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“Los periodistas no estamos para ocultar información”, Fidel Cano

Fidel Cano, director de El Espectador, diario que está cumpliendo 125 años, descalifica la actitud pendenciera de Uribe y dice que las locomotoras de Santos no arrancan. Y habla de Wikileaks.

25 de marzo de 2012 Por: Margarita Vidal | Redacción de El País

Fidel Cano, director de El Espectador, diario que está cumpliendo 125 años, descalifica la actitud pendenciera de Uribe y dice que las locomotoras de Santos no arrancan. Y habla de Wikileaks.

En su primer número, publicado el 22 de marzo de 1887, bajo la dirección de Fidel Cano Gutiérrez, El Espectador -hoy el diario más antiguo de Colombia y uno de los más antiguos de América- se definía como un periódico político, literario, noticioso e industrial. Este diario que ha dejado una impronta imborrable en la historia del periodismo colombiano gracias al sentido periodístico, al valor y al espíritu indomable de la familia Cano, debe su nombre a la admiración que su fundador le tenía al poeta Víctor Hugo, quien colaboraba en un diario francés del mismo nombre. En 1994 el periódico Le Monde lo incluyó entre los ocho mejores del mundo, junto a diarios de enorme trayectoria y credibilidad como The New York Times y el Financial Times. El país entero ha admirado siempre a este periódico que ha logrado sobrevivir a vicisitudes sin cuento, que van desde el cierre de sus páginas por la censura del gobierno de Rojas Pinilla, hasta el asesinato atroz de su inolvidable director Guillermo Cano Isaza, bombazos a sus instalaciones, muerte de algunos de sus empleados y crisis económicas.Esta semana El Espectador cumplió 125 años de fundado. Ya como propiedad del Grupo Santo Domingo, cuenta con la dirección, una vez más, de un miembro de la familia Cano. En esta oportunidad Fidel Cano Correa, hijo de Fidel Cano Isaza, un libertario total, quien fuera su gerente de publicidad durante décadas, hasta que decidió quitarse la corbata y retirarse. Aquí una digresión personal, para decir que mi verdadero grado como periodista lo obtuve precisamente en el diario de los Cano, a donde ingresé como columnista y cargaladrillos al mismo tiempo. En su famoso ‘Muro de la infamia’ don Gabrielito Cano, que calificaba con bolígrafo rojo todo el periódico, me dio un grado Summa Cum Laude, al elogiar una entrevista que le había hecho, por sugerencia de Guillermo Cano -director y gran taurófilo- al gran picador colombiano de toros Melanio Murillo, quien, víctima de un toro matrero, agonizaba en una clínica de Bogotá. En memoria de ese privilegio y de los maravillosos viejos tiempos, he querido celebrar con esta entrevista esos 125 años de valor superlativo y de buen periodismo del diario El Espectador.En mis tiempos, en El Espectador existía el famoso ‘Muro de la Infamia’ en el que don Gabriel Cano calificaba todos los días el periódico. Los periodistas temblábamos con sus observaciones, ¿se acabó la autocrítica?(Risa). En modo alguno. Un poco el ‘Muro de la Infamia’ de entonces se ha convertido hoy en la sección La Redacción al Desnudo, un video blog donde cada semana desnudamos todos los errores que hemos cometido. ¿Cómo vivió el proceso de desmonte de El Espectador como diario, y la salida de la familia Cano, que por más de cien años había dirigido y trabajado en el periódico?Yo viví seis años en Estados Unidos y allá me llegaban las informaciones, pero no me tocó el día a día, aunque sí vi que era evidente que El Espectador no iba a seguir en nuestras manos. Fue un proceso muy traumático, sobre todo para nuestra generación, porque las anteriores lo habían llevado a la cúspide y nosotros no fuimos capaces de mantenerlo.¿Qué se los impidió?En parte, no haber atendido a tiempo los procesos que sigue toda empresa familiar sobre unos mínimos protocolos. Se tomaban demasiadas decisiones sentimentales que no se permiten en una empresa, pero yo no diría que fue la causa principal. Es que mientras El Espectador estaba amenazado, le mataban a su director, a sus empleados y le ponían bombas, nadie estaba pensando realmente en el negocio sino en cómo sobrevivir. Mientras tanto, las otras empresas periodísticas sí estaban mirando el futuro y haciendo las inversiones correctas. Paradójicamente, al convertirse en un periódico de fin de semana, El Espectador empezó a ser referencia obligada por su contenido...Esa fue una decisión salvadora que nos permitió volver, pero fue un proceso muy duro. Yo estaba de editor general. La gente pensó que el problema era que los Cano eran unos brutos para los negocios, pero resulta que aunque llegó uno de los grupos más poderosos, con todas las técnicas de administración modernas e inversiones multimillonarias, faltaba un norte periodístico porque se había cambiado de director cada dos años y había demasiada inestabilidad. En 2001 el periódico perdía casi el triple de lo que perdía cuando estaba en manos de los Cano. Se tomó entonces una decisión puramente financiera: quedarse con la edición dominical que se había posicionado muy bien. Pero déjeme decirle que yo estoy convencido de que lo que nos salvó como semanario fue volver a las raíces, mirar hacia atrás, a lo que había sido El Espectador, para privilegiar la opinión, el análisis y la investigación. A partir de ese momento El Espectador regresó a la vida y posteriormente pudo volver a ser diario. ¿Qué lectura le da usted a que de los dos periódicos más antiguos e importantes del país hayan salido sus dos familias fundadoras y terminado en poder de conglomerados económicos?Yo creo que es una tendencia natural de estos tiempos. Por supuesto que produce nostalgia y por supuesto que el aporte de los Santos a El Tiempo y de los Cano a El Espectador está atado a esas marcas. Y, hablo por El Espectador, lo interesante es que el grupo haya entendido qué fue lo que compró, y que haya sabido proteger esa esencia.¿Qué diferencia establecería entre El Tiempo y El Espectador en ese sentido?Bueno, no me va a poner usted a pelear con mis colegas pero yo sí creo que toda la vida El Espectador ha sido un periódico más independiente, ajeno a la influencia de los poderes. De hecho toda sus tristezas provienen de que ha querido valorar primero el periodismo antes que cualquier otro interés. En cuanto a El Tiempo, desde luego no me gusta hablar de mis colegas, pero tampoco me parece bien que exista un periódico más institucional, que esté del lado de los poderes, protegiendo a las instituciones, como ha sido la tendencia de El Tiempo. Hace poco salió el polémico titular en primera página: “No al Terrorismo”, explicaban que no estaban interesados en publicar todo el horror ocurrido en Nariño y el sur del país. ¿Qué hay en el trasfondo de esa decisión?Cuando llegué a la reunión de editores para definir la portada sentí que las Farc nos estaban utilizando y planteé la posibilidad de no llevar el tema a primera página. Yo soy un súper defensor del derecho que tienen los ciudadanos de saber todo lo que está pasando, y defiendo a capa y espada la idea de que los periodistas no estamos para ocultar información sino para revelarla, pero me parece que hay ciertos momentos en que se puede tomar cierta distancia y, al fin y al cabo, nosotros llevábamos información pertinente en la parte interna del periódico. Pero le confieso que me repelía la idea de que al otro día en todos los ‘stands’ estuviéramos con las fotografías de actos tan terribles en la portada.¿Y qué retroalimentación tuvieron con eso?Muy buena, maravillosa. La mayoría de la gente la recibió muy bien. Algunos dijeron que estábamos tratando de ocultar información y haciendo como el avestruz, opiniones válidas, pero también me parece que como un golpe de opinión fue importante sentar esa protesta. Entiendo, eso sí, que no se debe abusar de este tipo de gestos porque terminan desdibujándose. Cambiando de tema. ¿de dónde proviene la molestia de Julián Assange, el cerebro de Wikileaks, con usted?Assange protestó porque mi correo aparecía dentro de los correos de Stratfor, una empresa gringa de seguridad que hace informes sobre los diferentes países.¿Tiene algo que ver con el Pentágono?No, alrededor de ello hay mucha especulación, sobre que es una organización de derechas, tanto como alrededor de Wikileaks, del cual dicen que es una estrategia de la izquierda mundial y que está financiada por los países de Al Qaeda. En realidad no hay demostración específica sobre vinculaciones de este tipo por parte de Stratfor. A mí me parece más bien un ataque de celos del señor Assange con el hecho de que nosotros tengamos otras fuentes informativas equivalentes a Wikileaks, así tengan la ideología contraria. ¿Cuál es su balance, hoy, de Wikileaks?Pues así el señor Assange ya no guste de mí, yo sigo defendiendo a Wikileaks como una gran fuente de información. Creo que consiguen cosas buenas. No se muy bien cómo las consiguen, pero sin duda han tenido información crucial para las relaciones internacionales. Que de pronto tengan otros intereses o que sean ideológicamente de izquierda, es clarísimo, pero a mí como periodista no me interesa sino como un dato. Mientras la información sea relevante me parece válido obtenerla, así tengan intereses secundarios. La información está ahí, la cosa es cómo manejarla. ¿Qué destacaría como positivo en estos 18 meses del gobierno de Santos y qué le parece rezagado?Evidentemente la Ley de Víctimas y todo lo concerniente al tema de la tierra, que es un problema tan antiguo y tan vasto, y que este gobierno ha asumido de una manera valiente. Me preocupan cierta vaguedad en los planteamientos y, sobre todo, cierta demora en la puesta en marcha de las ‘locomotoras’. Siento que hay temor a tomar el toro por los cuernos y, adicionalmente, me parece que se va generando un ambiente social enrarecido por esa falta de determinación, por ese temor a actuar, a arriesgarse y a equivocarse.¿Y cómo le parece el trino permanente del presidente Uribe?Yo creo que cada vez es menos importante lo que está diciendo el ex presidente. Está en todo su derecho de defender su gobierno y su obra y de querer influir en la vida pública. Pero también creo que cada vez tiene menos audiencia, precisamente por el estilo tan confrontacional que maneja, mientras que el planteamiento del nuevo gobierno ha sido precisamente lo contrario: llamar a la unidad, a los consensos. Me parece que los peleadores están quedando rezagados en el cuadrilátero. ¿A qué atribuye que tantos altos ex funcionarios de Uribe estén enfrentando problemas penales hoy?Es que la concentración de poder lleva a la gente a creer que ella es la importante y no el Estado. Quienes duran mucho tiempo en el poder creen que van a estar allí para siempre y se vuelven mesiánicos. Eso los lleva a ir corriendo los límites cada vez más. También habría que reconocer que había mucha gente maluca alrededor del expresidente.

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