Conozca la historia de los soldados que cambiaron las armas por los cuadernos
Soldados de la Fuerza de Tarea Apolo se graduaron de bachilleres en medio del conflicto, en el norte del Cauca, una de las zonas del país con más presencia de guerrilleros de las Farc.
Soldados de la Fuerza de Tarea Apolo se graduaron de bachilleres en medio del conflicto, en el norte del Cauca, una de las zonas del país con más presencia de guerrilleros de las Farc.
Hacía más de 20 años que el soldado Mosquera no veía un cuaderno. Ni mucho menos cogía una cartilla. La última vez que pisó un aula estaba en 4° de primaria, en la escuela de Currulao, en el corregimiento de Turbo, Antioquia. Tendría 14 años cuando sus padres, Alvarino Mosquera y Florentina Palacios, y sus ocho hermanos, tuvieron que huir del conflicto en la zona de Urabá y llegar sin nada a Medellín. Habían perdido hasta la risa. Hoy el soldado profesional John Jairo Mosquera Palacios tiene 36 años y un diploma de bachiller, que obtuvo estudiando con el fusil al hombro y el morral en la espalda, mientras presta sus servicios en el puesto de mando de la Fuerza de Tarea Apolo, asentada en Miranda, Cauca. Historias así vivieron sus colegas de curso en otros extremos del país. Fortunato Ojeda Contreras era un niño que ayudaba a vender pasteles a su mamá, Mercedes Contreras, en el barrio Belisario, de Cúcuta, una invasión donde vivía mucho miembro del ELN. Él también debió dejar tirados sus cuadernos de 4° de primaria cuando su familia tuvo que abandonarlo todo, asediada por militantes de ese grupo. Al llegar desplazados al barrio Belén y ver que habían perdido todo, se puso a vender más pasteles para ayudarles a sus padres a sostener a seis de sus 9 hermanos (dos fallecieron). Así levantaron un rancho de bahareque, donde vive su papá, Fortunato Ojeda. Cuando murió mi mamá me salí de la escuela y me puse a trabajar en lo que fuera. Después me fui a una fábrica de zapatos en Urueña, Venezuela, hasta que tuve la oportunidad de presentarme al Ejército, dice este miembro del grupo antiexplosivos, hoy de 32 años y ya bachiller. Frayan Andrés Murillo abandonó la escuela en 7° en Málaga, Santander. Mi mamá trabajaba duro para sostener ocho hijos y no quería pedirle nada ni estar atenido a ella, me puse a trabajar para colaborarle, porque a mi papá no lo conozco, cuenta. De tanto rebuscarse, Frayan se volvió todero: trabajó en el campo guadañando, cercando, echando machete. En su pueblo se le midió a la construcción de vías y de alcantarillado. Hasta que terminó de cantante en un grupo de música tropical. Interpretando música de Rikarena, Pastor López o de salsa, y tocando la guacharaca, las congas o la batería, se ganó la vida y ahorró para hacer el curso de soldado profesional. Y allí, a sus 26 años, obtuvo su título de bachiller. La experiencia de Carlos Arturo Parada Rodríguez no es distinta. Su familia salió de Santa Marta, su tierra natal, al sur de Bolívar tras el sueño del oro. Su padre era minero, su hermano mayor le seguía los pasos en el socavón y su madre cocinaba para los mineros. Mi papá y mi mamá ganaban bien ahí y ya habían hecho la casa, todo iba por buen camino, hasta que entraron los paramilitares a controlar la zona y nos tocó salir chontiados para no caer en medio de las balas, porque eso era a sangre y fuego, dice. Volvieron a Santa Marta sin la sonrisa. La situación era difícil y para volver a empezar de cero, lavó carros, fue albañil y cobrador de buseta hasta que ingresó al Ejército. La psicóloga Sonia Cómbita los motivó a terminar sus estudios y a otros 18 soldados regulares y dos profesionales que se graduaron de bachilleres en la primera promoción, y dos regulares que acabaron la primaria. Ella le planteó la propuesta a mi general Wilson Cabra, entonces comandante de la Fuerza de Tarea Apolo, y gracias a él, que apoyó la idea, se pudo lograr el objetivo; porque bien pudo decir, no, ustedes están de servicio, no se puede, considerando que la situación de orden público era complicada en esta zona, dice Mosquera. Es el programa de educación para adultos, Instituto de Aprendizaje Sistematizado, Ideas, con sede en Pereira, que les brinda la oportunidad de estudiar a soldados profesionales y regulares que prestan el servicio militar. Durante la fase de instrucción, hacen una nivelación inicial. Después, continúan en sus respectivas unidades militares a las que son asignados. El mayor Carlos Alirio León Camargo, oficial de Acción Integral de la Fuerza de Tarea Apolo, dice que el 98 % de los aspirantes a soldados profesionales buscan terminar sus estudios. Y los regulares, automáticamente quedan matriculados en la fase inicial. Solo uno o dos no quieren, son los que no han terminado la primaria, afirma el mayor León. Mosquera, Ojeda, Murillo, Parada y el resto del grupo asistieron a clases los lunes y martes en la mañana, durante año y medio. Sus cartillas y cuadernos iban junto con el material de campaña donde el deber los llevara a hacer patrullajes, puestos de control, operativos de seguridad o a prestar guardia. Era por si se podía repasar para un examen, practicar un ejercicio, adelantar una tarea. Y coinciden en que fue duro porque les tocó trasnochar, sabiendo que al otro día estarían prestando su servicio sin excepción. Incluso los de más alto riesgo, como el día que el soldado Ojeda, quien lleva ocho años como agente antiexplosivos, fue a desactivar una de las cargas que con frecuencia los guerrilleros ponían en Guatemala, vereda de Miranda. Ese día casi nos dan porque neutralizamos una carga, pero era solo un señuelo y el perro se enfocó en él y no detectó el otro explosivo, que lo activaron a nuestro paso. Gracias a Dios les quedó mal instalado, con la carga hacia la vía, y tenía pólvora, no metralla; quedamos aturdidos, pero no nos pasó nada, relata Ojeda. Después de esos gajes diarios de la guerra, porque todo el tiempo éramos objetivo militar, tenían que venir a sentarse a estudiar aquellas materias que les resultaban más difíciles que otras. Como fue matemáticas, con sus fraccionarios y raíces cuadradas para Ojeda y Parada; sociales para Murillo e inglés para Mosquera y hasta Parada, quien reconoce que si hablar bien español es difícil, el idioma extranjero lo es más. Ahora todos ríen. Es que loro viejo... cuando la profesora hablaba, yo quedaba fuera de base, reconoce Mosquera y Parada le responde: Es que él no aprendió inglés, sino chino. Mosquera insiste en su buen sentido del humor. Cuando la profesora de inglés repite y repite, uno ya se cree norteamericano, pero cuando ella se va, a uno no le queda sino el polvero en el cerebro, dice, mientras sus compañeros estallan en carcajadas. Y agrega: Ese examen final de inglés, ay, qué nervios, pero la profesora se enfermó y yo le di gracias a Dios, dice haciendo reír una vez más al grupo. A Murillo se le facilitaban los números, pero admite que cuando salía a exponer las capitales, los océanos, el mundo le daba vueltas y se confundía. Es que de pronto uno sabía, pero todos estos mirando..., dice Mosquera dirigiendo su mirada a Parada, quien ganó medalla por rendimiento académico, pero no ocupó el primer puesto por sus constantes apuntes graciosos. Mosquera se defiende: Yo no sería el mejor, pero tampoco era el peor y sacaba 5. Sinco... mentarios, apunta de nuevo Parada y todos ríen de nuevo. Los cuatro coinciden, en serio, en que las profesoras Marleny, Natalia y Margarita fueron excelentes, profesionales y nos tuvieron paciencia. La ventaja del programa es que lleva a los docentes y el material didáctico a las unidades donde son asignados los soldados. Nosotros vamos a las bases de Corinto, Santander de Quilichao, Anchicayá, la Escuela de Instrucción y Entrenamiento de Zarzal, donde ellos estén, dice Alba Leonor Vargas, coordinadora de Ideas. En la educación para adultos, el docente es el que tiene que acomodarse al alumno y no al contrario, advierte Germán Betancourt, secretario académico del programa. Ahora, ellos ya tienen nuevas expectativas. Murillo, llamado el soldado orquesta porque lidera las jornadas de recreación para la comunidad, quiere estudiar locución y ya se ha probado en la emisora del Ejército en Miranda. Parada, quien funge como Dj en la emisora, desea estudiar diseño gráfico, un área que le gusta porque está presente en todo. Todo es diseño y aquí enseguida está el Campus Universitario de Miranda; mantengo pendiente a ver si sale la carrera allí, aunque sea técnica, dice este uniformado que ve tutoriales de Youtube y hasta diseñó una valla del Ejército. Todos se sienten felices de la meta cumplida. Parada y Murillo siempre mantuvieron firme la esperanza de retomar su derecho a la educación, que el conflicto les quitó en su niñez. Murillo, apenas llegó y vio a uniformados en clase, preguntó, diligenció sus documentos y al otro día era otro alumno. Mosquera y Ojeda sí creían que ya se quedarían con su cuarto de primaria. Todos se van contentos con su libreta militar y su diploma de bachiller, dice Mosquera y refiere que padres, hermanos, esposas e hijos, todos se sienten orgullosos de que ellos hayan culminado su educación media. Aquí mis compañeros me decían: este negro tan bruto qué va a ser capaz, pero cuando me vieron con la toga y el diploma en mi foto de perfil de Whatsapp, y que allí escribí: sí soy capaz, se quedaron fríos, dice con una mueca el histriónico soldado Mosquera. La risa continúa. Plan Ideas Alba Leonor Vargas, coordinadora del programa Ideas, dice que llevan tres años en esta labor educativa y en tres promociones suman 68 uniformados graduados. Ayer lunes entraron a clase 54 nuevos soldados. El curso completo cuesta $390.000, que pagan en dos contados e incluye el kit escolar con las cartillas de contenidos, cuadernos, lápices y lapiceros; los derechos de grado y el diploma. El programa obedece al decreto 3011 de educación para adultos, que ordena que los soldados hagan una carrera técnica en el Sena antes de pensionarse. Para ello necesitan ser bachilleres, explica Germán Betancourt, secretario académico de Ideas. El plan funciona en todo el país, salvo en Chocó, Casanare y Medellín.Así también tienen mayores oportunidades cuando la institución selecciona personal para hacer carrera en la Escuela de Soldados Profesionales. Tener la oportunidad de terminar sus estudios es la motivación principal ahora para prestar el servicio militar obligatorio. Además, las esposas de los profesionales también pueden terminar su bachillerato donde residan. Plan Ideas Alba Leonor Vargas, coordinadora del programa Ideas, dice que llevan tres años en esta labor educativa y en tres promociones suman 68 uniformados graduados. Ayer lunes entraron a clase 54 nuevos soldados. El curso completo cuesta $390.000, que pagan en dos contados e incluye el kit escolar con las cartillas de contenidos, cuadernos, lápices y lapiceros; los derechos de grado y el diploma. El programa obedece al decreto 3011 de educación para adultos, que ordena que los soldados hagan una carrera técnica en el Sena antes de pensionarse. Para ello necesitan ser bachilleres, explica Germán Betancourt, secretario académico de Ideas. El plan funciona en todo el país, salvo en Chocó, Casanare y Medellín.Así también tienen mayores oportunidades cuando la institución selecciona personal para hacer carrera en la Escuela de Soldados Profesionales. Tener la oportunidad de terminar sus estudios es la motivación principal ahora para prestar el servicio militar obligatorio. Además, las esposas de los profesionales también pueden terminar su bachillerato donde residan.