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Veinticinco años después, los armeritas se reencuentran

Armero aún es un gran cementerio. Del territorio que acogía a más de 25 mil personas, que perecieron bajo una avalancha producto de la erupción del volcán del Nevado del Ruiz, hoy sólo quedan lápidas esparcidas entre los árboles.

13 de noviembre de 2010 Por: Elpais.com.co | Colprensa

Armero aún es un gran cementerio. Del territorio que acogía a más de 25 mil personas, que perecieron bajo una avalancha producto de la erupción del volcán del Nevado del Ruiz, hoy sólo quedan lápidas esparcidas entre los árboles.

Veinticinco años después de la tragedia, Armero aún es un gran cementerio. Del territorio que acogía a más de 25 mil personas, que perecieron bajo una avalancha producto de la erupción del volcán del Nevado del Ruiz, hoy sólo quedan lápidas esparcidas entre los árboles que fueron creciendo con posterioridad al desastre natural.Es sábado y el Armero antiguo (ahora existe Armero Guayabal, donde habita la mayoría de los sobrevivientes de la tragedia) es epicentro de una conmemoración esperada cada 13 de noviembre: la del aniversario del desastre natural que borró del mapa a la que fue, en su momento, la segunda población más importante del departamento del Tolima.Con el paso de la mañana los armeritas más viejos comienzan a llegar a la que fue “la tierra que los vio nacer” , para recordar con tristeza aquella fatídica noche en la que más del 90 por ciento de la población perdió la vida, como lo cuenta Félix Antonio Lerman, un campesino de 61 años, quien en ese entonces tenía 36.“No se me olvida que como a las 10:30 de la noche estaba lloviendo purita arena, porque la avalancha ya se veía venir. Pero uno pensaba que eso era solo pura agua, porque pensábamos era que se iba a desbordar el río Lagunilla” , cuenta Félix, quien también reconoce que el pueblo entero estaba avisado de los riesgos, pero que el sacerdote local insistió en que no iba a suceder nada.Félix Antonio se salvó, como otros, porque habitaba en la parte baja de Armero y eso le dio tiempo para sentir el ruido de la avalancha acercándose y salir con su familia hacia un lugar más seguro.“Los que sí sufrieron el mayor impacto fueron los que estaban en la parte de arriba, por los lados de la iglesia, porque la avalancha se los llevó de primeritos” , cuenta el campesino que llegó hoy solo para recordar la tragedia, puesto que su madre –única familiar viva al momento de la explosión- murió años después, “de vieja” .Con el paso de las primeras horas de la mañana, las antiguas calles de Armero, que hoy son los senderos improvisados del cementerio se van llenando de familias que llegan para reencontrarse con su pasado y con quienes fueron sus amigos de infancia.En cada rincón del cementerio se escucha a personas hablando de cómo eran las calles, de dónde vivía una familia y la otra. “Las lápidas son una manera de encontrar los lugares donde vivíamos, porque cada una tiene los nombres y los apellidos de los familiares que murieron en sus casas, mientras dormían” , dice José Dairo Barreto, un armerita que aprovechó la conmemoración de los 25 años del desastre para encontrarse con su hermano, que vive en Venezuela.También llegaron aquellos que aprovecharon esta ‘fecha especial’ como una excusa con la cual exorcizar sus culpas por lo que no pudieron hacer, como Nelfa, una antigua habitante de Armero que en la época de la avalancha ya no vivía en el pueblo y que tenía planeado ir para convencer a su hija mayor de que se alejara de la ciudad, por el peligro que había.“Yo no vivía aquí en esa época, pero quería venir para convencer a mi hija mayor, porque ella tenía miedo del volcán. Tenía planeado ir, no lo hice y el 13 de noviembre amanecí con ese luto de la tragedia” , cuenta Nelfa, quien manifiesta que estar en Armero después de casi 20 años, la hace sentir “un reencuentro con las raíces tan fuerte, que da nostalgia y ganas de llorar” .La 'santa' OmairaCuando uno camina por los senderos del antiguo Armero llega un punto en el que un viejo letrero, auspiciado por la Gobernación del Tolima, le indica que 400 metros a la izquierda está la tumba de Omaira Sánchez, la niña que conmovió al planeta entero.Según relata Jorge Orjuela, director de Inravisión en ese entonces y quien llevó un helicóptero –con el periodista Germán Santamaría a bordo- para colaborar en las operaciones de rescate, Omaira Sánchez se convirtió “en el símbolo del desastre de Armero”.“La forma como murió, las palabras que dijo durante su suplicio, y toda la atención que Colombia le puso a su agonía convirtió a la niña Omaira en un símbolo de la tragedia. Realmente fue un caso excepcional, que fue terrible para todo el país, que la acompañó hasta su muerte”, recuerda Orjuela.En aquel lugar donde murió Omaira pocos días después de la avalancha, hoy se eleva una especie de mausoleo, adornado con placas dejadas por las personas que –según relatan– le agradecen porque el alma de la niña intercedió para cumplirles sus deseos.Es por eso que los visitantes acostumbran a comprar un rosario que vende algún comerciante ocasional y lo dejan colgado cerca de la tumba, a la espera de que la niña Omaira, así como la Virgen María, intercedan por sus peticiones para que se les hagan realidad.Armando a ArmeroDespués de cinco lustros del desastre, lo que más quieren los sobrevivientes es recuperar la historia de lo que sucedió, para que “no se vuelva a repetir” . Esto se refleja en la iniciativa del armerita Francisco González, quien hace años gestionó la creación de la Fundación Armando Armero, que se encarga de promover actividades enfocadas a ese objetivo.La Fundación Armando Armero diseñó tres fases para recuperar la memoria del pueblo: el centro de interpretación de la memoria de Armero, la creación de una ruta de turismo cultural y un museo de los desastres naturales, con la intención de prevenir a las personas sobre este tipo de fenómenos, que acabó con su población.Sin embargo, González se queja de que para llevar a cabo su tarea “hace falta apoyo del Gobierno, porque hasta el momento ha sido nulo” .“Estamos haciendo una galería fotográfica con las víctimas de Armero y tenemos algunas hechas con recursos propios, pero si tuviésemos apoyo del Gobierno habríamos logrado una galería de kilómetros, para generar referentes de memoria” , manifiesta González, quien agrega que el mayor aporte para realizar sus iniciativas es de cooperación internacional.

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