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La lenta agonía de El Espacio, el periódico 'rojo' que apagará su rotativa

Luego de 48 años de vida, el que fuera por décadas el periódico líder de la crónica roja en el país apagará para siempre su rotativa. Se dice que el periódico quedaría en versión on line.

4 de octubre de 2013 Por: Fenner Ortiz R, reportero de El País

Luego de 48 años de vida, el que fuera por décadas el periódico líder de la crónica roja en el país apagará para siempre su rotativa. Se dice que el periódico quedaría en versión on line.

La sentencia está dictada. El Espacio ya recorre ‘la Milla Verde’ como un condenado a muerte en la silla eléctrica. Es cuestión de días o semanas para que las rotativas dejen de imprimir en tinta roja y negra; que la redacción quede muda y que el tabloide no se cuelgue más en las calles. Su desaparición es inminente.Así como los muertos que colmaron cada centímetro de sus páginas, este diario pasará al recuerdo. Fueron 48 años de periodismo ‘amarillista’, ese que causó repulsión en muchos sectores que finalmente sucumbían a ‘ojear’ su contenido y que era celosamente escondido para no quedar en evidencia.“El periódico está en liquidación”, cuenta con voz entrecortada Ricardo Rondón, quien hasta hace 15 días era el editor general de El Espacio. Hoy está en el asfalto, al igual que 14 personas más entre diseñadores, empleados de rotativas y personal que salieron en el primer recorte que adelantó la empresa.Como si se tratara de una crónica roja, Rondón busca las explicaciones para la muerte inminente del periódico. “No pudimos con la competencia. Hay diarios gratuitos y otros populares que son mucho más baratos que El Espacio. Eso nos quebró”, dice.El exeditor cree que el rotativo vive en el pasado y en su envejecimiento prematuro quedó rezagado de los avances tecnológicos. Muy lejos están esos días de prosperidad, cuando llegaron a vender más de 120.000 periódicos diarios.“El periódico no aguanta sino hasta noviembre”, sentencia Rondón. Explica que lo único que lo mantiene con vida artificial son los compromisos publicitarios y los impresos que se tienen que entregar a otros clientes. Cuando eso se cumpla, El Espacio será solo un recuerdo.Silencio ensordecedorEl ambiente en el periódico es pesado, lúgubre, triste. Sus instalaciones, hoy desplazadas a las afueras de Bogotá, semejan una sala de velación. Murmullos y largos silencios colman el vasto espacio, que tiene tantos vacíos que al caminar los pasos hacen eco.La Redacción dista mucho de los días de gloria, esos cuando en la hora del cierre se confundían los gritos y los afanes de la entrega a tiempo de las páginas. Hoy son simplemente diálogos pausados, tímidos, tristes...De un grupo de no menos 20 periodistas que había, hoy solo quedan 8, como cuenta Ricardo Cubillos, un hombre de mediana edad que denota un comunicador experimentado en el ejercicio. “El ambiente, a pesar de todo, es bueno pese a que falta material humano, porque ha habido recorte”, dice mientras ‘ojea’ algunos apuntes que se publicarán. En un halo de optimismo, Cubillos reconoce la camadería y a pesar de las circunstancias “nos estamos esforzando, raspamos la olla, pero el periódico no sale ladrilludo, no sale con noticias viejas, al contrario sale con calidad porque lo hacemos con amor”.A Héctor Gómez lo llaman ‘El Gato’. Este reportero, curtido por las noticias judiciales, no esconde el desconcierto que le produce la muerte inminente del periódico. “Nadie está autorizado para hablar de lo que pasa, pero todo el mundo ya lo sabe”, cuenta.‘El gato’ asegura que se mantiene en la lucha y que seguirá haciendo la reportería para informar sobre el ahorcado, el apuñaleado o el baleado de la noche. “Nunca se sabe qué va a pasar, pero todos los días hay muertos”.Su rostro, nada felino, se transforma cuando habla del no futuro de El Espacio. Hace pausas, mira el horizonte y con un gesto deja ver la impotencia de quien no puede hacer nada por el moribundo.“Hay que darle al trabajo hasta que se tome una decisión”, agrega.Lo que dice ‘El gato’ tiene sustento en el mensaje que envió Pablo Ardila, dueño del periódico, a los empleados. “Todos trabajan normalmente hasta nueva orden” y así lo están haciendo.Ardila nunca ha ido al periódico, de hecho solamente estuvo 15 minutos en noviembre de 2011 cuando se mudaron de la sede de la Avenida Eldorado a las afueras de Bogotá. “Él nunca viene y los demás directivos, tampoco”, cuenta un comunicador, que prefirió mantenerse tras el telón.Un hijo abandonadoLa situación que vive el periódico no tiene explicación lógica, pero hay voces inquisidoras que acusan de abandono.“A esto lo dejaron tirado, como quien abandona un hijo”, dice el comunicador sin rostro.“Lo que pasa es que cuando no hay presencia del dueño todo se desajusta, no hay timonel”, narra Ricardo Rondón al reflexionar sobre la situación de abandono del rotativo.Y es que nadie habla, todos están fuera. Las directivas se encuentran en el exterior y en la sede no hay una voz autorizada. Es la búsqueda de un acudiente que no se deja ver, es un hijo entregado a la calle, como se alcanza a escuchar en los diálogos de pasillo.De las anécdotas y el recuerdoEn sus 48 años de vida, El Espacio tiene muchas historias para contar. Su crudeza en la narración y la fotografía de hechos trágicos, tenían todo un trabajo periodístico que daría para un libro.Ricardo Rondón es un hombre de historias. Periodista empírico que creció siendo ayudante de una flota de Bolivariano, vendió chance, afiló cuchillos y estuvo siempre metido en un billar al lado de Mario Criales, el maestro colombiano de las tres bandas.Escribía mucho y guardaba. Un día se arriesgó y mostró sus apuntes a Alberto Uribe, el editor de El Espacio. Le gustaron. Pasó el tiempo y lo llamó.“Mi debut y mi primer muerto fue un ahorcado en las canteras de Usaquén”, narra y con voz entusiasmada recuerda que “no se sabía si era un suicidio, pero lo curioso era que se había ahorcado con una media velada negra”.Llegó con los datos básicos para escribir una nota, pero por las fotos y la historia Uribe le dio dos páginas.“Me hice una crónica en la que traje a colación desde Thomas de Quincey hasta los tratados de la muerte de Aristóteles. Sólo en el último párrafo metí la noticia”, cuenta.Dice además que el titulador del periódico era Édgar Sierra. “Era muy bueno”. Cuando llegó con la historia, Sierra fue creativo:- Antetítulo: Cuidado, usted puede ser la próxima víctima- Título: El estrangulador de la media negra“Ahí me matricularon en la crónica”, concluye.Esta sería apenas una de las miles de historias que se tejieron en El Espacio, que terminaron en crónicas rojas impresas en los ejemplares que ya reposan en las hemerotecas del país.Ya no se verán más los titulares en rojo intenso ni las fotografías escalofriantes; morirá también el pionero de los crucigramas gigantes; La mona de Juan sin Miedo (creada por Yamid Amat); el Mundo Loco y el horóscopo erótico...Algunos apuntan a decir que con el adiós a El Espacio se enterrará la crónica roja, género que ha sido estigmatizado, pero que en la historia del país y el mundo ha dejado su marca. Plumas como Truman Capote, en Estados Unidos, con su ‘A sangre fría’ o José Joaquín Ximénez, en Colombia, quien murió con la fama de ser el “cronista que colocaba notas de amor en los bolsillos de los suicidas del Salto de Tequendama”, demuestran que este género tiene un hilo conductor con la literatura.Pero el destino está marcado, como sentencian sus propios protagonistas, y El Espacio terminará siendo generador de noticia, esa que dará cuenta que en Colombia muere otro medio de comunicación ante la mirada indiferente de la sociedad.Con la resignación del desahuciado, El Espacio camina sus últimos pasos por la ruta del condenado y, ante la mirada del auditorio nacional, pronto expirará.

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