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La cara vacía de Cartagena, al margen de la Cumbre de las Américas

Los sitios tradicionalmente más concurridos como Bocagrande y ‘La ciudad amurallada’, este fin de semana están vacíos. No hay ventas ni taxis.

15 de abril de 2012 Por: Argemiro Piñeros Moreno | Enviado especial - Colprensa

Los sitios tradicionalmente más concurridos como Bocagrande y ‘La ciudad amurallada’, este fin de semana están vacíos. No hay ventas ni taxis.

El sonido de una banda de rock que preparaba los temas que interpretaría la noche del viernes en el reconocido bar Hard Rock Café, fue lo único que interrumpió el espeso silencio que en las noches de esta semana reina en la ciudad amurallada de Cartagena.Las notas de las canciones retumbaban desde la Plaza de la Aduana y se oían en la cercana oficina del alcalde de la ciudad, el otrora periodista y locutor deportivo, Campo Elías Terán. Él es el directo responsable de que la parte más histórica de Cartagena luzca tan quieta: decretó las restricciones de ingreso con ocasión de la VI Cumbre de las Américas, por lo que desde la noche del jueves el centro histórico y la zona turística de Bocagrande quedaron transformados en sendos enclaves de seguridad, al que muy pocos tienen ingreso.Llegar a Bocagrande, en donde hay más de un centenar de hoteles y están las playas más visitadas por los turistas, es una verdadera odisea. Tres anillos de seguridad deben superar los residentes y escasos visitantes hoteleros. Para ambos grupos, sus días de trabajo o de vacación, se volvieron un drama de restricciones y prohibiciones.Al final de la Avenida San Martín, la vía central de Bocagrande, está el culmen de las medidas de seguridad, alrededor del búnker estadounidense en que fue convertido el histórico Hotel Hilton. Los mismos pasillos y salones que por años han visto pasar a jóvenes reinas de belleza de toda Colombia, quedaron totalmente reservados para que el presidente Barack Obama pasara las noches del viernes y sábado, acompañado por los funcionarios más cercanos de su gobierno y por cientos de hombres de la seguridad, que desde hace un par de semanas empezaron a llegar a la ciudad. Incluso muchos de ellos se hicieron pasar como turistas, aunque no resultara tan difícil de distinguirlos, pues son verdaderas postales de las imágenes que todos conocemos por el cine: hombres jóvenes muy fornidos, de piel muy blanca enrojecida, tratando de verse naturales llevando vistosas bermudas y camisas amplias, cortas y estampadas en flores coloridas.Un vecino cercano al Hilton contó que hace tres semanas se hizo un censo en las viviendas de unas cinco cuadras a la redonda, para saber quiénes viven y trabajan en la zona. Todos fueron enlistados y sólo ellos consiguen la autorización estos días para ingresar a la zona cruzando los anillos de seguridad, luego de resignarse a presentar sus papeles en filas, cortas, pero incómodas bajo el sol del Caribe.En el Centro de la ciudad las cosas son menos difíciles, pues el acceso a la ciudad amurallada fue apenas restringido, y seguía siendo posible por algunas calles, si se hacía a pie. Los únicos carros que pueden recorrer las vías internas son los identificados como oficiales de la Cumbre.La situación obligó a que muchos de los almacenes decidieron tomarse un puente largo de jueves hasta el lunes, una segunda Semana Santa, esta sí de descanso, pues en la que acaba de pasar trabajaron de largo para aprovechar el tsunami de turistas que recibió La Heroica. Estos días, entendieron pronto, serían más las dificultades que tendrían que soportar para abrir sus negocios, que las ventas que podrían lograr.Un pequeño y selecto grupo de almacenes vivieron una realidad contraria, pues estuvieron abiertos más horas de lo acostumbrado. Fueron, justamente, los que exhiben mercadería a más alto costo (especialmente de adornos tradicionales, artesanías, ropa o joyas), pues en las tardes de viernes y sábados, las calles fueron cerradas mientras por ellas se cumplían giras de compras organizadas para las esposas, hijas u otras acompañantes de cientos de funcionarios presentes en las cumbres de mandatarios o de empresarios.Las exclusivas compradoras no se encontraron con vendedores ambulantes, a quienes finalmente el alcalde Terán no les prohibió ejercer su oficio, pero que tampoco fueron autorizados para ingresar a esa zona de la ciudad. Así que debieron irse con sus trastos a otros lados, en donde sus ventas bajaron porque había muchos lugareños y muy escasos visitantes.Uno de ellos, muy disgustado y solo dando su nombre: Rubén, se acercó a quienes identificó como periodistas, para gritarles que la Cumbre lo va a llevar a la quiebra, porque para sobrevivir necesita vender cada día un mínimo de $30 mil, pero este viernes, cuando ya pasaba el sol del mediodía, aún no había vendido nada.De una situación parecida se quejan los taxistas y los mototaxistas, también marginados de los principales epicentros de la ciudad. Se rebuscan los pesos dando vueltas por barrios de habitación, en los que residentes con apenas un poco más de dinero en los bolsillos que ellos, no pueden darse el lujo de pagar una carrera en vehículos formales o informales.Un taxista, sin rabia, pero con resignación, dejó de pensar en los días en que no conseguirá su producido y más bien resumió lo que es un secreto a voces: “desde el lunes se llevaron a comer bueno a los vagos”.Se refería a que los mendigos y gamines fueron traslados a un coliseo de la ciudad (que nadie ubica a ciencia cierta) en donde dicen que los mantendrán hasta el amanecer del lunes.Uno que otro, sin embargo, logró saltar la ‘recogida’ y se les vio rondando por algunas calles cercanas a la ciudad amurallada, de una Cartagena que se parece poco a la que los colombianos estamos acostumbrados a disfrutar.

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