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Ricardo Fuentes, la voz de un ídolo que no se quiere apagar

Uno de los grandes boleristas de América ha perdido su voz y la movilidad en sus piernas por una neuropatía. ¿Cómo vive así un ídolo del pueblo?

31 de agosto de 2014 Por: Yesid Toro | Reportero de Q'hubo Cali

Uno de los grandes boleristas de América ha perdido su voz y la movilidad en sus piernas por una neuropatía. ¿Cómo vive así un ídolo del pueblo?

Marta Cecilia Marín agarra el teléfono negro que hay en la sala del apartamento del Edificio Jorge Gutiérrez, en el centro de Pereira, y recibe la llamada en voz baja. Tras susurrar unos minutos y acercarse a la ventana del sexto piso desde donde se ve el centro de la ciudad, se despide rápidamente. -Bueno señor, muchas gracias. Sí, sí, tranquilo, yo le doy la razón- dice la mujer con ganas de colgar de inmediato.En un extremo de la extensa sala del apartamento está sentado en una silla de ruedas el hombre para quien iba dirigida la llamada. Él mira por unos segundos y pregunta con una voz casi inperceptible: “¿Quién llamó?”. “Nadie, un señor ofreciendo telecable”, le responde Marta. Ricardo Mogollón Salguero, porque así se llama en realidad, vuelve a su silencio. “Es que prefiero no decirle que lo llamaron para una presentación porque se pone triste. Llora cada vez que recuerda que no puede cantar”, dice Marta.Su última presentación como Ricardo Fuentes, el grande, el señor bolerista, fue en octubre de 2009 para la celebración de los ocho años del Restaurante La Bodeguita, ubicado en Elephant and Castle, en Londres.Esa noche el curuba de su traje brillaba, su voz potente hacía que se levantaran copas y que colombianos y ecuatorianos cantaran eufóricos. Esa noche tuvo que cantar varias veces ‘Cuánto te debo’, el mayor de sus éxitos. Esa noche de luces ha quedado atrás, como otros recuerdos, como el eco lejano de sus propias canciones. “Tenía 16 presentaciones en Europa cuando se enfermó en 2010. Y todavía lo llaman porque era muy bueno, uno de los menores”, recuerda Marta mientras sostiene en sus manos un viejo álbum con fotos familiares de su yerno, ahora su compañero de vida y amigo.En 2010, cuando regresó a Colombia, Ricardo Fuentes, considerado como uno de los más grandes boleristas de todos los tiempos, y quien incluso estuvo a punto de llegar a la nómina de lujo de la Sonora Matancera, fue sometido a una cirugía en la columna vertebral. Aunque solo cargaba maletas en sus giras, los discos vertebrales hicieron fricción y el dolor fue insoportable. Ricardo, de discos, solo conocía los que había grabado. Pero de repente tuvo que cambiar los estudios de grabación por un quirófano, los escenarios por una cama y tuvo que ver como hace ocho meses sus piernas dejaron de funcionar y su voz se apagó porque también una neuropatía llegó para hacer de su vida un bolero triste. La existencia actual de este gran artista es como una de sus canciones: con amores y desamores, con alegrías y fatigas, con aplausos y soledad.Marta, su ángelA Marta Cecilia Marín es necesario nombrarla varias veces en esta historia. Primero, porque es la madre de Analia Ramírez, la última esposa que tuvo Ricardo Fuentes. Y segundo, porque en estos momentos, pese a que su hija lleva diez años separada de Ricardo, ella se convirtió en el ángel que cuida y acompaña al bolerista. Una mañana de octubre, en 2010, Marta llegó para realizar el aseo en el apartamento de su exyerno y lo encontró casi muerto en el piso. Había convulsionado. Vivía solo. “Ese día lo llevamos al hospital y cuando lo iban a entubar lo primero que gritó fue: “cuidado con mis cuerdas vocales”. Luego quedó un poco ronco, pero hablaba. Tras un mes en el hospital le dieron de alta, pero no se movía de la cama. Así estuvo mucho tiempo y de hecho como está ahora, no es ni la mitad de como estuvo. Creímos que iba a morir. Finalmente quedó en esa silla de ruedas y poco a poco esa voz se apagó”, dice Marta mientras lo ve pasar camino al baño. Hasta ese momento era ella la que contaba todo. Escucharlo hablar con esa angustia, con tanta dificultad, equivale a recibir una noticia fatal, algo así como la muerte de un familiar. El efecto es el mismo: es inevitable el llanto. El único disco de oro que ganó por las ventas de su álbum ‘Por amor’, está colgado en una pared de color azul claro en la sala del apartamento, como un recordatorio de sus días de grandeza. De camino al baño Ricardo se detiene y lo mira: “Ese es uno de mis grandes trofeos”, dice. Luego impulsa la silla usando unos guantes blancos para no tallar sus manos arrugadas. Dentro del baño, explica Marta, su yerno hace peripecias. “Pero lo intenta, así dure una hora, así luche en silencio”. Ella aprovecha la ausencia para decir cosas que no se atreve delante de él por temor a hacerlo sufrir. “Cuando ando por la calle suena mucho la música de él en bares y cantinas y lloro. Hasta he comprado uno que otro long play que veo por ahí porque su hijo, el único que tuvo y que también se llama Ricardo, se llevó toda la colección para los Estados Unidos, donde vive. Ricardo no puede ver sus videos ni escuchar sus canciones porque se le vienen las lágrimas. Evitamos que lo haga. Sin embargo a veces me dice que le ponga ‘Pequeño cuartito’, es una de sus favoritas”.Marta, que en su piel blanca pecosa y en sus ojos verdes tiene la estampa de la clásica risaraldense, abre la puerta para que entre un joven que le hará una de las tres terapias físicas a las que Ricardo Fuentes es sometido cada semana. Es miércoles y son las 8:30 de la mañana. Él tardó unos 40 minutos en salir del baño. Salió sonriente. La risa duró poco. Cuando el terapeuta alzó sus piernas frágiles hizo muecas de dolor. El dolor es lo único que le hace alzar la voz. Hay una esperanzaLlegamos al apartamento de Ricardo Fuentes un día muy especial. El pasado miércoles 20 de agosto tenía su primera cita con la fonoaudióloga Nidia Patricia Cedeño, quien le hará las terapias de voz. Verlo vestirse solo y salir por el ascensor del edificio impecablemente peinado y vestido, a pesar de que iba en silla de ruedas, fue gratificante. Siempre en su cotidianidad, en sus presentaciones, en sus viajes, Ricardo fue impecable: zapatos lustrados, pantalón a la medida sin el ruedo muy largo, camisas y chaquetas de seda, algodón y paño.Y esta sería no una cita con su público, como hace años, sino con una esperanza: la de hablar. Una vez en el centro médico adonde acompañamos al artista, y ya finalizada la primera terapia de las tres semanales que le harán, la doctora Nidia lo revisó y tras un examen minucioso esbozó su concepto: “creo que podremos recuperar su voz. No podrá cantar como antes, pero va a estar mejor”.La buena noticia hizo que esos ojos empañados por las fatigas brillaran un poco, y que ese rostro añoso se iluminara de repente.De regreso a casa había más alegrías y sorpresas. Su mejor amigo de los Estados Unidos, Gustavo López lo fue a visitar tras cuatro años, y su colega, el también cantante popular Jhonny Rivera, se apareció para extender su mano amiga en nombre de otros artistas. Lo que pasó fue que tras la noticia hecha por sobre el estado del cantante de boleros, muchos apenas se dieron cuenta. Ricardo Fuentes, por convicción, siempre ha sido un solitario. “A mí no me da nostalgia estar solo porque siempre tengo la compañía de Dios. Sin embargo, le doy gracias a él por Marta. Pero ahora mismo le pido que me pare de esta silla”. Se detiene y llora: “Me voy a parar y voy a cantar”.

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