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Alejandro Ordóñez: el exseminarista que defiende la moral pública

Alejandro Ordóñez, procurador general de la Nación, es un hombre dedicado a su familia, que llora con facilidad y que disfruta las cosas sencillas.

24 de septiembre de 2012 Por: Hugo Mario Cárdenas López | Reportero de El País

Alejandro Ordóñez, procurador general de la Nación, es un hombre dedicado a su familia, que llora con facilidad y que disfruta las cosas sencillas.

Detrás de esa imagen que el país se ha formado del procurador general, Alejandro Ordóñez, de funcionario polémico, autoritario e intransigente, se oculta una persona que pocos conocen: orgulloso de ser provinciano, enemigo de la opulencia y enamorado de su familia.Pese a que la principal crítica que le hacen sus detractores es que no aparta su vocación religiosa de sus conceptos como Procurador, cargo en el que muy seguramente será reelegido en las próximas semanas por el Senado, pese a esas críticas, Ordóñez no oculta esa fe y principios que formó desde niño, en su natal Bucaramanga, donde estudió bajo la tutela de los jesuitas del colegio San Pedro Claver.Tampoco es de extrañar sus comentarios de corte confesional como los que ha hecho sobre el aborto, y que esta semana tuvo que rectificar por orden de la Corte Constitucional, porque a Ordóñez, a quien algunos en tono displicente se refieren como ‘monseñor’, le faltó muy poco para ordenarse como sacerdote.Curiosamente, el hombre al que eligió el Congreso en el 2008 por una abrumadora mayoría, y pese a las presiones no le tembló la mano para sancionar a algunos de quienes fueron sus electores, sucumbió al ultimátum que le hizo Beatriz Hernández y abandonó el seminario en Francia, después de tres años, y regresó a Colombia para contraer matrimonio con quien hoy es la madre de sus tres hijas.“Yo sabía lo que me llevaba y luché mucho por él. Porque es un hombre con principios y sabía que aseguraba un gran esposo”, dijo Beatriz en diálogo con El País y recordó que conoció al hoy Procurador General cuando él estaba por terminar la carrera de derecho en la Universidad Santo Tomás de Bucaramanga y ella apenas ingresaba a primer semestre.“De ahí Lalo (como le dice cariñosamente) se fue a Francia para el seminario y volvió tres años después para el matrimonio de mi hermana con su mejor amigo y nos volvimos a ver, nos cuadramos y empezaron los conflictos porque él creía que debía regresar al seminario. Yo le dije que no le iba a esperar toda la vida, y al mes exacto me llegó la carta anunciando que regresaba”, recuerda.Bendito entre las mujeresPese a una brillante y vertiginosa carrera en la Rama Judicial, donde siendo muy joven se estrenó como conjuez, magistrado y presidente del Tribunal Administrativo de Santander, luego magistrado y presidente del Consejo de Estado y por último procurador, Ordóñez es un hombre de pocos amigos.Cualquier minuto libre lo comparte con sus cuatro mujeres: su esposa Beatriz y sus hijas María Alejandra, Natalia y Ángela María, a quienes se ha consagrado en cuerpo y alma. Pese a que sus convicciones son las mismas, el Alejandro Ordóñez del hogar no se parece al que imparte sanciones, que persiguen y cuestionan los medios y que pone orden en el Ministerio Público.En casa es un parroquiano común y corriente. Pese a que asiste a cenas y cocteles, no cambia por nada su bisteck con arroz y tajadas, disfruta la lectura de libros de historia y se ha dejado atrapar por las redes sociales.“Viaja a la playa por complacer a sus hijas porque lo que más disfruta es estar en alguna finca en la Sabana de Bogotá o en Villa de Leyva, junto a una fogata que el mismo enciende, con una buena ruana, y de vez en cuando escuchando algo de pasillos y rancheras con una cerveza michelada con bastante limón”, cuenta Jorge Moncada, esposo de la mayor de sus hijas y cercano a Horacio Serpa, quien lo califica como “un gran suegro, muy afectivo y especial”.“Lalo es cariñoso, un papá atento con sus hijas, que trata de guiarlas cada día para que siempre vayan por el camino correcto, pero sin imposiciones”, aclara Beatriz.Ninguna de las decisiones que ha tomado como procurador desvelan a Ordóñez porque está seguro de haber obrado ajustado a los códigos y a la ley. Apegado a la normatividad ha sancionado e inhabilitado a personajes como los exsenadores Piedad Córdoba e Iván Moreno Rojas, al exalcalde de Bogotá Samuel Moreno y a los exgobernadores del Valle Juan Carlos Abadía y Héctor Fabio Useche.Lo que sí lo trasnocha es la preocupación por sus hijas cuando salen el fin de semana. Sobre todo por razones de seguridad y por el temor de que alguien quiera descargar en ellas los enojos que hayan generado sus decisiones. Pero en la vida de los Ordóñez todo está atravesado por Dios. No hay domingo que no asistan en familia a misa, todas las noches en casa se reza el Santo Rosario y piden constantemente fortaleza para hacerle frente a lo que ellos llaman el “fuego mediático” que a diario lanzan contra el Procurador, sobre todo ahora que se encuentra en plena campaña por la reelección.“Nosotros ya nos hemos creado como una coraza y me da risa cuando lo muestran como un fanático. Él es un hombre católico y como en el país se han perdido los principios y no hay moral, entonces les parece raro que salga un hombre en defensa de los valores”, dice María Alejandra, la mayor de sus hijas.Pero la exsenadora Piedad Córdoba ve las cosas de otra manera. Ella ha dicho con insistencia que Ordóñez “lo que ha hecho es arremeter contra los principios constitucionales y se ha dejado llevar por su racismo, misoginia y la homofobia, entre otros”.De lágrimas flojasOtro detalle que el país ignora del Procurador General, cuya verdadera vocación es la de oficiar como docente, es su sensibilidad al llanto; quien lo creyera. Cuenta su familia que lo hacen llorar con facilidad las cosas alegres, y más aún los episodios tristes.Patricia Pardo Locarno, quien fue su alumna y lo acompañó en política, cuando Ordóñez fue concejal de Bucaramanga, recuerda que no conduce sus carros, que odia cargar maletines y es un fuerte defensor de la mujer, “de que estudie y se profesionalice”. “Odia la violencia y es como el acero, no se dobla ante nada que vaya en contra de sus convicciones”. Pocas cosas en la vida lo han resquebrajado tanto como la muerte de su padre, Miguel Ordóñez, un empresario que educó a su familia con su fábrica de galletas La Aurora, en cuyos hornos también trabajó Alejandro, el menor de cinco hermanos.También lo afecta tener que tomar medidas disciplinarias contra personas que han sido sus amigos. Tanto, que antes del fallo reza para que las familias sepan entender y asumir la decisión, cuenta su esposa Beatriz.Aunque no practica ningún deporte, su mayor afición es jugar ping pong; así lo demostró hace un mes durante las olimpiadas deportivas de la Procuraduría en Melgar. Poco le gusta asistir a cine, entre otras cosas porque tiene un esquema de seguridad tan grande, que prefiere quedarse en casa porque le da pena que lo vean con tanto escolta.Ante los visibles resultados de su gestión, sus allegados no entienden por qué hay gente que se opone a que lo reelijan. Su esposa cree que puede ser por el reconocimiento que le hace la gente en la calle. “Si se sube a un avión la gente lo aplaude, hay gente que le grita que es el presidente del 2014; el pueblo está con él y eso a las élites les preocupa”.Las críticas contra Ordóñez continuarán hasta que se elija al procurador; sin embargo, muchos creen que la moralidad pública, en el más estricto significado de la palabra, no puede estar resguardada en mejores manos.

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