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Antanas Mockus, un niño genio de corto olfato

Aunque ya todo parece saberse de Mockus, en la vida de este candidato aún quedan curiosidades poco publicitadas.

20 de junio de 2010 Por: Jorge Enrique Rojas | Editor de crónicas y reportajes

Aunque ya todo parece saberse de Mockus, en la vida de este candidato aún quedan curiosidades poco publicitadas.

Apenas unas horas después de haberse bajado los pantalones ante aquella turba de estudiantes que lo chiflaba en la Nacional, Mockus se fue a cine. Ya no recuerda con facilidad la película, pero sí la fecha: 28 de octubre de 1993. Uno de sus colaboradores dice que el olvido puede ser cosa de la campaña, porque es un hombre de retentiva. Además, todo lo anota. Antes de casarse, cuando era Alcalde de Bogotá y aún vivía con su mamá, tenía un espejo de cuerpo entero metido en el cuarto donde escribía citas, pensamientos, reflexiones, ecuaciones, títulos de películas. El cine le gusta. Le gusta mucho. Pero desde que aspira a la Presidencia no ha podido volver. No tiene tiempo para nada. A lo sumo para leer algo en un avión. Pero ya pocos libros, “puros documentos”, cuenta un escolta. Leer a sus anchas, es quizás lo que más extraña de su vida de profesor. Lo de la lectura es una manía que trae desde pequeño. Sus papás le leían cuentos antes de dormir. Cuando tenía 2 años ya los leía solo. Fue un niño genio. Jorge Torres, quien fue su alumno en la Nacional y ahora trabaja en el Partido Verde, cuenta que libros es lo primero que se ve al entrar a su casa de Quinta Paredes, un sector de clase media al occidente de Bogotá. “La biblioteca es inmensa”, cae en cuenta. Torres dice que para ser la casa de un ex alcalde, llama la atención por su austeridad. Incluso, dice, el televisor sigue siendo de los viejos, de los barrigones.Con la televisión Mockus tiene una teoría que le repite a sus hijas: que adormece las neuronas. Las niñas, entonces, pasan más tiempo leyendo que viendo caricaturas.Es poco amiguero. Carlos Augusto Hernández, quien fue compañero suyo en la universidad, cree que tal vez tenga que ver con lo difícil que en algunas ocasiones resulta sostener una charla informal con él. Hernández sugiere que al profesor no le gusta hablar de eso que la gente llama “bobadas”. Así que en medio de una conversación cualquiera, Mockus puede soltarle un planteamiento filosófico a un amigo. Cuando se mete de cabeza a resolver un problema, tampoco duerme. En la Alcaldía le pasó varias veces. En ese tiempo no era raro que amaneciera en su despacho trabajando, pensando.Nunca ha ido a un gimnasio, pero tiene brazos fuertes. De pequeño nadaba en una piscina olímpica de Fusagasugá. Sus antebrazos, antes que los de un matemático, parecen los de un constructor. Una vez explicó que aquello es por el trabajo que en su juventud hacía trasladando de un lado a otro las esculturas hechas por su madre.Hubo un tiempo, cuando estaba chico, en que se apenó de su apellido. Los niños, siempre crueles, se burlaban diciéndole “Antanas Mocos”. Él no peleaba, sólo intentaba corregirlos. La vez que se fue a los puños está registrada en Retratos del Poder, libro de María Teresa Ronderos. Allí, la periodista narra la escena ocurrida en el Liceo Francés, donde hay una placa que lo destaca como su alumno más brillante: “(...)Se agarró con unos niños que se declararon nazis y empezaron a pegarle a los judíos de la clase”. Mockus estaba en tercero de primaria. A la ropa le presta poca atención. Casi ninguna, dice su esposa Adriana Córdoba. Le gusta vestirse con cosas que le sirvan para dar una clase, un discurso y sentarse a leer con la misma comodidad. En su armario hay pocas prendas. Es un asunto práctico, explica su mujer: “No le gusta perder tiempo combinando cosas”. Tiene cinco pares de zapatos: negros, cafés, de cordón, unos tenis y unas sandalias. Unos de esos son unos mocasines marca Ecco, que consiguió en un ‘sale’ de Estados Unidos. Antes compraba los zapatos en Spring Step. Algunas de sus corbatas son de Carlos Nieto. Su restaurante favorito es Crepes & Waffles. No usa pijama. Lo de la practicidad también aplica para la barba. Esa es la razón para que la lleve sin bigote. O eso es lo que piensa Adriana, quien confiesa que nunca se lo ha preguntado. Pero lo cree: “Le molestaría estar pendiente del bigote después de tomar sopa o café”. La única vez que se afeitó por completo fue hace cerca de diez años, cuando una firma de cuchillas le pagó por dejarse rasurar. El dinero lo donó a una fundación.Adriana revela que la enamoró con algo que denomina conquista no avasalladora. “Porque no invadir es una manera muy seductora de convencer”. Uno de los regalos más comunes que le hace el profesor es el del tiempo. A veces le dice “te regalo un vale de ocho horas”, y él se queda con las niñas mientras Adriana sale a caminar o a leer o al cine. La mamá de Antanas, Nijole Šivickas, es su vecina. Las casas están comunicadas por una puerta interna. En el Mundial del 86, estando en México, Mockus tuvo un accidente haciendo senderismo y se pegó con un arbusto en la nariz. Desde entonces tiene ciertos problemas de olfato. Tal vez, por eso, es que no puede oler las cosas más feas de la política.

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