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La marihuana, una alternativa de empleo

Un grupo de madres cabeza de familia en el municipio de Caloto se dedican a producir la pomada en base a marihuna. Otros microempresarios de esta planta ya se preparan para exportar.

15 de noviembre de 2015 Por: Hugo Mario Cárdenas López / Reportero de El País

Un grupo de madres cabeza de familia en el municipio de Caloto se dedican a producir la pomada en base a marihuna. Otros microempresarios de esta planta ya se preparan para exportar.

[[nid:482136;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/11/informea8nov15-15n8photo01_0.jpg;full;{Juan Pablo Guzmán y Juan Carlos Gutiérrez trabajan en la proyección del mercado de productos a base de cannabis.Jorge Orozco / El País}]]Hace un año y medio un grupo de madres cabeza de familia de la vereda Santa Rosa, en el municipio de  Caloto, se embarcó en la aventura de empezar a producir la pomada en base a marihuana como medicamento para el alivio de dolores musculares, de dolores de cabeza, migraña y como ungüento para sobar a personas con lesiones musculares, golpes y torceduras.

Eran cerca de 20 mujeres de comunidades afrocolombianas que empezaron un trabajo como microempresarias que por los problemas mismos de trabajar en esa clandestinidad dio al traste con esa alianza.

Sin embargo, Janeth y Jenny Sánchez continuaron por su lado en la producción y venta de un producto que no ha logrado trascender más allá de su comunidad, aunque han podido promocionarlo en muestras empresariales organizadas por la Tercera Brigada del Ejército, a través del programa Fe en la Causa o pequeñas exposiciones locales.

Sin más herramientas que un par de ollas, unas pocas matas de marihuana, un colador y otros elementos de una fórmula que temen hacer pública, una o dos meses por mes se reunen para obtener la pomada que comercializan por $3000 y $6000.

“Aunque uno sabe que este es un producto que no le ocasiona daño a nadie y que está probado que es muy bueno aliviando dolores, siempre tiene uno ese miedo porque sabe que es ilegal y que se puede uno ir preso si lo cogen en la calle con este producto”, señala Jenny.

Y aunque ven con mucho optimismo la posibilidad de empezar a trabajar de manera legal en este y otros derivados del cannabis y otras hierbas medicinales, tienen la certeza de que pese a la legalidad de la marihuana no quieren entrar a cultivarla.

“Nosotras de eso no queremos ni saber porque tenemos hijos y le da a uno mucho temor por todo lo que se puede generar al rededor un cultivo de marihuana por muy legal que sea”, dice Janeth.

Pero mientras el presidente Juan Manuel Santos firma el decreto que oficialmente  elimina la prohibición de la marihuana para fines médicos, tratan de sacar provecho promocionando y asistiendo a las muestra empresariales como la realizada el pasado viernes en el Cantón Militar de Nápoles.

Teniendo como invitado al ministro de Agricultura, Jenny y Janeth pudieron mostrarle la otra cara de una actividad que, según ellas, traerá beneficios médicos y económicos al país.

Ya se preparan para exportarLa invitación a participar en un taller en el Centro de Investigación y Educación Popular, Cinep,  le cambió la vida por completo a Juan Pablo Guzmán. El expositor de ese entonces, por allá a mediados de 1997, era un holandés que trajo una gran variedad de productos extraídos de la marihuana como papel y fibras para producir ropa. Las idea de hacer un uso distinto del cannabis le rondó la cabeza hasta unos años después, cuando se encontró en La Calera, cerca a Bogotá, sumergido en medio de cinco mil matas realizando los primeros experimentos con fines medicinales. En el 2005 llegó al Resguardo Indígena de Toez, gracias al conocimiento que tenía de las comunidades por su actividad como trabajador social y allí continuó sus ensayos entre un cultivo de 18.000 matas. El alcalde entonces, Diego Henao, se negó a darle luz verde al proyecto y fue solo hasta hace dos años que retomaron el piloto y empezaron la construcción de un laboratorio del que se extraen por el momento once productos derivados de la marihuana. “Nosotros estamos trabajando y mejorando la marihuana punto rojo y venimos realizando cruces naturales para sacar unas especies únicas”, indicó Guzmán, quien dirige la empresa Sannabis. En su laboratorio viene trabajando con cinco clases de marihuana, entre las que se destaca la ‘critical’, ‘blackjack’ y ‘caramel’, cada una con propiedades distintas y con unos componentes que permiten su transformación para  obtener productos para el alivio de distintas enfermedades. “Esta es una planta bendita que se utiliza al 100 %. Del tallo haces fibra para utilizar en ropa y bolsos; de la semilla sacas un aceite especial para cosméticos o para alimentos y con la cáscara resultante se obtiene harina para hacer un pan que es rico en fibras y proteínas. Además la hoja y la flor se utilizan con fines médicos y cosméticos”. También del tallo de la planta han desarrollado un ladrillo para construcción que, según Guzmán, genera carbono negativo, recomendado en el Protocolo de Kyoto por Naciones Unidas porque es amigable con el medio ambiente y es inflamable y acústico. Desde el resguardo esperan obtener la licencia del Invima y los certificados que les permita empezar a exportar sus productos, entre los cuales incluirán en los próximos días una loción y un elemento esencial para aliviar el malestar que producen los cólicos menstruales. [[nid:482140;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/11/informea8nov15-15n7photo01.jpg;full;{La fundación Cultivando Esperanza realiza todo tipo de eventos para mostrar el alivio en niños con epilepsia.Archivo - El País}]] “Convulsionaba 30 veces al día”Cuando cumplió su primer año de edad, a Jacobo Salazar le empezaron una serie de convulsiones que lo lanzaban al piso hasta 30 veces por día. Después de varios análisis y exámenes, fue diagnosticado con una enfermedad conocida como epilepsia refractaria. Fue infructuoso, según le contó a El País su madre, Natalia Tangarife, todo el tratamiento que se le hizo en base a medicamentos porque la saturación de fármacos le generó otras complicaciones, la dieta especial produjo un caos en su organismo y las vacunas le bajaron al mínimo sus defensas. Permaneció hospitalizado durante tres meses y la opción última que le dio la neuróloga fue una cirugía de alto riesgo que ella no quiso asumir. En medio del desespero por la salud de su hijo buscó en internet toda la información posible sobre su enfermedad y encontró el caso de Charlotte Figi, una niña estadounidense que sufría una afección similar y venía siendo tratada con éxito con un medicamento a base de marihuana. “Me puse en contacto con una gente de Chile que venían trabajando en el tema y creamos la Fundación Cultivando Esperanzas cuando vimos que el aceite de marihuana empezó a funcionar y notamos un cambio del cielo a la tierra”, dice Natalia. “Mi hijo en un mes le empezaron a reducir las convulsiones y ahora son mínimas las crisis que sufre porque en un día le dan máximo una o dos y son muy leves. Por eso quisimos dar testimonio a través de la fundación porque hoy tiene una mejor calidad de vida”, agrega. Por eso ve con gran esperanza la legalización de la marihuana con fines médico porque a sus cuatro años de edad, Jacobo muestra cada vez más avances y el límite que hoy tiene son las matas que legalmente pueden cultivar para extraer el aceite. “Esta decisión nos va a garantizar mayor calidad en el producto y que la gente que la produzca lo haga con unos estándares de seguridad y  confiabilidad  para nosotros y para los niños. Además, se podrían unir más profesionales para realizar estudios porque ha sido la prohibición y la ilegalidad la que ha impedido que otros médicos estudien soluciones a enfermedades como la de Jacobo”.

 

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