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¿Y cómo firmar la paz en las redes sociales?

Después del fuego cruzado entre partidarios del Sí y del No por el plebiscito, quedó en evidencia que aún no hay cese bilateral en el mundo virtual. ¿Por qué los colombianos somos así? ¿Cómo desarmarnos?

16 de octubre de 2016 Por: Alda Mera | Reportera de El País

Después del fuego cruzado entre partidarios del Sí y del No por el plebiscito, quedó en evidencia que aún no hay cese bilateral en el mundo virtual. ¿Por qué los colombianos somos así? ¿Cómo desarmarnos?

Como en la peor riña callejera del más burdo nivel. Así fue la batalla virtual que vivimos los colombianos en redes sociales antes y después del pasado plebiscito. Y eso que era por la paz. El  más candente cruce  de improperios, insultos,  amenazas, sarcasmos, descalificaciones  y agresiones  que circularon  por Facebook, Twitter y WhatsApp, fueron prueba de  cuan armados vivimos los colombianos  para pelear por lo que sea.  Porque así como nos herimos porque Sí y porque No, este país pendenciero también  tira a ‘matar’ por  el acuerdo de paz, se ofende  por las cartillas del Ministerio de Educación, pelea porque Nairo gana o porque no, enfrenta a evangélicos y a católicos por el matrimonio y la adopción para parejas gay,  condena a Falcao porque se lesiona, amenaza a  James... en fin. ¿Por qué están activados los improperios y las ofensas en redes sociales? Porque se  dan en un contexto  polarizado, contestatario, intolerante, explica María del Socorro Peláez, psicóloga clínica y docente de la Universidad Javeriana Cali.  “No son las redes sociales, sino el lenguaje  interiorizado en  nosotros”, dice. Víctor Solano, consultor en reputación digital de Impacto Comunicaciones, complementa que tal agresividad en redes sociales  es reflejo de lo que somos como sociedad. La gran diferencia con lo que sucedía antes, es que nos podemos escuchar, pero esa agresividad siempre ha estado latente, escondida. “Lo que pasa es que hoy sale a la luz, pero es lo que somos, lamentablemente”, comenta. Para Luis Fernando Muñoz, docente de Icesi, hay saturación de información y   estrés (virtual) porque la gente vive muy conectada al celular  consumiendo tal sobrecarga informativa. “Y como hay mucho rencor, la gente se despacha  en una posición facilista, pues en  las redes no se está construyendo nada positivo,  cogen temas de coyuntura y se  dan muchísimo  garrote”.  Muñoz advierte que eso es flor de un día, de momentos importantes como los  deportivos. Y da el ejemplo del matoneo a Nairo porque no le ganó a Froome en el Tour de Francia, sin entender que no estaba listo, que  no es un robot, para luego, elevarlo a la categoría de héroe al  ganar la Vuelta a España. En  el escenario político las redes nos polarizan al extremo como sociedad, dice Solano,  y  nos sirven para exorcizar esas furias, iras y esos sentimientos negativos, que mezclados con miedos e incertidumbres,  van creando unos odios  que se traducen en expresiones racistas, en contra de las minorías, de  los discapacitados, los homosexuales, y   el regionalismo se exacerba desde lo negativo.  “Podría ser positivo para mostrar sentido de pertenencia y amor por las regiones. Pero se ha convertido es en un escudo superagresivo de unas regiones contra otras”, opina Solano. Carlos García, experto en comunicación digital, coincide en  que la agresividad no es inherente a las redes sociales, sino que es una expresión del comportamiento de los colombianos. “Si en la calle nos damos en la jeta por cualquier cosa, pues en redes sociales no es distinto”, dice. La causa, opina,  es la falta de respeto por los demás, los altos niveles de intolerancia, ese comportamiento perverso en el que estamos sumidos hace muchos años. “La diferencia es que hoy las redes sociales amplifican los malos comportamientos;  es un espacio de encuentro social virtual  y allí se refleja  lo mejor o lo peor de nosotros”, añade. Muchas personas han tenido que salir de las redes sociales porque son víctimas de ciberacoso selectivo, intenso, masificado, con calumnias, fotomontajes y  ciberataques que lanza gente que se escuda  en el anonimato. Un  caso reciente  es el de la amenaza a James Rodríguez por la Legión Holk,  un colectivo de adolescentes de Iberoamérica, que se dedica a matonear   o  a trolear  a una persona por día, pero  no son conscientes de que están cayendo en  la calumnia y la injuria. “Es grave porque son muchachos que transitan en el delito informático sin saberlo”, dice Solano.  Muñoz, catedrático de mercadeo en redes sociales en Icesi, señala que lo que más  se mueve es la crítica y el rencor y de ahí pasan a atacar. Mas  si la persona o la marca da papaya, como   Viva Colombia, que hizo una publicidad para muchos sin trascendencia, pero se benefició porque todo el mundo habló de ella. Es que las redes sociales logran el fenómeno de sumar indignaciones,  pasiones, emociones, luchas, temores y amores, resume García:  “Si te siguen el juego, terminas convirtiéndote en  líder de opinión y si hallas aplausos de  quienes van en la misma vía, así sea de la agresión, acaban exaltándote,    como el que cuenta un chiste y todos  se ríen,  pero si nadie lo hace, a lo mejor deja de contarlos”. El analista dice que la gente ya no protesta en las calles, sino en las redes. Un artículo del New York  Times decía que las redes sociales se han convertido en un espacio de odio porque  es fácil  atacar desde el celular a gobernantes, políticos, artistas, deportistas, modelos, que como todo ser humano, se equivoca, pero la gente es muy dura: los tratan con  palabras soeces, memes, unos divertidos, otros agresivos. Como le sucedió a la ex ministra Gina Parody, tras la marcha contra las cartillas, que rebasó el límite a su vida personal e intimidad, indica Muñoz. “Una cosa es estar de acuerdo o en desacuerdo y otra atacar  pretendiendo  un planeta ideal, donde solo haya hombres y mujeres y los niños nazcan dentro del matrimonio tradicional”, comenta. El docente advierte sobre el rol de los ‘community manager’ para saber sortear  los ataques: “No se trata de ponerse a  pelear ni a contestar todo, porque la confrontación en redes sociales no  acaba nunca. Hay que saber canalizar y ser creativo”.  Y cita ejemplos: cuando criticaron   la camiseta de la Selección Colombia del Mundial 2014,  el ‘community manager’ se dejó enganchar y dijo: ‘Si no les gusta es porque Colombia está lleno de criticones y descerebrados’. “Esa  era una  posición personal,  no la de la empresa que elaboró la prenda, que  salió a aclararlo,  porque eso se puede volver en contra:  ‘¿cómo así que esta marca pelea con sus clientes?’ y deja de comprar sus productos”, explica.   Es cuando hay que tener capacidad de rebote y  no conectarse con el atacante. Como lo supo hacer la marca Doritos, cuando  lanzó en México  un producto de paquete con mensajes alusivos a la diversidad sexual con la bandera gay. Un sector  lo rechazó y amenazó con  boicotear sus productos, pero sus ‘community manager’ lo resolvieron de forma natural, sin casar pelea, dando mensajes de ‘podemos vivir juntos, así ustedes  no estén de acuerdo’.   Muñoz advierte que se debe  pensar en qué  intereses hay detrás de cada mensaje. Con  influenciadores (ver  nota anexa) en escena, es claro que  muchas cuentas  son falsas   creadas solo para una campaña publicitaria, religiosa, electoral, etc.,  para atacar y crear ejércitos para una persona que busca un efecto, que renuncie alguien, por ejemplo.  Las redes sociales han adquirido tal fuerza y pueden influenciar tanto,  que ya  superan  la capacidad que tenían los medios masivos, argumenta Muñoz. “La pregunta es cómo se forma el criterio de la gente, a quién le creemos y a quién no le creemos”, reflexiona el docente. Otro elemento de juicio es  que solo el 20 % de usuarios de redes sociales   publican el 80 % de los contenidos. Es  el llamado principio de  Paretto, en el que la gran masa anda por las redes de ‘miranda’, no crean  ni publican nada, solo son  seguidores de  los que las mueven.“Eso indica que la mayoría termina siendo  manipulada, influenciada, porque no razonan en quiénes son los autores de los contenidos, qué intereses tienen y que eso que dicen no es tan espontáneo como  parece”, advierte Muñoz.  Incluso, algunos andan viendo  qué pescan en río revuelto para generar polémica,  porque es muy fácil criticar desde la cama viendo televisión. Seguro, los que criticaron a Nairo por lo del Tour de Francia, jamás se han subido a una bicicleta. Igual  pasó con Falcao García, que se lesionó y le decían que se había pasado a trabajar a un banco porque le gustaba la banca. “Hay que tener mucha fortaleza interior, o sino, lo pueden destruir”, opina  Muñoz. Para Carlos García, la campaña que vivimos esta semanas fue la más desastrosa  del país porque mezcló todo: plebiscito, una supuesta ideología de género que no existe y la idea  de que los homosexuales van a homosexualizar al país. A artistas, periodistas, a todos les dicen que los van a matar, pero  la gente no sabe que es posible denunciarlos por todo lo que llegue  por  Facebook, Twitter, Instagram o  correo electrónico. Alba Lucero García, magister en psicología y docente de la UAO, plantea que   las nuevas tecnologías cambiaron el cómo nos relacionábamos antes: “Hace unos años  interactuábamos en comunidad, viéndonos, reconociéndonos, sabiendo quién es el uno y quién es el otro”.   La ciberintolerancia refleja   algo que no anda bien en nuestro yo y no  el nivel académico.  “Sencillamente hace parte del acervo moral  recibido en el hogar,  en la socialización primaria, aquello con lo que nos  mandan desde casa”, sentencia Solano. La pantalla empodera, la virtualidad da una suerte de anonimato que facilita  conductas que a nivel personal no harían. Típico de los que postean mensajes sobre la envidia, el orgullo, la hipocresía,  etc., sin destinatario preciso. Está interpelando a otro, pero no frente a frente y lo deja sin  oportunidad de responder, controvertir, debatir. “Las redes sociales son como un baño público, llenos de grafitis insultantes; en redes sociales ves lo mismo, potenciado a los extremos y como no tengo que responder de inmediato, la responsabilidad es menor que si la tuviera al frente”, concluye García. Aprenda a controlar las emociones Todo empieza en  casa, desde la infancia. Todos los adultos o adolescentes que hoy se comportan mal en las redes, solo están mostrando su  formación  de infancia. La psicóloga y magister en psicología clínica, Alba Lucero García, docente de la Universidad Autónoma de Occidente, UAO, afirma que hay que  hacer una labor juiciosa, sistemática y convincente durante la crianza, de enseñar a los hijos el deseo de    querer vivir bien con el otro, generar clima  positivo  de convivencia. “Esa tarea nunca caduca: enseñar a vivir bien,  a respetar el otro y la diferencia en el otro”, indica.  Para desactivar  ese coctel molotov de odios, iras, venganzas y otras emociones negativas que explotan  en redes sociales, ella propone enseñarles a los niños  a controlar los sentimientos y las emociones y canalizarlos en forma positiva.   Lamentablemente los padres  están muy ocupados trabajando o tienen otros intereses, y  sus hijos pasan a un segundo lugar. “Estos niños van creciendo sumergidos en un mundo del narcisismo y del principio del placer, que no son positivos para la convivencia en ninguna sociedad”, comenta. Su consejo es  aprender a  poner límites, no darles todo lo que quieren  en el instante que quieren. “Eso es ir formándoles su carácter, su manera de ser que les facilite vivir en sociedad,  real o virtual”, afirma  Alba Lucero.   Víctor Solano, consultor en reputación digital de Impacto Comunicaciones, aconseja  acompañar la experiencia de  consumo digital de los hijos.   “Cuando delegamos la tarea de ser padres a los medios de comunicación, a internet y a las mismas redes sociales,  estamos desatendiendo nuestro gran deber”, argumenta. Hay que sintonizarse con los intereses de los hijos, dice, para tener una experiencia de consumo de esos contenidos, compartida, y así haya  socialización  sobre qué se puede y se debe hacer en las redes, añade.  Insistir  en crearles conciencia de que afectar a alguien en redes sociales es igual que hacerlo presencialmente, continúa Solano. Con la diferencia que por las vías virtuales es peor,  porque es más masivo y termina hiriendo muchísimo la autoestima de la persona. Para controlar los  pocos niveles de tolerancia al otro o a  la diferencia, se vale el  principio básico de las relaciones humanas: tener consideración con el otro. “Mas  que estar de acuerdo con los acuerdos de paz, tenemos que llegar a  un consenso para expresarnos en lenguaje positivo, asertivo, no agresivo. No significa censura, sino argumentar sin  arengas ni    insultos”, opina Solano.  Si no le importan los demás, hágalo por sí mismo, con  conciencia de  que lo que hacemos en redes sociales deja una huella digital y si nos comportamos negativamente, “va a afectar nuestra reputación con  un impacto negativo en nuestras vidas”, explica Solano. Luis Fernando Muñoz, gerente de la agencia de mercadeo digital Creatis Tech S.A., coincide en que es   fundamental  mostrar los alcances de la huella digital (como la huella dactilar): todo lo que se publique en redes sociales queda  grabado, así lo borre, lo elimine o lo oculte, puede que antes le tomen  foto o  una captura de pantalla. Y  puede ser, a futuro,  un obstáculo para obtener un empleo.  El problema es que,  infortunadamente ese lenguaje violento,  descalificante,  intolerante, ya está permeando a los niños, que están hablando de la misma forma que los adultos, opina  la psicóloga María del Socorro Peláez. “Por ejemplo, repiten que no se puede perdonar, que hay que matar al otro, un lenguaje totalmente irrespetuoso frente a  las diversidades”, cuenta. Ella ha visto casos de niños y adolescentes que han sido violentados  en su intimidad, a quienes les han publicado fotos sin su consentimiento, que crean páginas ficticias haciendo creer que es de otro niño, se han burlado de la vida privada o lo  amenazan  con qué pasa si te  publico tal cosa. Y los medios de comunicación están muy ensimismados  en vender el ideal del consumismo, el  excesivo narcisismo, que torna una sociedad demasiado egoísta y manipuladora, cuestiona la profesora Alba Lucero. “El sistema no está diseñado para enseñar la importancia de vivir con los valores de respeto, solidaridad, generosidad y tolerancia a los demás”, se queja.  La profesora María del Socorro  recava en que en las redes sociales también hay  mensajes positivos. “Pero depende del uso que hagagamos de ellas. Si mi lenguaje es conflictivo, intolerante, agresivo, eso es lo que voy a escribir en redes sociales”. ¿Qué dicen los influenciadores? “Mi trabajo es insertar mensajes en las redes sociales. Si el público las acepta o no,  depende de su credibilidad o de sus niveles de influencia, pero es algo muy subjetivo o también muy relativo si su  audiencia le copia o le hace caso”. Este testimonio es de un periodista y estratega digital – pidió reservar su identidad–, quien admite que los políticos contratan influenciadores para crear tendencia sobre  temas puntuales.  Con más  de  5000 seguidores en Facebook, 80.000 en Twitter y 14.000 en Instagram, cultivados en 9 años de trabajo como influenciador, dice que esta labor  se pudo apreciar en la encarnizada guerra entre los del Sí y los del No, del pasado plebiscito. “El espectador no  podía saber si quienes trinaban o posteaban eran pagados o si era gente en verdad hablando de eso, lo que uno ve es una  manipulación en este tipo de situaciones”, acepta. Esta situación se da porque el  público desconoce que así como hay campañas para informar, también las hay para desinformar, mal informar, tergiversar, distorsionar y en últimas, manipular, indica. En su opinión, una  campaña muy efectiva fue  cuando Uber activó influenciadores, y esa firma aún no era muy reconocida, pero así logró fidelizar bastantes clientes   a  la marca. Comenta que los medios de comunicación ayudan a viralizar  situaciones como la del ‘¿Usted no sabe quién soy yo?’. Según él, el tipo  estaba borracho, pero ni siquiera estaba conduciendo, pero los medios le dieron trascendencia porque él cometió un error al decir que era  familiar de César Gaviria.  “Eso   aumentó la  viralidad de inmediato, le tocó esconderse, casi lo llevan a la cárcel,  no era tan grave como se  mostró, pero los medios se pegaron de eso y en redes  satanizaron el caso, pidieron cárcel para él y   hasta protagonizó   una webserie del tema”, cuenta y advierte: “En casos  así hay que tener mucho cuidado, porque se puede  volver hasta un problema nacional”. Ahora   está rodando una  denuncia de  los abusos al Sisbén, de personas que se están colando en el sistema y quitándoles los beneficios a los que no lo tienen.  Otros influenciadores   reconocen que  algunas veces los han contratado para hacer  campañas “sucias” para inclinar la opinión pública hacia un lado.  Por ejemplo, contra un proyecto de  ley o normatividad que el Gobierno quiere tramitar y que ciertos políticos o sectores de opinión rechazan. O el caso contrario, para que dejen hacer algo, porque a veces hay intereses que van en contra del mismo Gobierno. “Entonces, toca controlarlos”, afirman. Para controlar esos odios colectivos, alimentados  muchas veces por el combustible de influenciadores digitales a sueldo,  la psicóloga y docente de la Javeriana, María del Socorro Peláez,  recomienda que se debe  tener una postura crítica ante esos comentarios que piden echar a la hoguera algo o a alguien. Sus consejos son: No reenvíe hasta que esté seguro, lea  por lo menos tres  posturas distintas sobre el tema para tener una visión más completa y neutral, vea más de un  noticiero, no el de un solo canal o el de siempre, verifique  las fuentes para saber qué cosas son reales y cuáles no. Y muy importante,    educar a la población sobre  cuáles son los buscadores con bases de datos fidedignos y cuáles no.   Otro truco efectivo es: contrapreguntarle a quien le manda un mensaje por WhatsApp, ¿Usted está de acuerdo con lo que publicó o solo lo reenvió? “Porque muchas veces reenvían, comparten o retuitean un mensaje sin siquiera leerlo ni mucho menos pensar en el daño que se puede llegar a causar con él”, concluye la psicóloga Peláez. Piense antes de... No publicar en caliente,  sino cuando la emocionalidad inicial y la  situación  se hayan decantado.Tampoco se debe publicar si  se  está de mal genio, mucho menos si está con unos tragos en la cabeza.Preguntarse siempre: ¿puede  dañar o herir a alguien este contenido? ¿Vale realmente la pena que lo publique? Saber manejar los ataques  como con un escudo. Debemos ponernos en diálogo  acerca de la responsabilidad que tenemos  cada vez que escribimos. Las personas activas en redes sociales  casi no dimensionan la responsabilidad social que tenemos cuando publican. Se debe ser prudente con la palabra  y comprender los alcances de esta en la red virtual. Entender que somos adultos,   que influenciamos a los demás.Cuidar su lenguaje.    Si no nos comprometemos a adoptar un lenguaje más propositivo, es difícil.  Asegúrese de no dañar la imagen  del otro, nunca transgreda la intimidad del otro, no amenace con publicar contenidos que no le corresponden y verifique  que el contenido tenga piso.Tenga en cuenta la legislación  sobre los niños, no publicar nada  que dañe la salud emocional o física de ellos.Cuídese de su círculo de amigos,    agregados y seguidores.  Saber que estar en las redes sociales es estar en lo público, y si usted quiere privacidad absoluta, lo mejor es que no esté en ellas, porque por más filtros que tenga, termina siendo una vía pública.Exprese  su opinión en forma tranquila,  reposada, pero, ante todo, respetuosa. Porque si va en contra de los demás con palabras insultantes y amenazantes, prácticamente está aportando a la misma podredumbre de las agresiones en redes sociales.

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