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“No se puede proponer una tutela por todo”: magistrada Calle

María Victoria Calle, magistrada de la Corte Constitucional, asegura que la justicia está retrasada en todo y uno de sus grandes problemas es el poco número de jueces. “La tutela no es un atajo”, dice.

23 de marzo de 2014 Por: Margarita Vidal Garcés

María Victoria Calle, magistrada de la Corte Constitucional, asegura que la justicia está retrasada en todo y uno de sus grandes problemas es el poco número de jueces. “La tutela no es un atajo”, dice.

Es la primera vez, desde que asumió su cargo hace cinco años en el máximo tribunal en materias constitucionales, que esta Magistrada de la Corte Constitucional concede una entrevista a un medio de comunicación. Acogió a El País con cordialidad y con la prudencia del caso, pero dijo cosas y, de paso, nos permitió un atisbo a su historia.Dice que tiene el corazón dividido porque, aunque nació en Medellín, hizo el bachillerato en Pereira, regresó para estudiar Derecho en la Universidad de Medellín y se casó con un pereirano -su novio de toda la vida. Se involucró entonces con Risaralda, donde permaneció muchos años a pesar de una separación en la que no se tiraron los platos a la cabeza y que, mediada por la educación y la tolerancia, les permitió continuar como viejos amigos. En su familia, donde le dicen cariñosamente ‘la Tota’, conformada por un padre trabajador, talentoso y conservador y una mamá liberal de racamandaca, María Victoria aprendió tolerancia y valores. Ella, liberal a su vez, está casada con un magistrado del Consejo de Estado, de estirpe conservadora. Retomando el tema de sus estudios, hizo especializaciones en Derecho Laboral y Relaciones Industriales en el Externado y también en Derecho Administrativo en la Universidad Santo Tomás. La cereza fue una maestría en Derecho Administrativo. María Victoria Calle empezó como juez penal y posteriormente asesoró a una larga sucesión de gobernadores liberales y conservadores de Risaralda y luego a alcaldes de una y otra corriente en Pereira. Como su especialidad es el Derecho Administrativo los magistrados del Tribunal del ramo la nombraron Conjuez. Nunca quiso involucrarse en aventuras políticas porque su interés primordial ha sido -sigue siendo- el Derecho. Su norte es servirle a la comunidad, empujada por una indeclinable vocación que nunca se ha marchitado y que, por el contrario, ha ido en aumento. Dice que le gusta volver a Medellín, donde viven sus padres y la describe como una ciudad organizada, planeada, verde y llena de gente entusiasta, entrañable y cordial. A Pereira le dio la otra mitad de su corazón desde que era una niña. Dice que allí le dieron importantes lecciones de vida y habla de sus gentes trabajadoras, de personalidades vibrantes, dueñas de un concepto de vida basado en la inclusión, la libertad y el respeto. La oigo y pienso que son cualidades que se han ido diluyendo en el resto de una Colombia donde las cotas de polarización y de intolerancia rebasaron -hace ya rato- los límites. Desde hace cinco años, Calle es magistrada de la Corte Constitucional, elegida con 74 de los 77 votos presentes. Semanas antes, cuando fue ternada por Álvaro Uribe para ocupar allí un cargo vacante, la maledicencia tradicional concluyó que ella era otro de sus alfiles para asegurarse la aprobación del referendo reeleccionista que le daría un tercer mandato. Muy por el contrario, ella, que no conocía al caudillo antioqueño, hizo parte del bloque mayoritario que votó en contra de su pretensión de atornillarse al poder. En la Corte tiene fama de ser una mujer equilibrada y serena, siempre dispuesta a escuchar opiniones, que falla en Derecho con su propio criterio y que defiende causas como el derecho al aborto en los casos autorizados por la ley y la unión de parejas del mismo sexo. Hizo parte de la sala que ordenó a una EPS el pago de una indemnización por no interrumpir el embarazo de una mujer que había sido violada y votó con el bloque de cinco magistrados que tumbó un acto legislativo que habría permitido que casi 13.000 funcionarios públicos provisionales quedaran incorporados de manera automática en la carrera administrativa, sin la necesidad de pasar un concurso. Finalmente, ella, que hace parte de un bloque liberal, ha demostrado protagonismo y capacidad para generar consensos y en muchos temas su opinión es decisiva en la Corte.Me dicen que tiene usted una actuación proactiva hacia temas liberales y progresistas.Más que progresistas lo que pasa es que la Constitución es pluralista e inclusiva, una carta de derechos que nos trazó la ruta de unos acuerdos fundamentales básicos que debemos respetar. Por lo tanto, cuando el juez constitucional lee la letra de la Constitución tiene que interpretar esos derechos de una manera inclusiva. El Artículo 13 no está allí porque sí, sino porque hay una puerta a la igualdad.¿Y qué opina de las 38 reformas que se le han hecho ya a la Carta del 91?Que hay unas reformas buenas y otras no tan buenas. Pienso que la misma Constitución consagró una manera demasiado sencilla para que la reformaran, cuando en la mayoría de los países eso no resulta tan fácil. Con eso no quiero decir que haya que rechazar todas las reformas, porque algunas han sido buenas. No puedo explicarle cuáles sí y cuáles no, porque hay temas que por precaución uno no debe abordar ya que pueden trascender luego a aspectos que la Corte va a tener que conocer. Simplemente quiero señalar que una cantidad tal de reformas genera inestabilidad y eso es negativo. Naturalmente, la Carta no permanece como letra muerta, sino que a veces se presentan coyunturas alrededor de ciertos aspectos de la Constitución que, de una u otra manera, marcan la necesidad de modificarla. Las sociedades evolucionan y generan nuevas condiciones y necesidades que deben ser atendidas y en esos casos es positivo buscar reformas que puedan responder a realidades sociales sobrevinientes.Cuando atravesé la Plaza de Bolívar para entrar al Palacio de Justicia sentí un escalofrío al recordar el anterior edificio envuelto en llamas, por la hecatombe propiciada por el M-19, en 1985. ¿Qué siente usted cuando entra aquí?Casi siempre pienso en esa misma imagen porque el juez es una persona muy solitaria y muy incomprendida y difícilmente uno podría dejar de lado u olvidar lo que aquí sucedió. Hay mucho dolor en este Palacio, pero creo que hoy día la ciudadanía debería reflexionar sobre el hecho de que el juez es un solitario a quien no se entiende y sí se critica mucho. Y es una circunstancia desequilibrada porque él no puede defenderse y solo puede hablar a través de las sentencias, pero sin discutirlas con los ciudadanos. Otro de los aspectos poco entendidos, es que el juez debe leer más allá de la norma, trascender, hacer una interpretación constitucional. Por consiguiente, casi siempre las críticas se construyen sobre bases inciertas pero el juez no puede salir a defender públicamente sus sentencias. En general hay respeto por los jueces, pero la gente demanda una más pronta y cumplida justicia.Yo sí creo que hay tipos de justicia muy tardíos, como la contenciosa. Tenemos el caso Hazbún, por ejemplo, un señor cuatro años en la cárcel, su vida destruida y 23 años después dicen “perdone, usted está muerto, pero sus herederos tienen derechos, porque nos equivocamos”. También tenemos un problema de congestión judicial enorme porque es mucho más alta la demanda ciudadana que la capacidad de respuesta de la justicia. Y no vamos a lograr una justicia pronta y cumplida hasta que entendamos que este es un problema de cantidad de jueces porque los que hay fueron desbordados hace años.¿Eso quiere decir que se comete un exceso de delitos en Colombia?No tanto así, la justicia penal se ocupa de su tema, pero la demanda es en todas las áreas: civil, laboral, contenciosa y constitucional. Ni qué decir de las acciones de tutela de las cuales recibimos 40.000 al mes y solamente podemos seleccionar cien. La justicia está retrasada en todo. No siempre se debe a los jueces o a la justicia en sí misma, sino a esa diferencia.¿Quiere decir que es un problema eminentemente económico? Yo creo que sí, de número de jueces. Los casos a dirimir han avanzado muchísimo y la justicia se ha quedado estática en lo relativo al número de jueces que atienden ese tipo de controversias. Aparte de eso, hay otros problemas que tienen que ver con la modernización de la justicia, pero hay que decir también que ya hay respuestas como el Nuevo Código Contencioso o como la oralidad en materia laboral, que van a agilizar y ayudar a resolver mucho estos problemas. Una de las propuestas serias que debería hacerse es que todos los procesos se tramiten en oralidad porque es más ágil y lo que el ciudadano quiere es que se atienda su reclamación en forma oportuna y eficaz.Se dice que estamos en mora de una profunda reforma a la justicia. Otros la rechazan y piden aplicar la leyes existentes porque porque las hay para lo habido y por haber...Eso es cierto, pero yo no le puedo decir qué pienso que debe reformarse particularmente, porque si mañana llega una reforma a esta Corte podría ser recusada. En general yo pensaría que una reforma a la justicia tiene que atender la forma de elegir magistrados. No tanto los de esta Corte, como los del Consejo de Estado, los de la Corte Suprema y los demás, porque si bien creo que el sistema de cooptación es bueno, la fuente de la cual se extrae la lista no es tan buena. Yo creería que debe ser una reforma propuesta por las universidades, los colegios de abogados, y también por la Judicatura, y allí, de una lista que se proponga, elegir a quienes reemplazarán a los magistrados que salen. ¿Cómo evitar el llamado ‘choque de trenes’?Creo que hay que hacer una apuesta por entretejer la jurisprudencia y entretejerla es respetar las competencias naturales de las Cortes. Lo que pasa es que en derechos fundamentales eso va a ser difícil porque es esta misma Corte la que tiene, por la misma Constitución, la función específica de decir la última palabra en la materia. En la selección de la tutela tenemos que ser muy ponderados y prudentes para evitar al máximo ese choque de trenes y procurar más bien que la jurisprudencia de las otras cortes nutra nuestras decisiones, pero desde el punto de vista de la interpretación última de la Constitución. Desde hace tiempo se viene proponiendo una reforma a la tutela...La tutela es un instrumento muy caro a los colombianos de la última fila, a la que pertenece la mayoría, que ven en ella su redención. Ese es su instrumento más valioso para acceder a la justicia. Pero la tutela no es un atajo. Hay vías ordinarias a las que hay que acudir primero y acudir a ella cuando hay violación evidente de un derecho fundamental. No se puede proponer una tutela por todo y por eso pienso que hay que construir una cultura alrededor del significado de ese instrumento que le dio la Constitución del 91 al ciudadano. Hoy abusamos de la tutela porque no se ha hecho una pedagogía alrededor de un tema tan importante y de alguna manera nosotros, que construimos el pensamiento de muchos jóvenes, no estamos construyendo al mismo tiempo una cultura alrededor de lo que es realmente un derecho fundamental. Hoy muchos ignoran que muchas veces hay acciones diferentes en lo contencioso, en lo civil y en lo laboral, que hay que agotar primero antes de acudir a una tutela. También está la atroz congestión ordinaria de los juzgados.Ese es un tercer aspecto, los jueces tienen hasta cinco mil procesos para decidir. Se nos ha dicho que los jueces ordinarios son jueces constitucionales y entonces esos jueces tienen, además de una demanda de tutelas inmensa, un trabajo ordinario en el que llega a haber ese número de procesos en un juzgado. Físicamente la demanda y la respuesta no la pueden dar ellos mismos y la tutela por consiguiente ha perdido mucho como respuesta constitucional a un problema de derecho porque, como el juez no tiene tiempo, quizás decida las tutelas sin profundizar en los temas, porque también tiene que atender sus procesos ordinarios. Yo haría una apuesta por una jurisdicción especial constitucional donde la jurisprudencia pueda ser mucho más vigorosa, pronta y efectiva.

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