo por estos días. El médico Gustavo Quintana, que por teléfono contesta todo con pausada amabilidad, jura que no le molesta el apodo explicando que es así es como muchas personas se han enterado de lo que hace y, paradójicamente, entendido  que él no es un verdugo. Médico, desde la primera vez hasta ahora, ¿cuántas asistencias de muerte?Yo no llevo una estadística y jamás alguien podrá ver publicada una lista de los pacientes a los que yo ayudé. Yo no tengo memoria de a quiénes he atendido, solo te puedo decir que tengo certeza que pasan de los 200. ¿Cómo se forma alguien para asistir la muerte?Yo lo hice posiblemente a través de mi formación con los jesuitas,  la formación humanística y filosófica que me dieron los jesuitas de siempre pretender el bien de los demás, es lo que me tiene haciendo las eutanasias. Pero técnicamente, los procedimientos, las medidas…El procedimiento es relativamente muy corto, yo inyecto un anestésico que a los cuatro minutos hace que el paciente esté absolutamente anestesiado y después aplico un despolarizante cardiaco que detiene el funcionamiento del corazón, entonces todo el oxígeno disponible en la sangre se va a consumir en los dos minutos y medio siguientes; las eutanasias duran entre seis minutos  y medio y nueve minutos. Ese procedimiento lo he ido perfeccionando durante los últimos 30 años. Hubo un momento en que tuve que valorar qué tan importante tenía que ser la anestesia y la anestesia se fue incrementando; hasta que ya hoy en día lo tengo establecido. Si preguntas, no existe una escuela de Medicina con esta especialidad. Aún en los Estados Unidos cuando se aplica la pena capital por inyección letal, a veces fallan. ¿Cómo pudo hacer eutanasias en la clandestinidad?Porque siempre fueron hechas en pacientes que todo el mundo estaba esperando que fallecieran. Muchas veces tu vas a escuchar en una sala de espera de Cuidados Intensivo que la gente dice ¿por qué mi Dios no se acuerda de él? ¿Qué estamos diciendo con eso? que somos absolutamente conscientes que lo mejor que le puede pasar a un paciente que está sufriendo para morir, es que se muera.Estudió con los Jesuitas y ahora mucha gente  va en contravía de la Iglesia. ¿Sigue creyendo en Dios? Ehhh, no señor, no. Sigo creyendo en esa  figura en la que todos personificamos las cosas buenas pero no puedo creer en un anciano venerable. O sea, Dios, sí existe, está en la creencia de todo lo bueno que somos los seres humanos y con eso me quedo. No me hace falta probar o desaprobar la existencia de Dios, creo que todos nacemos con una bondad que nos obliga a no hacerles a los demás lo que no queremos que nos hagan, eso es lo que yo llamo la ley natural. ¿Cuál es la primera muerte de la que usted se acuerda?Estando muy joven en Tuluá, cuando murió un abogado de apellido Arrieta por hechos de violencia bipartidista. Como nosotros, él era liberal, hermano de Diógenes Arrieta, un médico negro que fue el que revisó a mi madre después de que una partera me ayudara a nacer. Yo oía: ¡mataron a Arrieta! ¡mataron a Arrieta! y yo me preguntaba el significado de eso… Antes de la primera eutanasia que aplicó, ¿cómo era su vida?Tenía establecido mi consultorio, tenía éxito con los pacientes. Un año antes de la eutanasia había tenido una situación muy importante, un accidente. Estaba en un congreso en el Club Militar de Melgar y una tarde cuando salí a  llamar a mis hijos, no me explicó qué sucedió, un carro me encandiló y  atropellé un caballo.  Me recogieron y me llevaron al hospital y en ese trayecto empecé a no sentir mis pies y la reflexión que hice fue: voy a quedar cuadripléjico. En ese momento le dije al médico que estaba a mi lado, doctor, si hay una lesión en mi médula espinal le ruego un gran favor, no permita que me hagan nada y déjame por favor fallecer. Eso me puso en la situación de entender que mi vida era mía y podía disponer de ella. Tardé tres meses en ponerme en pie. ***Por estos días los teléfonos de Gustavo Quintana se mueren a cada rato. Al ser el único médico en Colombia que se pronuncia abiertamente sobre el tema, la prensa no deja de llamar y los aparatos se infartan mientras él habla. Durante la hora y 18 minutos que duró esta entrevista, la conversación se cortó en varias ocasiones y al menos dos de ellas tuvieron que ver con la actual popularidad del Doctor Muerte.Relacionado con la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente, dice que no trabaja con ellos de forma directa. Es la Fundación la que recibe inicialmente a los pacientes, los asesora y si ellos insisten en la eutanasia,  entonces los ponen en contacto con él. “No recibo absolutamente ningún salario de la Fundación, yo soy un voluntario que ayuda a las personas que acuden a mí”. ¿Cuánto vale hoy día una eutanasia?Me reservo una respetuosa prudencia porque no quiero que hablar de costos haga que las personas piensen que tiene su acceso limitado a la eutanasia. ¿Cómo es el trabajo de la Fundación Pro Derecho a Vivir Dignamente?La fundación lo que brinda es una asesoría sicológica para la familia del paciente y para el paciente. Ellos no asumen nunca la responsabilidad de poner en práctica la eutanasia. La eutanasia, como un hecho, sigue siendo un hecho privado entre el paciente y su médico. La fundación nunca le dice al paciente que la va a garantizar la eutanasia, la fundación pone en contacto al paciente conmigo. Yo no necesito ningún aval de la fundación para atender a mis pacientes, la fundación sirve como fuente de información.  ¿Cuál es su criterio para practicar una eutanasia? En un paciente desahuciado está toda la razón moral de ese paciente para poder solicitar que se le ayude a morir. ¿No tiene que revisar exámenes? Si encuentro un paciente que puede brincar lazo, pues le pido que por favor viva. Siempre los aliento a que vivan con dignidad. Mi primera intención es animar al paciente a que mantenga los días que le quedan con la dignidad que él cree merecer. Yo no soy capaz de juzgar esa dignidad. ¿Cómo se vinculó a la Fundación?Hace muchos más o menos 12  años firmé  una declaración con ellos en la que expresaba que en caso de no poder decidir por enfermedad o accidente, me negaba intentaran mantenerme vivo sin ofrecerme calidad de vida.  Tiempo después, la fundadora de la Fundación, que me había escuchado hablar en radio sobre la eutanasia, me encargó unas conferencias sobre el tema. Y empecé a hablar sobre la eutanasia, considerándola como un acto de amor con la gente. Cuando me tildan de asesino yo me miro en el espejo y no veo la cara de un asesino sino de alguien que quiera ayudar a los demás. ¿Cómo se gana la vida?Continuando con mis pacientes de medicina general. Yo tuve un consultorio durante 35 años pero estaba en un cuarto piso sin ascensor, entonces imagínese los pacientes terminales. En este momento tengo alquilado en compañía de otros médicos un sitio donde hago mis consultas. De la eutanasia, los pacientes están en libertad de reconocerme unos honorarios médicos y si el paciente no tiene cómo, no es un obstáculo para que practique la eutanasia. ¿Y en promedio, esos honorarios son?Pueden ser 500, 600 mil pesos, lo que el paciente pueda, ha habido pacientes que han valorado mucho más mis honorarios, pero no son los honorarios algo que constituya una traba. Yo tengo otras fuentes de ingresos personales que establecí de tiempo atrás, no vivo solamente de la Medicina. *** El Doctor Muerte jura que ama la vida. Lo jura. Se ha casado cuatro veces y le gustaría llegar hasta los 85 años. Le da miedo morir. A pesar de su oficio, de hecho, dice que no ha sido capaz de imaginar su propio final. Tristemente, confiesa, mucha gente joven lo busca pidiéndole una eutanasia. Él dice que siempre se niega. “En un paciente que al otro día podría despertarse, ver salir el sol, recibir energía de las personas que lo aman, yo tengo que decirle que él solo debe tomar la responsabilidad de seguir viviendo o no”. ¿Alguna vez se ha sentido perseguido?Nunca, me siento con mi conciencia absolutamente tranquila ofreciendo un derecho inalienable, que es el derecho a elegir la forma de morir.Una paradoja que usted le tenga miedo a la muerte… Jajaja… sí. Todos los seres humanos adolecemos de lo mismo, todos quisiéramos ser eternos. Dice que es todo lo contrario a un verdugo… Yo soy el doctor de la  muerte, pero de la muerte digna. Yo soy un ser amoroso que acompaña con todo su afecto al paciente que decide concluir con su vida porque es su derecho. Con lo que plantea la resolución del Ministerio de Salud, usted deberá en adelante consultar la voluntad de sus pacientes con  un comité interdisciplinario… Pienso que este protocolo establecido por el Ministerio de Salud va a complicar muchísimo las cosas. Yo quisiera que alguien algún día se preguntara si después de más de 200 eutanasias que yo he realizado, hay alguien al menos de la familia de mis pacientes, que pudiera endilgarme el haber procedido sin haber tenido en cuenta con claridad la voluntad expresada de mis pacientes. ¿Por qué quiere vivir hasta los 85?Porque s muy probable que a los 85 esté impotente y sea muy feo. El día que me quiten el placer de la relación sexual ¿para qué quiero vivir? 

 

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