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El profeta que previó la tragedia de Armero

Nadie le creyó, pero cuatro meses antes lo dijo: “El volcán va a explotar”. La historia del ‘loco’ Gallego.

8 de noviembre de 2010 Por: Alejandro Aguirre l Enviado especial de El País - Armero, Tolima

Nadie le creyó, pero cuatro meses antes lo dijo: “El volcán va a explotar”. La historia del ‘loco’ Gallego.

[[nid:480243;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/11/tragedia-734.jpg;full;{El País recorrió las ruinas de esta ciudad del Tolima que desapareció del mapa por una tragedia anunciada. Retrospectiva de la catástrofe, los símbolos que la recuerdan y testimonios de sus sobrevivientes.El País}]]

Nunca existió el beneficio de la duda. Ni siquiera aquella tarde cuando el profesor Fernando Gallego dictó su primera conferencia sobre el volcán Arenas del Nevado del Ruiz y previó un año antes que éste explotaría en cualquier momento y arrasaría con Armero. Nadie le creyó y hoy, 25 años después, siente algo de culpabilidad.

La historia de Gallego comenzó a comienzos de los años 70, cuando se interesó por el volcán. Tenía la manía de saber qué pasaba al interior de la montaña y era fácil saberlo por vivir en el Líbano, pueblo de cordillera a 45 minutos de Armero y a dos horas del cráter del nevado, por la vía que conduce a Murillo, otro pueblo del Tolima.

Durante quince años seguidos y unas seis veces al año hurgó la montaña: tomó muestras, trajo sedimentos, vio derretir hielo, estudió sus piedras y vigiló la temperatura.

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A principios de 1984 concluyó que el volcán tendría un grado de calor superior a los años anteriores y que generaría con el tiempo consecuencias lamentables.

“No quería alarmar. Sólo decía que el volcán estaba caliente y que tras unos estudios concluía que el volcán iba a explotar. Le agregaba que había registros históricos de que cada 150 años ocurría este fenómeno y que había registros que eran del año 1.595, cuando los indígenas creyeron que era la furia de la ‘madreagua’”, recuerda.

Tras esa deducción y a un año de la tragedia de Armero, Gallego diseñó una serie de conferencias que dictó, principalmente, en el Líbano e Ibagué. A pesar de que eran concurridas, nadie le creía. ¿Cómo una avalancha de lodo que salía de un volcán iba a llevarse todo un pueblo y que llovería cenizas? No cabía en la cabeza de nadie.

Cortolima, la entidad ambiental del departamento, desvirtuó los estudios del docente aduciendo que no era vulcanólogo (era filósofo) y que los sedimentos encontrados no eran peligrosos. Ingeominas, por su parte, visitó la casa del profesor y lo mató académicamente y le manifestó que la entidad podría avisar de la explosión del volcán casi 28 días antes.

Alberto Toro Nieto, el alcalde del Líbano por ese entonces, le envió una misiva de alerta el 12 de septiembre de 1985, un mes antes de la tragedia: “Ante el pánico, estrés e incertidumbre generados por las conferencias que usted ha venido presentando, me permito exigirle, según disposición del Código de Policía, abstenerse de continuar con ellas (sic)”.

La carta era con copia a los organismos de control, es decir, el ostracismo total. Tras eso, Gallego fue señalado de loco, fue expulsado del comité de la Cruz Roja, su prestigio académico se fue al piso y le fue prohibida la entrada a otros pueblos. Incluso, el gobernador del Tolima de esa época, Eduardo García Alzate, se burló muchas veces de sus ocurrencias, según socorristas.

Ancízar Rivera, socorrista de la Defensa Civil de Armero y que se salvó por estar ese día en Cali, recuerda que Ingeominas desvirtuó todo lo que decían los expertos. “Semejantes pruebas y nadie creía”.

Gallego no estuvo solo: el alcalde de Armero, Ramón Rodríguez, y el congresista caldense Hernando Arango alertaron del fenómeno. Pero los vaticinios se cumplieron.

Hacia las 3:00 de la tarde del 13 de noviembre de 1985, el profesor, abatido en su casa, supo que el volcán había explotado por la lluvia de ceniza que arropó al Líbano y una turba de gente salió despavorida a refugiarse en sus casas.

El miedo se apoderó del pueblo y muchos recordaron al loco Gallego. Con temor a dejarse ver, el profesor salió disfrazado de indigente y se sentó en las raíces de un árbol de cedro en la mitad del parque. “Todo el mundo corría y preguntaban dónde estaría yo”.

Horas después fue descubierto por un seguidor que no perdía conferencia y tras eso comenzó a tranquilizar a la gente. La lluvia de ceniza no paraba. Gallego sólo pudo bajar a ver el desastre de Armero dos días después luego de que algunos pobladores del Líbano no lo dejaran salir antes.

Muchos que lo tacharon de loco se le arrodillaron a ofrecerle disculpas y los más escépticos prefirieron salir del pueblo para siempre y no verle la cara al profeta que vaticinó la mayor tragedia natural de la historia de este país.

Ahora, 25 años después, jubilado tras 41 años de ejercicio docente, al profesor las autoridades no le han levantado el veto que le prohibe subir al volcán. Desde ese tiempo jamás volvió al cráter y lo mira desde la distancia.

En el Líbano, nadie habla del tema y los que saben prefieren silenciar. “Supe a las 3:00 de la tarde que todo sería tragedia, pero, ¿a quién le decía si nadie me creía? Pudo evitarse, evacuar”. Pero no existió el beneficio de la duda y por eso se siente culpable.

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