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“Hoy día es más difícil ser lesbiana que gay”: feminista Florence Thomas

La líder feminista Florence Thomas dice que las estadísticas de violencia contra las mujeres en el país son espeluznantes y que la brecha entre ellas y ellos todavía es muy grande en lo laboral y lo político.

26 de enero de 2014 Por: Margarita Vidal Garcés

La líder feminista Florence Thomas dice que las estadísticas de violencia contra las mujeres en el país son espeluznantes y que la brecha entre ellas y ellos todavía es muy grande en lo laboral y lo político.

“Nunca he declarado la guerra a los hombres, no declaro la guerra a nadie: soy feminista. No soy ni amargada, ni insatisfecha: me gustan el humor, la risa. Pero sé compartir los duelos de las miles de mujeres víctimas de violencia: soy feminista. Me gusta con locura la libertad, más no el libertinaje: soy feminista. No soy pro- abortista, soy pro-opción porque conozco a las mujeres y creo en su enorme responsabilidad: soy feminista. No soy lesbiana, y si lo fuera, ¿cuál sería el problema? Soy feminista porque no quiero morir indignada. Soy feminista porque creo que hoy día el feminismo representa uno de los últimos humanismos de esta tierra desolada……”. (Fragmento).Lo escribió una sicóloga francesa. Llegó al país hace 48 años en pos del amor y se nacionalizó colombiana. Es inteligente, valerosa, dura, tierna, profunda, divertida, iconoclasta, todo a la vez. Líder incansable de los derechos de la mujer, es cofundadora del Grupo Mujer y Sociedad, de la Universidad Nacional, que ha dado grandes batallas por las mujeres en Colombia. Dice lo que piensa y vive como quiere. Es Florence Thomas, feminista.Después de 35 años en la U. Nacional se jubiló. ¿A qué se dedica ahora?A escribir y a hacer empoderamiento de mujeres desplazadas, mujeres populares, porque como ahora en muchos municipios y capitales pequeñas se adelantan políticas púbicas de género y equidad, me invitan a hacer talleres.¿Significa que hemos avanzado en el tema de género?En varias partes sí. Bogotá, por ejemplo, tiene ahora una Secretaría de Mujer y Equidad de Género, con un programa muy interesante que busca empoderar a las mujeres con relación a sus derechos. Estas políticas son importantes porque la brecha entre hombres y mujeres todavía es muy grande en lo laboral y en lo político. ¿Aquí las mujeres no participan en política porque no les gusta, o algo se los impide? ¿Usted cree que los hombres nos inspiran ganas de hacer política, cuando han sido pésimos modelos? Muchas veces me han propuesto participar en política partidista, pero siempre digo que prefiero hacer política en los auditorios. ¡No más mire el Congreso que tenemos hoy! Y es una lástima, porque la política necesita mujeres.¿Qué aportarían?Las mujeres pueden hacer una política distinta siempre y cuando no traten de disfrazarse de hombres. Ellas deben tomar conciencia de que en este mundo el hecho de ser mujer debe tener un sentido muy diferente al de ser hombre y actuar en consecuencia: tomar la palabra sin miedo, reivindicar sus derechos y ser capaces de empezar a cambiar las cosas. ¿Cuándo tendremos una presidenta?Yo creo que Colombia todavía no está preparada, a pesar de que ya en el mundo hay varias jefes de estado, como la señora Merkel, la señora Chinchilla o la señora Bachelet. Desde luego no se trata de decir “voy a hacer política como mujer” -sería discriminatorio- pero hay maneras de invocar el ingreso femenino a la política después de siglos de marginamiento.¿Qué hay que hacer?Tratar de convencer a las propias mujeres de que hay que pasar de la casualidad de haber nacido mujer en una cultura machista, a la conciencia crítica de lo que eso significa. Y esa conciencia hay que construirla para ponerle coto -de una buena vez- a los abusos a que las diversas violencias someten a las mujeres, porque aquí las estadísticas de violencia contra ellas es espeluznante. ¿Por qué hay en Colombia esa carga de violencia antifeminista, que no se ve en otros países de América Central o de Suramérica?Porque el país ha atravesado 50 años de un conflicto armado que no solo la ha exacerbado, sino que ha desplazado a cientos de miles de mujeres con sus familias, con todo lo que eso implica. Desafortunadamente, Colombia se ha convertido en un cruce de todas las violencias. Pero tampoco se puede culpar únicamente al conflicto armado: la intolerancia de los colombianos se va haciendo absoluta porque la gente se ha vuelto incapaz de dialogar. No solo hay en la sociedad una reacción desmedida a provocaciones muchas veces insignificantes, sino que, contra la mujer se centuplican las agresiones de todo tipo.¿No cree que a veces la misma sociedad justifica esas conductas?Sí, el Fondo de Población de Naciones Unidas hizo una investigación sobre la tolerancia social a la violencia contra las mujeres, donde aparecen respuestas como: “ella es mi mujer y si hace las cosas mal yo le puedo cascar”. O: “Si la mató, es porque algo feo hizo”. También hay mujeres que dicen: “si me pega es porque todavía me quiere”. Cambiar esa mentalidad requiere un trabajo arduo, largo y constante, porque obedece aún a idearios culturales de un pasado lejano. Recientemente se aprobó una ley contra esos abusos, ¿cómo la analiza?Aunque no es todavía el ideal, la Ley 1257 resulta interesante porque tiene el mérito de definir múltiples violencias. No se trata solo de las agresiones físicas, sino también de la violencia sexual y de la violencia patrimonial. De la vigilancia sobre la mujer y el tratar de controlar su vida, que también son formas de violencia, amén de violencias simbólicas, que son múltiples, como las que hay en ciertos tipos de publicidad, en canciones y en el trato verbal. Me parece interesante que se empiece a debatir la posibilidad de un Ministerio de la Mujer porque está demostrado que los países que han logrado disminuir la brecha entre hombres y mujeres, han tenido ese ministerio durante un tiempo. Soy un poco escéptica al respecto porque aquí todo tiende a burocratizarse, pero a veces me parece que podría funcionar. La falta de interés de las propias mujeres dejan esas buenas intenciones en saludos a la bandera. La Ley de Cuotas, que obliga a dar un 30 % de participación a la mujer en los cargos públicos, es letra muerta.Así es. Aunque es una ley de reparación histórica con las mujeres, muchas de ellas, sobre todo en las clases altas, me dicen: “¡Ay Florence, eso de la ley de cuotas es ridículo! Las mujeres tienen que llegar por sus propios méritos”. Siempre les digo que es al menos un punto de partida para que la sociedad tome conciencia de que las mujeres -que hoy día se preparan en las universidades en mayor número que los hombres- pueden asumir roles en la política y en todos los campos que establece la Ley, y que, una vez cumplido esto, la ley terminará por sí misma. ¿Es verdad, o mito, que las mujeres son más honestas y éticas?Desde luego que hay mujeres corruptas, pero pienso que, en términos generales, el cuidado del otro que es inherente a las mujeres y el sentido de la ética, provienen del hecho de que somos dadoras de vida. Michelle Bachelet ha dicho algo interesante y es que las mujeres, a diferencia de los hombres, no están dispuestas a entregar toda su vida a la política, porque quieren seguir estando al lado de sus hijos, de su profesión y de su hogar. En cambio los hombres sí lo dejan todo por la política. Las mujeres han logrado avances como la legalización del aborto en tres casos puntuales. ¿Cómo ve la persecución del procurador Alejandro Ordóñez a esa posibilidad? Ordóñez es un señor absolutamente abusivo, que olvida que Colombia es una nación laica donde no se debería seguir revolviendo religión y política. Ignora la importancia que tiene la separación entre Iglesia y Estado para que un país logre avanzar. Es como si se le hubieran metido adentro varios demonios antihomosexuales, anti-izquierdistas y antifeministas. El Papa ha hablado en contra de esas obsesiones. Por otra parte, un funcionario que no tiene controles superiores es un exabrupto.¿Y cómo ve el caso Petro?Pues yo no soy súper petrista pero sí considero que es un abuso del Procurador la sanción de quince años de muerte política, lo mismo la que le dictaminó a Piedad Córdoba. En cuanto a Petro, puede ser autoritario, ha podido equivocarse en cuestiones administrativas, pero no es un tipo corrupto. No es el mejor alcalde, pero me parece absolutamente injusto lo que hizo Ordóñez. Por eso salí a marchar en protesta contra él.Usted lideró durante mucho tiempo el grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional, ¿en qué va?Vamos a trabajar en temas que tienen que ver con el pos conflicto. Estamos trabajando con expertos sobre la banalidad del mal, sobre la importancia del perdón y sobre lo crucial que resulta poder llegar a perdonar lo imperdonable.¿Qué significa eso?Es una reflexión bellísima: ¿Si te han matado a tu hijo, eres capaz de perdonar? Eso es “perdonar lo imperdonable”. Son reflexiones muy interesantes y estoy muy contenta de que hayamos tomado esa decisión porque quiere decir que hemos aprendido lo que significa un proceso de reconciliación. ¿Cómo visualiza la familia futura frente a los copiosos divorcios y la recomposición del núcleo familiar?Hay que repensar la definición de familia y abandonar el concepto de “mi” papá, “mi” mamá, “mis” hijos. Eso se acabó. Hoy son los míos, los tuyos y los nuestros y hay una migración entre sus miembros. Algo que resulta difícil de asimilar, porque en Colombia los cambios se dan a una velocidad tan pasmosa que no hay tiempo de madurar los procesos.¿Por eso hay poca comprensión en temas como el racismo o el homosexualismo?Es curioso que me pregunte eso porque yo tengo la enorme suerte –y cuando digo esto la gente me mira como si estuviera loca- de que mi hijo mayor, Nicolás, sea gay. A él le dije: “mi amor, seguramente no has escogido la mejor manera de ser feliz en este mundo, pero aquí estoy y te apoyaré siempre”. Eso me ha enseñado muchas cosas y he estado feliz de tener un hijo gay, pero entiendo que en este país eso suene estrambótico, por decir lo menos. Hay quienes me dicen: “Yo no tengo nada contra los homosexuales, pero no quiero verlos besándose en la calle”. Y yo les digo que es mucho mejor que la gente se abrace y se bese, en vez de estarse echado bala. ¿Qué le ha enseñado Nicolás?Lo dura que es esta cultura; cuando estaba estudiando en Los Andes, a menudo me traía amigos a quienes sus padres de estrato 10 habían echado de la casa. Me ha enseñado las dificultades que tiene una población tan discriminada, me ha enseñado una nueva mirada sobre la diversidad sexual, que yo no manejaba mucho, sobre la sexualidad misma y sobre las complejidades del ser humano. ¿Cómo se ve aquí la homosexualidad femenina?Tengo también muchas amigas lesbianas, y ese es un aspecto en el que vuelve a jugar la discriminación contra las mujeres. Hoy día es mucho más difícil ser lesbiana que ser gay.¿Por qué?Porque ellas le advierten a esta cultura patriarcal que no necesitan un hombre para gozar su sexualidad y que su identidad de mujer no será forzosamente definida por la maternidad. Y eso es profundamente subversivo.

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