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Conversación con el protagonista de la película 'Todos tus muertos'

Suena difícil de creer: Álvaro Rodríguez,uno de los actores más brillantes de este país y protagonista de ‘Todos tus muertos’, aún se considera un alumno en actuación.

18 de julio de 2011 Por: Lucy Lorena Libreros

Suena difícil de creer: Álvaro Rodríguez,uno de los actores más brillantes de este país y protagonista de ‘Todos tus muertos’, aún se considera un alumno en actuación.

Parece una broma más, de esas que dejan escapar sus personajes, capaces de hallar rastros de humor incluso en la propia muerte: “Apenas estoy aprendiendo a actuar en cine, soy un alumno más de esa escuela”, repite Álvaro Rodríguez, sentado a placer sobre un andén de Andalucía, en pleno centro del Valle.Hasta hace unos minutos sonreía para las cámaras de los transeúntes de esa población que lo asaltaban al paso. Niños y abuelas deseosos de llevarse a casa un ‘trofeo’ del actor que durante dos meses, por cuenta del rodaje de ‘Todos tus muertos’, película que en la que es protagonista, vivió y caminó por sus calles.“Lo que pasa —se le escucha decir con ironía— es que nunca he creído ese cuento de la fama. Desconfío de esos galanes que crea la televisión nuestra que de vez en cuando suben hasta Monserrate sólo para sentir cómo se ve Bogotá sin ellos”.Razones tendría, si quisiera. Este hijo de Sevilla, municipio encumbrado en las montañas cafeteras del Valle, ha sido un invitado frecuente en nuestro cine. Las buenas noticias suyas comenzaron a llegarnos, al comenzar los 90, cuando —como protagonista de ‘La gente de la universal— se alzó con los premios de mejor actor en el II Festival Latinoamericano de Cine de Nueva Inglaterra y del Festival Latinoamericano de Cine de Nueva York. Su trabajo actoral es el resultado de más de 30 años entregado a las tablas, especialmente las del Teatro La Candelaria y el Teatro Nacional en Bogotá. Y si uno esculca su extenso recorrido como actor, advertirá sin dificultad que no es posible entender las últimas dos décadas de nuestra televisión sin que se asomen sus personajes memorables. Con Carlos Moreno, director de ‘Todos tus muertos’, repite. Aún muchos recuerdan a ‘Sierra’, el sicario que encarnó en ‘Perro come perro’. Esta vez es Salvador, un campesino. Personajes ambos tocados por la muerte: el primero como victimario, el segundo como espectador de una guerra que no es la suya. Todo eso lo contó el propio Álvaro, sentado en ese andén caliente...Causa gracia que usted hable del nacimiento de la era de la ‘gelatina cinematográfica’...Suena gracioso, pero es verdad. Después de tantos premios internacionales, al fin se estrenó ‘Todos tus muertos’ en Colombia. Esta es una película que se construyó con la identidad cultural de este país y, sobre todo, con la de Andalucía, con su gelatina. Créame, no será la última vez que un director piense en este municipio para rodar sus películas.Durante las grabaciones, usted fue una especie de celebridad aquí...No le como cuento a esa vaina de la farándula. Preferí sentirme un habitante más y Andalucía fue muy hospitalaria conmigo. Con todos se podía ‘mamar gallo’. Pero si me ponía a aceptar todas las invitaciones que me hacían, iba camino de convertirme en borracho. A cada rato me convidaban a una cerveza. Y casi salgo de aquí ‘rodando’ porque, al día, tenía hasta dos y tres invitaciones a almorzar. Un día me tocó almorzar en tres casas porque me daba pena decir que no.Pongámonos serios y hablemos de la película. Algunos sienten que esta propuesta puede resultar difícil para el espectador promedio...Mira, esta es una película sencilla, pero con un manejo profundo. Es una historia universal: a nadie le sorprende una montaña de muertos porque conflictos hay en medio planeta. Tocamos aspectos de la esencia humana como el miedo, la indolencia y el morbo, y por eso mucha gente asistió a los foros que se realizaron en Holanda y Estados Unidos. Rescato su propuesta estética, de ahí la dificultad de inscribirla en un género: tiene tragedia, comedia, surrealismo. Es una historia de muertos, pero sin sangre. La metáfora de la sangre está en un par de gallos. No es una película más sobre violencia.Y, bueno, la muerte tiene su estética también... Y también tiene su vida. No se conciben la una sin la otra.¿El arte como forma de denuncia?Sin fuerzas en pugna no existiríamos. Hasta la luz eléctrica se mueve en positivo y negativo. Una de las razones de ser del cine es retratar los conflictos de la humanidad. El arte es una forma de subversión, el artista hace su trabajo porque le nace, porque le da la gana y como le da la gana. Ahora, el arte no pretende solucionar nada, es para divertir, pero ese divertimento en su complejidad implica también repensar y preguntarnos lo que somos y lo que hacemos en sociedad. Entonces, ¿qué le sugiere esa discusión inacabada sobre la violencia como argumento esencial de nuestras películas?Es una discusión falsa. Mira lo que pasa con el cine italiano y el alemán, no han ignorado su pasado de sangre y de guerras. Los colombianos fuimos más inteligentes y le encontramos otro tono a ese tipo de películas: le ‘mamamos gallo’ a la muerte. Recuerdo que de muchacho, cuando mataban tanta gente en mi pueblo, a mi casa llegaban preguntando: “ve, ¿vas a ir al entierro de fulano?”. Y respondían: “No, dejame yo voy al de la semana siguiente”. No fue casual entonces que Salvador, su personaje, sufriera de estrabismo...Puede interpretarse con humor porque es la primera vez que hago un personaje con un ojo encariñado del otro. Pero en esa forma de mirar de Salvador queríamos encerrar una metáfora: la dificultad con la que a veces nos cuesta mirar la realidad.Álvaro se declara un aprendiz, pero esta pregunta va para el actor veterano que es usted: ¿cómo asume todo esto que nos está pasando en nuestro cine?Destaco la presencia mundial de las propuestas que salen de Cali. Pero la historia de nuestro cine es muy corta. Estamos apenas aprendiendo a hacerlo. Soy optimista, hasta hace poco una película nuestra se estrenaba cada cinco o seis años. Ahora tenemos doce películas por estrenar. Y hacemos de todo, comedia, drama, suspenso. Pero, hasta yo mismo me estoy replanteando como actor. Pero si usted es uno de los actores más versátiles que tiene este país...Pero mi experiencia ha sido sobre todo en teatro, soy muy histriónico, tengo demasiado movimiento, y en el cine se manejan otros códigos de expresión. Este personaje de Salvador, por ejemplo, es muy silente, apenas tengo ocho diálogos. El teatro permite mentir más, pero en el cine es imposible pues tienes una cámara enfocándote en primer plano. Yo quiero aprender a actuar de verdad en el cine. Eso suena a falsa modestia...Créame, Álvaro Rodríguez apenas está aprendiendo sobre cine, es un alumno más.

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