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¿Cómo reacciona un hombre homofóbico cuando su hijo se declara gay?

Lo que ocurre cuando el típico ‘macho latino’, homofóbico, radical e intolerante descubre que su amado hijo es gay.

23 de febrero de 2014 Por: Redacción de El País

Lo que ocurre cuando el típico ‘macho latino’, homofóbico, radical e intolerante descubre que su amado hijo es gay.

Nacho Vidal, el actor español que a sus 40 años ha participado en más de 3.500 películas eróticas en las que se ha acostado con más de 3.000 mujeres, y al que muchos consideran el más “hétero de los héteros”, soltó una confesión en su reciente visita a Bogotá que pocos esperaban: su hijo es gay. “Se viste de Barbie y se hace llamar Sara”, dijo. “Cuando mis hijos llegan del colegio, el menor sube a su cuarto y baja vestido de torero, él quiere ser torero. Mi otro hijo, el mayor, baja vestido de Barbie, comienza a hablar así y así (imita sus ademanes con sus manos) y dice: ‘Me llamo Sara’”, dijo Nacho durante una entrevista realizada en el Talk Show ‘Los Secretos del Porno’, en un bar de Bogotá. Nacho no sólo acepta a su hijo gay, sino que vive muy orgulloso de él por la valentía con la que ha afrontado y definido su condición sexual a muy corta edad. Pero no todo ‘macho’ tiene la tolerancia de Nacho Vidal. Para la sicóloga Gloria Hurtado, “detrás de un machista o de un hombre que no valora a las mujeres hay un homosexual en potencia, es como si el hijo gay destapara el secreto del padre. No es algo consciente, el padre es el primer sorprendido: ‘Mi hijo pudo hacer lo que yo no pude, destapó esta situación’”. “Lo que yo más condeno afuera es lo que no puedo aceptar en mí”, continúa Gloria H. El hijo de un machista es como su negativo. Y toda la rabia que ha tenido el padre por su propia incoherencia de no aceptar su sexualidad, la proyecta en su hijo, inconscientemente. “El machista dice ‘las mujeres no sirven’ y el hijo le hace caso al pie de la letra: ‘Papá, hago lo que tú dijiste, las mujeres no sirven, me quedo con los hombres’”. En la mayoría de los casos el hijo gay de un padre machista sale del clóset ante su mamá o un hermano que les sirven de intermediarios, y el papá es el último en enterarse.Lo ideal sería que padre e hijo hablaran sobre el tema, pero el hijo teme a ese padre castrador y siente todo el peso de su fuerza descalificadora. Todo el mundo le tiene miedo, aunque dice Gloria H. que detrás de su máscara de furioso, de sus actitudes prepotentes, está el temor a encontrar en su hijo un reflejo de lo que él es. No parece ser el caso de Nacho, quien ha salido a contar en TV. sobre la condición sexual de su hijo, tampoco es el caso del exjugador de baloncesto Magic Johnson, quien salió en defensa de su hijo desde que este salió del clóset. El basquetbolista contó que él y su esposa se sentaron con su hijo cuando tenía 13 años, “le dijimos que lo querríamos para siempre, pero que queríamos saber la verdad. ‘Lo importante es que seas tú mismo’”, le dijeron.Sometidos al destierroLos hijos de Nacho Vidal y Magic Johnson corrieron con suerte, no es el caso de quienes al salir del clóset son mandados al destierro, desheredados o ‘chantajeados’ para que no revelen su verdadera condición sexual. Es el caso de Mónica*, una joven caleña que después de reconocerse lesbiana fue desterrada por su familia, quien se aseguró de comprarle un penthouse, proporcionarle una costosa beca de estudio y darle todas las comodidades con tal de que se cambiara el apellido e hiciera de cuenta que no se conocían. “Para un padre machista el proceso de aceptación es largo y tormentoso por sus ideas radicales acerca de la sexualidad”, explica la terapeuta de familia Frauky Jiménez, quien conoció a un papá que al intuir que su hijo era homosexual, siempre lo trató con indiferencia, cubrió todas sus necesidades menos las de afecto y cuando fue mayor de edad le pidió que se fuera de la casa, dejando lastimada para siempre la autoestima del muchacho. Un padre o una madre machistas experimentan frustración, tristeza, decepción y un sentimiento de culpabilidad que los remite a buscar las “faltas” en las que pudieron incurrir en la educación de sus hijos para que “salieran homosexuales”. Se culpan por el modo de crianza, o por “no haberse dado cuenta a tiempo”. Otros intentan “curar” o “corregir” a sus hijos -como si se tratara de enfermos- con ayuda de sacerdotes, sexólogos, psicólogos, brujos e incluso tratamientos hormonales. Frente a esta dolorosa realidad, la sexóloga Flavia Do Santos dice: “La homosexualidad no tiene cura porque no es una enfermedad, es una orientación, un gusto, y las personas deben ser respetadas por eso. Muchos padres creen que deben decidir de antemano las preferencias y gustos de sus hijos. Dicen, ‘tendrá un gran trabajo, se casará, nos dará nietos’ y condicionan su amor al cumplimiento de estas metas. Pero, si sus hijos no responden a sus expectativas, se frustran”. “Lo prefiero muerto a homosexual” dicen algunas madres, tan o más machistas que muchos padres. Gloria H. oyó de boca de una mamá separada cosas como “Dios me lo va a curar”, “yo no lo eduqué para eso”, al enterarse de que su hijo, ya profesional, vivía con otro hombre. “Es una violencia soterrada muy fuerte, una negación de la condición sexual del hijo”, explica. Una vez superan la negación de la homosexualidad de su hijo, algunos padres son atacados por los miedos: a que sea estigmatizado por la sociedad, a que no consiga trabajo o sea despedido por su orientación sexual, a que contraiga sida, a que sea víctima de un crimen de odio, a que pase una vejez en soledad.Es así como Fabio*, administrador de empresas caleño de 33 años, dice que si pudiera retroceder el tiempo no habría admitido ante su familia que era homosexual. “Siempre hubo y aún hay un rechazo muy fuerte, especialmente por parte de mi mamá”. “Yo tenía 22 años. Un domingo en la mañana estaba hablando por teléfono con un muchacho. En mi casa había dos líneas telefónicas y mi mamá levantó el auricular sin que yo me diera cuenta. La noté muy rara ese día, no me hablaba, luego me dijo que lo había escuchado todo”, cuenta Fabio.Llegaron las lágrimas, los reproches, frases como: ‘Ya no eres más mi hijo’, ‘qué van a pensar los vecinos, la gente, la sociedad’, ‘no podemos vivir bajo el mismo techo’, ‘tienes que enderezarte, volverte normal’, ‘por qué no vas al sicólogo o buscas ayuda’.Y durante tres meses, su madre lo atacó con sus miedos: ¿Y si contraes una enfermedad? ¿Y si te vuelves drogadicto? “No sé por qué unía una cosa con la otra”, se queja Fabio. En una de sus peleas, su mamá le dijo: ‘Su papá ya sabe que usted es gay y lo va a desheredar’. El padre de Fabio*, quien vivía fuera del país y mantenía comunicación telefónica con él, siempre lo trató con frialdad y ahora entendía por qué. Fabio dice: “Una persona debería pensarlo dos veces antes de decirle a su familia la verdad. Es liberador que la gente lo sepa, pero lidiar con el rechazo, la humillación y los malos tratos, saber que tus papás no te apoyan ni te respetan es muy difícil”.Para Flavia: “Confesarlo es liberador, pero a veces el hijo lo suelta como una bomba en el calor de una discusión o en una reunión familiar. Esa verdad debe contarse en un contexto íntimo donde, sin agresiones, muestre a sus padres que su preferencia sexual no es la que esperaban, pero que eso no cambiará el amor que les tiene”.*Los nombres fueron cambiados a petición de las fuentes.

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