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El sacerdocio, más que ser una profesión, es una vocación de fe

Dios es el que llama a sus elegidos. Seminario Mayor San Pedro Apóstol, casa de formación para aspirantes.

1 de abril de 2012 Por: Alda Mera | Reportera de El País

Dios es el que llama a sus elegidos. Seminario Mayor San Pedro Apóstol, casa de formación para aspirantes.

El sacerdocio no es una profesión, al menos universitaria, es una vocación o profesión de fe. No es un ‘modus vivendi’, es una forma de ser. En términos bíblicos, no es un reino de este mundo, sino del otro: del espiritual.Esa pequeña gran diferencia es la esencia de esta opción de vida a la que no se llega como se escoge una carrera universitaria. El rector del Seminario Mayor Arquidiocesano San Pedro Apóstol, de Cali, padre Gustavo Isaza, sostiene que el punto de partida que explica cómo llega un joven al sacerdocio es muy diferente a cómo se llega a otras carreras. “El seminarista sí es un profesional, pero un profesional de Dios; no es él el que elige ser sacerdote, sino que Dios lo elige a él, lo llama y lo hace candidato para pertenecer a una parroquia y ser comprometido con su comunidad”, dice el rector. El padre José González, canciller de la Arquidiócesis de Cali, y profesor de la institución, afirma que así como Dios le da las capacidades y herramientas a un científico para ser científico, así se las da a sus elegidos para seguirlo a Él. Una de esas herramientas son las casas de formación o seminarios, donde ingresan los aspirantes bajo la égida de los sacerdotes formadores que les enseñan, los orientan y los observan “si está aquí por comodidad, porque lo mandó la mamá o porque de verdad tiene vocación”, dice el padre José González.Sobre el perfil, el padre Isaza explica que el seminario forma futuros presbíteros con corazón de pastores, pero que debe adquirir una formación intelectual, política, pedagógica, teológica y filosófica, no para salir a descrestar, sino para aplicar en el servicio a la comunidad parroquial.¿Dificultad en la formación sacerdotal? Obviamente, la mentalidad mundana y la problemática de las familias. “La primera porque los jóvenes hoy son facilistas, buena vida, tranquilos, enamorados del dinero y de la vida fácil y aquí vienen a desmontar esa mentalidad”, explica el padre Isaza.El padre Hernando Pinilla coincide en que su reto como sacerdote formador de presbíteros es lograr que “el joven descubra la centralidad de su vida en la persona de Jesús y se decidan por Él, porque sino, lo toman como una carrera o un ‘modus vivendi’ y el sacerdocio no es ni lo uno ni lo otro, sino una forma de ser”. Y que provienen de familias desintegradas, sin identidad, descompuestas y que ya no forman a sus hijos en los valores de la fe en Dios y el respeto y el servicio a los demás, aspectos que dejan su huella en la psique humana.Para el padre José, el primer estímulo para que un joven opte por la vida religiosa es el ejemplo de la familia. Si en el núcleo familiar se vive una experiencia de fe, de oración, es muy probable que esa semilla en el corazón del niño dé fruto después.Otro estímulo es el ejemplo de los sacerdotes de sus parroquias. Por eso es tan importante que sean coherentes y consecuentes con lo que piensan, dicen y hacen. “Donde hay un sacerdote motivado, comprometido, que está feliz con lo que hace, va a haber alguien que quiere ser como él”, explica.El aspirante empieza el preseminario o año propedéutico. Allí se ambienta en la disciplina de la vida religiosa y subsana falencias de la educación nuestra como comprensión de lectura y escritura, cultura general y aprende a expresarse.Luego, con los tres años de estudios de filosofía profundiza en el pensamiento político, no partidista, sino visto como la capacidad de tomar decisiones claras que conlleven al bienestar común. Por ello, sus tardes de estudio se dedican sólo a leer desde La República de Platón hasta Hume, Habermas y Locke, pasando por Santo Tomás de Aquino y San Agustín; deben exponer ante sus compañeros y formadores para que así esté intelectualmente enriquecido y sus homilías no sean monótonas. Igual sucede durante los cuatro años de teología.Cada final de semestre el consejo académico evalúa a cada seminarista. El rector le comunica el resultado y le incentiva a continuar y mejorar en tal o cual aspecto. O le invita a detener el proceso y a que salga a madurar en la vida. “Otros son honestos y deciden irse por sí mismos, pues esto no es una correccional. A pesar de que necesitamos sacerdotes no los hacemos a la fuerza, nos quedamos con los que Dios nos dé”, dice el rector.Si aprueba los ocho años, va al año pastoral, que suman nueve años de estudio, más que en cualquier otra carrera. Al final, el Obispo toma la decisión de ordenarlo o dejarlo como diácono o aconsejarle seguir otra misión en la vida laica.

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