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La paz es la gran apuesta en las zonas donde se vive el conflicto en Colombia

Vivir con la tranquilidad de las últimas semanas, fue el gran incentivo en pueblos del suroccidente del país para ir a votar por Santos. Crónica.

24 de junio de 2014 Por: Jessica Villamil Muñoz | Reportera de El País

Vivir con la tranquilidad de las últimas semanas, fue el gran incentivo en pueblos del suroccidente del país para ir a votar por Santos. Crónica.

Le da vueltas al fusil con ayuda de sus dedos mientras apoya la cacha sobre el suelo de cemento. Con su mirada sigue un grupo de niños que corre detrás un perro, mientras dice que hacer ese curso de ascenso fue como un castigo. A su regreso de Bogotá lo trasladaron a Toribío: ese pueblo clavado en la cordillera Occidental que en los últimos 20 años ha sido atacado por la guerrilla más de 600 veces.Aún no es mediodía, pero sentado en esa improvisada banca de madera, en una de las esquinas del pueblo, parece como si reposara después de un gran banquete. En su rodilla derecha carga el casco blindado que debería estar protegiendo su cabeza de esos francotiradores de las Farc que tan solo en un año convirtieron en blanco la frente de 21 miembros de la Policía.Cuenta que no cree en esa guerrilla ni en ese “mentado” proceso de paz, pero admite que desde hace 39 días, cuando la tregua fue declarada en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, ya no caen balas ni tatucos de las montañas y él se puede sentar en esa esquina en la que habitualmente presta guardia pegado a la pared como si fuera una calcomanía. Esa estrategia le evita ser una estadística más.Los niños siguen persiguiendo el perro, pero el policía ahora eleva su mirada al cerro de enfrente. Dice que cada que llega el jueves espera que algo pase porque esos son los días más críticos en Toribío, “pero nada. No pasa nada. Esta tranquilidad realmente me tiene asustado”.****Martes. Once de la mañana. En el parque de Toribío hay ventas de hamacas, bolsos tejidos, sandalias, comida. Hombres charlando en las bancas de cemento, niños corriendo, estudiantes barriendo el frente de la iglesia. En una de las tiendas hay tres mujeres fritando papas, chorizos, empanadas. Trabajan felices porque el domingo de elecciones no ganó un hombre. “Ganó la paz”.Luz Dary tiene 38 años y está comprando en esa tienda. Relata que nunca había sentido esa tranquilidad. Que desde que tiene derecho a votar jamás había pasado unas elecciones tan calmadas en su pueblo. Quiere seguir sintiendo esa paz y por eso no le importó caminar tres horas desde su casa, en Las Torres, hasta el casco urbano para depositar su voto. Ella, sus hijas y los esposos; sus hijos y las esposas, sus primos, sus tíos, sus hermanos, sus papás, sus vecinos marcaron el tarjetón de la misma manera: Votaron por la paz, por esa que han sentido las últimas semanas y les permite caminar o dormir sin miedo. “Estamos contentos porque ganamos. Todos votamos por Santos para ver si se nos hace el milagro”.Su deseo fue el de todos sus vecinos, el del 91 % de sus vecinos.Domingo Quitián siente que el fin está cerca. Hace doce años votó por la guerra, por esa que le ofrecía exterminar a quienes cercenaron a su hijo, pero en el Valle del Guamuez, Putumayo, durante ese mandato de ocho años corrió sangre como nunca antes. Por eso esta vez se inclinó por la bandera blanca. Casi todo su pueblo lo hizo, el 84 % votó por Juan Manuel Santos.Toribío y el Valle del Guamuez no fueron las únicas poblaciones que le apostaron a la paz. También lo hicieron, entre otras, Bojayá, Riosucio, El Litoral del San Juan, en Chocó; El Charco, Pasto, Tumaco, en Nariño; Caloto, Cajibío, Corinto y los otros 37 municipios del departamento del Cauca. Todas esas poblaciones con las que las Farc se han ensañado por años se inclinaron por Santos. Dicen al unísono que quieren la paz, la misma que promete el actual Presidente desde hace dos años cuando empezó los diálogos con la guerrilla para ver si al fin encuentran una solución civilizada a 50 años de guerra.John Marulanda, experto en Seguridad y Defensa, asegura que la de los habitantes de esos departamentos no fue una decisión espontánea. Explica que no habla siguiendo los lineamientos de un expresidente ni tampoco es caja de resonancia de los medios de comunicación. Que sus palabras salen con propiedad porque conoce documentos que indican que las Farc controlan las comunidades de esos territorios y que ellos, seguramente, usaron sus fusiles sin dispararlos para presionar a la gente.Pero Luz Dary, la mujer que descansa afuera de la tienda en Toribío, insiste en que ella votó por convicción. Sostiene que no quiere que sus nietos tengan que estar en la casa antes de las siete de la noche porque después de esa hora, las Farc mandan en la calle. Repite lo que dice en un mural a las afueras del pueblo: “Yo no quiero parir más hijos para la guerra” y agrega que tampoco quiere que sus hijas lo hagan.Marco Tulio, en Tacueyó, piensa algo parecido. “De haber votado por el otro candidato íbamos a seguir en guerra”. Expresa que su pueblo fue a las urnas porque cree en la paz y para lograrla necesita que Santos cumpla su palabra. “Él tiene que ser consciente de lo que nosotros hicimos. Él tiene que enterarse que nosotros sí queremos la paz. Él tiene que concretar los diálogos y cumplirnos a los que le dimos el voto de confianza”.Entiende lo que explica el analista porque la gente de la ciudad no conoce los deseos de los que viven en el campo. “Ellos no saben que los muertos, como dijo el Presidente, siempre los ponemos nosotros”.Rosario es de Nariño, pero hace 30 años vive en Caloto, Cauca. Su voto también fue por la paz. Es que, asegura, hay que mantener la esperanza viva. Mientras vende minutos y boletos para el chance, comenta que desde hace dos meses no se escuchan tiroteos ni siquiera en la montaña y aunque los policías y militares recorren el pueblo, no respira miedo. “Yo se que dicen que a nosotros nos presionaron. Pero eso es falso. ¿Quién no quiere vivir en paz?”.La mujer reconoce que, a ciencia cierta, lo único que la cautivó del presidente Santos fue el proceso de paz, porque “nosotros ya estamos cansados de la guerra”.A su manera, explica lo que ella piensa habría podido suceder si llegaba a la Presidencia de Colombia el otro candidato: “El proceso de paz es como un saco. Hay que coserlo con cuidado para que quede bien ajustado. Tengo que hacerlo yo de principio a fin. Si lo dejo tirado y lo coge alguien más no lo va a dejar igual, si es que decide terminarlo. Pero si a ese alguien no le gusta como está quedando, lo más posible es que ni siquiera lo voltee a mirar”.***Es más de la una de la tarde. El policía sigue en la esquina de la plaza de Toribío con su compañero de turno. Los niños ya no barren el frente de la iglesia, ahora juegan a perseguirse entre ellos en ese amplio andén. Adentro, el padre Benjamín Martínez ve en las noticias los comentarios del partido entre Bélgica-Argelia, del Mundial de Fútbol.Cuenta que hace dos semanas estuvo en la montaña y no vio a los “muchachos” como siempre pasa cuando emprende sus comisiones sociales. Agrega que desde hace mucho los niños pueden jugar hasta entrada la noche en la calle porque no se han vuelto a escuchar los tiros de fusil. Los hostigamientos, desde que entró a regir la tregua, han cesado. Ni siquiera el domingo, día de elecciones, hubo fuego.“Cuando ellos han decretado la tregua, así sea jueves, salen a hacerse sentir”, agrega el padre. Pero esta vez no. Ya van muchos jueves tranquilos y eso, según el sacerdote, hizo que la gente optara por la paz.Ese domingo, cuenta mientras camina de la sacristía a la puerta de la Iglesia, después de las cinco de la tarde sonaron pitos, eran de las motos que recorrían la plaza. No alertaban un ataque, celebraban el triunfo de Santos.El padre Benjamín observa el movimiento en la calle, saluda a algunas mujeres, recuerda que los profesores, todos, le confesaron que iban a votar por la paz.Entra de nuevo a su templo porque en pocos minutos arranca el partido entre Brasil y México. Extrañamente, los del Mundial de Fútbol Brasil 2014 son los únicos enfrentamientos que ha presenciado el párroco en los últimos días.

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