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Juan Pablo II en su visita a Colombia en 1986. | Foto: EFE

VATICANO

Reviva el paso de los otros Papas que han visitado a Colombia

Pablo VI y Juan Pablo II fueron los primeros Obispos de Roma en visitar el país en el siglo pasado.

5 de septiembre de 2017 Por: Redacción de El País 

En 1968 Colombia entró a la historia por ser el primer país de Latinoamérica en recibir la visita de un máximo jerarca de la Iglesia Católica, cuando el 22 de agosto arribó Pablo VI, quien había sido elegido Papa cinco años antes.

A pesar de que se trató de un acontecimiento histórico, aquella fue una visita corta de tres días y dos noches con motivo de la clausura del 39 Congreso Eucarístico Internacional en Bogotá, y la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

18 años después Colombia se inscribiría de nuevo en la historia, cuando el primer Papa no italiano desde 1523, Juan Pablo II, se embarcara en uno de los viajes más largos realizados por un Obispo de Roma al llegar a Colombia el 1 de Julio de 1986 para permanecer en el país durante 7 días y 6 noches.

Hoy el papa Francisco, el llamado a sacar a la Iglesia Católica de una de sus más grandes crisis, llega al país en otra histórica visita como el primer Pontífice nacido en un país de América Latina.

Primer Pontífice en Latinoamérica

El jueves 22 de agosto de 1968 llegó a Bogotá Giovanni Battista Montini, el papa Pablo VI, convirtiéndose en el primer pontífice que visitaba un país latinoamericano y quien, en un gesto de humildad que habría de inmortalizarse en fotos que recorrieron todo el mundo, besó el suelo colombiano una vez descendió del avión.

A Pablo VI lo esperaba una comitiva encabezada por el presidente de la República, Carlos Lleras Restrepo; el cardenal arzobispo de Bogotá, Luis Concha Córdoba; el administrador apostólico de la Arquidiócesis de Bogotá, Aníbal Muñoz Duque, y una multitud nunca antes vista que colmaba el camino que había de seguir, desde el aeropuerto hasta la catedral.

“Un gozo íntimo y una trepidante conmoción invaden nuestro ánimo al ver que la Providencia nos ha reservado el privilegio de ser el primer Papa que llega a esta nobilísima tierra, a este cristiano continente, donde un día arcano comenzó a añadirse la altura de la Cruz sobre las cimas andinas y, en los viejos caminos de los chibchas [...] empezó a dibujarse la silueta de Cristo”, dijo después de haber besado tierra colombiana.


Aquella visita, sin embargo, se limitó al pequeño poblado de Mosquera y a la capital del país y , en donde visitó la Catedral, el Parque Simón Bolívar, una zona marginada del sur y a un grupo de campesinos en la cercana población de Mosquera. Quizá una de las visitas más recordadas de este viaje fue la que realizó al barrio conocido como Venecia, sur de la capital, en cuya parroquia celebró la eucaristía y se reunió con algunos enfermos.

Posteriormente, inauguró la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en la Catedral Primada, y de esta se dirigió por entre una delirante multitud que lo aclamaba y aplaudía, por la Carrera Séptima hasta la Calle 78 con Carrera 11 para bendecir la sede del Celam (Conferencia Episcopal Latinoamericana).

Juan Pablo II trajo luz en la oscuridad

Fue en julio de 1986: el país aún no se reponía de la tragedia de Armero y tampoco del ‘Holocausto’ de la toma del Palacio de Justicia por parte de guerrilleros del M-19, eventos que habían tenido lugar en noviembre de 1985. Además, la guerra contra el narcotráfico, que sería uno de los episodios más lamentables de la historia reciente de Colombia, empezaba a tomar forma: en diciembre de ese año el asesinato del director de El Espectador, Guillermo Cano, por orden de Pablo Escobar, sería el comienzo de un baño de sangre y miedo que se prolongaría por al menos ocho años.

Fue en ese escenario que Karol Wojtyla, el papa proveniente de la ‘Cortina de Hierro’ y quien en 1978 había elegido el nombre Juan Pablo II para su pontificado, llegaba a Colombia.

Según recuerda monseñor Fabián Marulanda, quien fue el encargado de llevar la maleta en que el Papa guardaba sus medallas, los siete días que duró la visita de Juan Pablo II, denominados los ‘días blancos’, fueron una verdadera maratón del Pontífice en la que visitó once poblaciones a lo largo de todo el territorio, incluidas las ruinas de Armero.

Esta visita, justamente, se dio gracias a la participación del entonces obispo Marulanda, luego de que la propia Presidencia de la República descartara un viaje a Armero por temor a una erupción del Nevado del Ruiz. Marulanda, quien representaba al Obispo de Ibagué en una reunión con el presidente Belisario Betancur, hizo ver la oportunidad de que el Papa orara por los muertos en el escenario mismo de la tragedia.

Además de Armero, Juan Pablo II estuvo en Bogotá, Chiquinquirá, Popayán, Tumaco, Bucaramanga, Cartagena y Barranquilla en un recorrido en el que ofició un total de 27 misas y realizó algunos de los encuentros más recordados por los colombianos y los caleños, como el que tuvo con 20 niños misioneros en el Seminario Mayor de Cali.

Aquello ocurrió el 3 de julio de 1986, el mismo día arribó a la base aérea Marco Fidel Suárez, desde donde realizó un recorrido en su ‘papamóvil’ por la Carrera 8 y la Calle 44, para luego tomar la Autopista Sur y la Calle 5 hasta llegar al Seminario Apostólico en La Umbría, en Pance, donde pernoctó.

El trayecto de 18,8 kilómetros desde la Base Aérea, tupido de banderas e imágenes del Papa en postes, balcones y ventanas, terminó a las 8:50 p.m., cuando entró al Seminario Mayor.

Allí, antes de su reunión con los niños, tuvo lugar otra de las escenas más recordadas de su visita a Colombia, luego de que el Papa entrara a la cocina del Seminario para lavarse las manos. Juan Pablo II sorprendió a las mujeres que le preparaban su cena al entrar como si se tratara de un empleado más, enjuagarse su cara en el lavaplatos y luego secarse con uno de los trapos de la cocina, para después cenar con los 20 niños misioneros, de los cuales dos eran menores que habían vivido en la calle y se encontraban en un proceso de resocialización.

Sin embargo, más allá de las anécdotas, lo que recuerda monseñor Fabián Marulanda de aquella visita fue el mensaje por la paz y los vehementes discursos que pronunció el Papa contra la clase dirigente del país. “Juan Pablo II recordó las palabras de Pablo VI cuando vino a Colombia, en agosto de 1968: ‘todos los problemas que estaba viviendo Colombia en ese momento de violencia, hubieran podido ser prevenidos con reformas oportunas y audaces’”.

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