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Entrevista con el 'Humboldt del Siglo XXI', explorador de la selva suramericana

Su nombre es Charles Brewer Carías y en su honor fueron bautizadas unas 30 especies. ¿Cómo es eso de vivir medio siglo dedicado a la ciencia?, le contamos.

4 de octubre de 2015 Por: Lucy Lorena Libreros l Reportera de El País

Su nombre es Charles Brewer Carías y en su honor fueron bautizadas unas 30 especies. ¿Cómo es eso de vivir medio siglo dedicado a la ciencia?, le contamos.

Que tiene el récord de prender fuego en menos de tres segundos. Que en cuestión de cinco, logra tejer una hamaca para ponerse a salvo de los bichos de la jungla. Que nadie le gana en sabiduría  cuando se trata de la selva suramericana y de la Guayana venezolana, donde ha descubierto varias de las cuevas de roca cuarcita más grandes del planeta.  Que ha publicado 108 libros sobre sus exploraciones. Que más de un centenar de especies de plantas y animales han sido descubiertas gracias a los caminos  que él ha  recorrido  con sus botas de trotamundos. Un total de 29 de ellas llevan por nombre ‘breweri’,  bautizadas en su honor. Pronto serán 30, dice. Es que hace poco, desde esa misma Guayana, le contó al mundo que existía una especie de alga de la que nadie había tenido noticia.  Fueron las   razones por las que  el periódico  The Guardian lo graduó para la historia con una etiqueta que no podrá quitarse de encima: ser llamado el Humboldt del Siglo XXI. Se llama Charles Brewer-Carías, tiene 76 años y la catadura de un explorador inglés: rubio, ojos claros, bigotes de puntas pronunciadas y  camisa caqui abotonada al cuello. Un hombre  que ha vivido para descubrir y contar. Pero que es en realidad un caraqueño amable,  que alguna vez se dejó tentar por la política. En ese oficio, siendo Ministro de las Juventudes, hizo otros hallazgos: un día, por ejemplo, descubrió que las urbes podían ponerse al servicio del deporte y en Caracas cerró calles para que la gente sacara sus bicicletas el domingo. Ese, por si usted no lo sabe, es el origen de las ciclovías. Y él mismo fue el que explicó cómo replicar el modelo en Colombia.   Justamente de visita en el país, invitado por la Ruta BBVA, programa cultural nacido hace tres décadas que les permite a 200 chicos de Iberoamérica conocer las riquezas de España y de este lado del mundo, este naturalista, explorador y antropólogo    habló con El País sobre cómo es eso de vivir  medio siglo dedicado a la ciencia.  ¿Cómo termina un odontólogo convertido en explorador? No soy odontólogo transformado en explorador. Ya hacía investigaciones mucho antes de eso. Fíjese que a los 14 años encontré  un yacimiento arqueológico junto a mi casa. Fue  el primer yacimiento de piezas de cerámicas precolombinas del valle de Caracas. Eso me marcó: saber que había hallado algo que hasta entonces se ignoraba que existía. Y como mi padre era odontólogo, pues estudié odontología. Pero también  letras y biología.  Hay un antes y un después en su vida: vivir con los indígenas yecuana, que, según cuenta, le enseñaron a ser un hombre. ¿Cómo fue eso? Eso me marcó profundamente. Viviendo con ellos, en el Orinoco, me sentí como un extranjero  venerado. Ellos  me veían  pavoneándome y creían  que sabía cosas que ellos no; hasta que preguntaron por tareas cono enlatar sardinas y fabricar ollas de aluminio. Y yo, ni idea de eso. “Eres un niño”, me gritaron. “No sabes absolutamente nada. Aprende lo que hace un hombre”. ¡Un insulto enorme! Pero con ellos aprendí a  tumbar árboles, tejer cestas, hacer  canoas y hablar su lengua. Mi  forma de pensar quedó estructurada con ellos.  Si alguien que no conozca  a Charles Brewer preguntara por usted, ¿qué sería lo acertado: decir que es aventurero, científico, explorador? La gente no tiene realmente idea de lo que es un explorador. Lo confunden con aventura y no tiene nada que ver. Cuando eres explorador, dejas constancia de lo que  ves y  difundes ese conocimiento.    Justamente un compatriota suyo, el poeta Rafael Cadenas, dice que las cosas existen solo hasta ser nombradas. Ese ha sido su dogma, ¿no?  Es que uno se convierte, de cierto modo, en creador. De repente, usted saca una cosa y la trae al conocimiento humano cuando nadie había pensado que existía; una rana o una planta. Algo que si usted no lo hubiera descubierto, no se conocería. Es lo que también hacen los poetas: nombrar al mundo.   The Guardian lo llamó el Humboldt del Siglo XXI. ¿Cómo va uno por el mundo con ese calificativo? En un periódico hasta me llamaron Indiana Jones, pero ese era un aventurero. Humboldt  fue inmenso, pero yo me comparo con  Robert Schomburgk,  gran especialista en la Amazonía, que realizó la ruta más extensa por las selvas americanas, en el siglo XIX, al servicio del Reino Unido. Su récord para encender fuego es de 2,7 segundos. Eso sí que suena muy Indiana Jones... Un día me planteé  un reto personal muy ancestral. Indudablemente para que el hombre saliera de África y conquistara el mundo tuvo que luchar por subsistir y el único modo era con fuego. Ese descubrimiento fue determinante para que continuara su evolución. Mi reto era entender cómo lo había logrado y estudié todos los métodos. Comprendí que el mejor era el usado por los indígenas que lo lograban con un par de palos frotados con las manos. Los cronistas de Indias se asombraron  y documentaron el uso de  palos de guásimo. Ese es mi método también. Dicen que el explorador es un adulto que nunca dejó de ser niño... Ha sido la norma de mi vida: estar, como un niño, alerta a mi entorno y descubrir.   En el momento en que nos sentimos un adulto al que no nos asombra lo que vemos, estamos fritos. Yo vivo siempre observando y hasta he descubierto en el patio de mi casa animales nunca descritos.    ¿Cuántas especies caminan por ahí con el nombre ‘breweri’, bautizadas así en su honor? He ayudado a que se descubran centenares de especies. Yo, por ejemplo, llego a una montaña  endémica y con  rastros de evolución, la exploro y aporto a la ciencia la información de lo que descubro. Lo he hecho toda la vida. 29 de esas especies  llevan mi nombre: ranas, escorpiones, saltamontes, plantas, peces, mariposas. Uno de sus grandes aportes ha sido el estudio de la Guayana venezolana. ¿Por qué esta región nos ayuda a entender la evolución? Porque tiene la mayor concentración de biomasa del mundo; está en una roca sumamente ácida, sin nutrientes, pero con alta radiación ultravioleta por la altitud. Allá  los cambios de temperatura son violentos, es un desierto húmedo donde muchas especies luchan por subsistir. Son montañas altísimas  muy inexploradas. A ellas les he dedicado  50 años.    ¿Será que hoy hay especies más peligrosas en la política venezolana que en la propia selva? Sí, claro. Y se lo dice alguien a quien le prohibieron donar sangre porque ha sufrido todas las enfermedades de la selva: fiebre amarilla, paludismo, picaduras de alacranes y hormigas venenosas. Por una mordedura de esas perdí el sentido por ocho horas. Hoy es mucho más fácil sobrevivir en la selva que en Venezuela.  En Caracas no puedes salir después de las 6:00 p.m. La gente está acorralada por la inseguridad. Yo tengo una bala explosiva, una hidroshok, que no me pudieron sacar los médicos; me quedó tras un asalto armado en mi propia casa, en  2003.   ¿En qué momento se dejó tentar por la política?   Fui otro reto más que quise asumir. Y  me retiré cuando entendí que la vida en la selva es más segura que en la ciudad. Hacer política  en Venezuela, sobre todo cuando piensas distinto, tiene un costo alto. Mi hermano, por ejemplo, está exiliado en Nueva York, pese a ser un gran jurista y abogado constitucionalista. De mi paso por la política prefiero recordar que, siendo Ministro,  viajé a Colombia en los 80  para hablar de un programa que hice en Caracas: el cierre de calles para que la gente saliera a hacer deporte. Fue de allí que nació lo que ustedes  llaman ciclovía. No descubrí ninguna especie colombiana, pero les  dejé ese legado.  Usted es un hombre que le ha entregado mucho a  su país, pero que hoy vive decepcionado, ¿por qué quedarse y sobrevivir a la crisis? Yo siento mucho que tengamos a un estúpido como Maduro fastidiando a miles de colombianos. Y hasta ahí conviene hablar porque me pueden considerar traidor a la patria. Lo único que me ata a este país es mi familia, porque aquí les preocupa más expulsar a colombianos inocentes que invertir en la ciencia. Duele ver la cantidad de cerebros fugados. ¿Por qué me quedé? Aquí  tengo a mis hijos. Pero yo no quiero que se queden en Venezuela, aquí no hay futuro.Sus logrosLuego de más de 200 expediciones por toda Venezuela, a Charles Brewer se le atribuye el hallazgo de las cuevas del cerro Autana, en estado Amazonas, en 1971. Las simas (cavidades profundas en la tierra) de Sarisariñama en 1974; y un sistema de cuevas de cuarcitas (de cuarzo) en el tepuy de Chimantá (Guayana), que llevan su nombre. Ha publicado 108 libros  en cuyas páginas narra los hallazgos de sus expediciones. El más reciente de ellos es ‘Desnudo en la selva’, en donde revela técnicas de subsistencia en la selva amazónica, región del mundo que lleva estudiando más de cincuenta años. 

"Por culpa de un tiro que me dieron en un asalto armado, en 2003, tuve que suspender mis investigaciones por dos años. Desde entonces no he parado, así yo mismo tuviera que costear mis expediciones” 

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