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Gloria Valencia y Álvaro Castaño, un amor eterno

La muerte de la primera dama de la Tv. colombiana pone fin a un amor que perduró durante 63 años.

27 de marzo de 2011 Por: Redacción de El País

La muerte de la primera dama de la Tv. colombiana pone fin a un amor que perduró durante 63 años.

Airosa marchaba la juvenil y hermosa Gloria Valencia, mientras lanzaba y tomaba en el aire el bastón de mando de la banda de guerra del Liceo Nacional Femenino, donde estudiaba, cuando Álvaro Castaño Castillo vio por primera vez a quien fuera su esposa por 63 años. Él, bogotano de raíces paisas, terminaba su carrera de Derecho en la Universidad Nacional. Recuerda que fue la seguridad de ella al caminar, con ese paso de vencedores, lo que más le llamó la atención de quien se convertiría luego en la primera dama de la televisión nacional.Después quiso asistir a más desfiles patrios para verla. Su belleza le mereció el apelativo de ‘La Divina’. Desde entonces su historia se escribió en pareja. Nunca más el uno pudo ser ni estar sin el otro.Ella era de Ibagué, pero desde los 12 años estudió interna en el Liceo, y cuando se graduó convenció a su familia de trasladarse a Bogotá a vivir con los $180 mensuales que ganaba como secretaria de la Policía Nacional.Y ¡oh, coincidencia! hasta allí llegó Álvaro Castaño en 1944, pues hacía su tesis de grado sobre la institución. Y la jovencita lo deslumbró cuando fue a su oficina y la vio leyendo a Ortega y Gasset, quien fue el primer celestino de este amor. La admiración por la exquisita pluma española los unió desde el primer tema de conversación. Desde entonces, nunca más se volvieron a separar.Conversaciones que fueron cortantes al principio, recuerda él, porque le reclamó “estar pidiendo muchos lápices”. Pero luego terminó mecanografiando el texto de tesis de manera impecable y rápida.Él fue su primer y único novio. Un 5 de febrero se prometieron amor eterno y se dieron el primer beso frente a la Torre del Reloj del Parque Nacional. Y la promesa se cumplió. Tres años después, el 14 de junio de 1947, se casaron en la iglesia de San Diego, en Bogotá, en una discreta ceremonia a la que asistieron sólo familiares y amigos.Álvaro Castaño, a sus 90 años, no olvida cuando su hermana Olga le dijo minutos antes de entrar en la iglesia: “Se te olvidó traer el ramo de la novia”. Entonces él debió alcanzar un par de flores de un magnolio y así resarcir su olvido.Fecha que celebraron durante 63 años, incluida una renovación de votos matrimoniales en las bodas de oro. Pero la fecha del beso fue igual de significativa. Hasta el pasado 5 de febrero, los esposos Valencia Castaño intercambiaron regalos y expresiones de afecto para celebrar un aniversario más de esa promesa cumplida, recordó su hija Pilar Castaño. Amor por la culturaEl de esta pareja fue un amor tan grande que trascendió lo personal y abarcó todas las expresiones de la cultura. A ellos no sólo los unió el amor del uno por el otro, sino el amor de cada uno por el arte, la literatura, la poesía, la pintura, los viajes, la radio, la televisión.Así lo reconoció él, en 1996, en entrevista con El País: “Cuando la conocí, me pareció una mujer inteligente y sumamente culta. Cuando nos casamos ya había leído muchos más libros: La Montaña Mágica, a Kafka, Borges, Joyce, los fundamentales. Y yo sentía que debía estar a la altura de ella”. Y en 2009 se lo ratificó a la periodista Lucy Libreros en una entrevista para la revista Gaceta, de El País. “Cuando la conocí me impresionó su belleza y dije: ‘Dios mío, que no sea bruta’. Si además de bella resulta inteligente, sabía que me tenía que casar con ella. Eso me terminó de enamorar de ella”, explicó.Con ese bagaje cultural, Gloria Valencia se convirtió en su alter ego en la H.J.C.K. Ella producía libretos y era la voz cantante de los programas culturales que producía su esposo. Pero decía con modestia: “Álvaro me inventó”.Ese compartir de la devoción por la cultura, le dio variedad a su vida en pareja, que nunca fue monótona. “Desempeñarnos en el mismo campo, ha permitido enriquecer nuestro trabajo, nos da distintos ángulos de observación y análisis”, le explicó él a El País.Ante todo, Álvaro Castaño destaca que su esposa fue una persona fundamental en el desarrollo de la H.J.C.K. “Hacía de todo, no se le arrugaba a nada: servía los tintos, aseaba, hacía libretos y ponía su mejor sonrisa para convencer a los empresarios de que nos dieran pauta. Y su vasta cultura le permitió encarar a los grandes autores que pasaron por la emisora”, recordó Castaño Castillo.La periodista Margarita Vidal describió para El País esta relación perdurable como “un amor que ha resistido el tiempo y donde el tedio no ha entrado nunca, porque ellos han atrancado la puerta con los muros impenetrables del humor, pegados con la argamasa de una lealtad sin fisuras y una complicidad total”.Ayer, en medio del dolor de la partida de su esposa, Álvaro Castaño dijo a Caracol Radio que el secreto para que la relación se mantuviera “fue la tolerancia para superar los tropiezos menores, no enredarse en minucias que hacen equivocar gravemente a las personas, cuando le dan importancia a esos asuntos minúsculos”. Y aconsejó: “Hay que consultar oráculos más altos. Nuestro mundo fue rico y lleno de arte, libros, autores, pintores, de música, le dábamos a la vida un tono muy especial, respetable y respetuoso de lo grande y de lo lindo, así que no tuvimos tiempo de fijarnos en lo menor”.Capoteando al galán y coquetoRazones válidas porque es sabida la fama de galán de Castaño, quien siempre admitió que “he sido muy coqueto”.Gloria misma se lo dijo a la periodista Meryt Montiel, de El País, en una de las entrevistas que le hizo este diario sobre su rol de madre. “No intervine nunca en los noviazgos de mis hijos... En los que intervine fue en los noviazgos de Álvaro (Castaño) y póngalo así por favor”.Cuando la periodista le inquirió si no se iba a arrepentir de esa declaración, respondió segura: “No, no. ¿No ve que lo tengo a mi lado?”. Las risas no se hicieron esperar.Él siempre admitió esos galanteos y ayer lo hizo de nuevo: “He sido muy coqueto. Pobrecita mi soledad, ella se reía con dignidad de eso. Recuerdo una vez que yo estaba bailando con una niña muy linda, mientras ella estaba cantando –porque cantaba divino– mi acompañante le dijo: ‘¡Ay, Gloria, ¿tú también cantas?’ y mi señora le repuso: ‘Sí, y ¿tú tampoco cantas?”, evocó anecdóticamente.“Nunca le di celos porque mi coquetería tenía límites, nunca le dediqué un poema a ninguna persona que no fuera Gloria. Eso no se me habría ocurrido nunca”, afirmó y añadió: “Pero ella sonreía y despreciaba, porque tenía seguridad –y con toda la razón–, de que no habría una buena rival en las niñitas que yo frecuentaba, pero transitoriamente, porque no hubo nunca nada grave, era un retozo juvenil, una tentación donde todos hemos caído y ella sabía que pasaba y luego venía el reino de la tolerancia, no enredarse en minucias, entender qué es lo transitorio y qué es lo perdurable”, declaró.“Me siento muy honrado por Dios de que me haya concedido el privilegio de conocer a Gloria, fue una suerte especial y empezar una vida en común porque el mejor beneficio (de una pareja) es trabajar en lo mismo que les interesa. Unirnos en el mismo techo y ser feliz en la casa y en el trabajo es algo que no hay como agradecerle a Dios”, dijo el que se definía como el hombre mejor casado del mundo, al despedir a quien fue el amor de su vida.

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