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Voló la cometa gigante de los Juegos Mundiales Cali 2013

Una familia de empresarios caleños fabricó una cometa decorada para los Juegos, cuyo alto es tres veces el de una persona. Esta es la historia.

5 de agosto de 2013 Por: Redacción El País

Una familia de empresarios caleños fabricó una cometa decorada para los Juegos, cuyo alto es tres veces el de una persona. Esta es la historia.

Esta es la historia de una increíble cometa hecha en Cali. Una tan grande, que para volarla se tuvo que usar una cuerda de las que tienen los montañistas para sostenerse, y atarla a un camión que la arrastrara a una velocidad promedio de 60 kilómetros por hora. Antes de eso, en el primer intento de levantamiento de la cometa, en un campo de unos 100 metros por 120 de ancho junto al Centro de Eventos Valle del Pacífico, Jorge Muñoz, el creador, sintió la quemadura que le producía la cuerda mientras se deslizaba entre sus manos y el artefacto se elevaba velozmente. Jorge se mira los dedos mientras lo dice, en la oficina de su empresa de metalmecánica, que no tiene nada que ver con hechura de cometas. Es un hombre de mediana edad y por su contextura le dicen ‘el gordo’. Aún así, la cometa de seis metros de alto por trece de ancho no tuvo problema en alzarlo del suelo mientras él sostenía la cuerda. El mayor susto, cuenta su hermana Andrea, a su lado, fue cuando la primera vez que se elevó, a la cometa se le partió de forma abrupta el tubo de la mitad y entonces esta cayó a tierra, con la varilla como una flecha amenazante. Los espectadores huyeron despavoridos. Lo bueno es que pudieron repararla y volverla a volar unos minutos después. Andrea cuenta que hacer la cometa nada tuvo que ver con un asunto de negocios: fue mera afición. Tanto, que la familia se gastó de su propio bolsillo cerca de $3 millones en la fabricación, y aún le sigue invirtiendo.“La hemos cosido ya un sinnúmero de veces. Hemos cambiado los materiales una y otra vez y corregido un error tras otro”, dice mientras señala una máquina de coser en el suelo. La verdad, confiesa, es que ni siquiera ella creía que la cometa iba a poder volar. “Los únicos que lo creían posible eran Jorge y mi papá”.Las cometas se dejan irHay muchos tipos de cometas. Cuadradas, heptagonales, con formas de animales. Las hay de papel y madera, de celofán y aluminio. En México las llaman papalotes, en Nicaragua, lechuzas. Tan solo en Latinoamérica, a ese mismo juguete volador se le llama de quince maneras distintas. Pero esta, la cometa más grande de Colombia, con decoración de los Juegos Mundiales 2013, fue pintada a mano, está hecha en tela y aluminio y para levantarla extendida se necesitan diez hombres. Para volar requiere un viento de mínimo 40 kilómetros por hora. En el taller de los Muñoz, a la entrada, bajo un carro en reparación, está la mente detrás de esta idea: don Jorge, el papá de Jorge y Andrea. Un bogotano de 62 años “criado en Honda, con barriga de antioqueño, pero que vive desde hace 45 años en Cali”, como él mismo dice. Sentado junto a sus hijos, recuerda cómo su papá les enseñaba a él y a sus hermanos a construir sus propias cometas desde niños. “No nos las hacía, nos ponía a hacerlas”, comenta. Dice que las hizo por diversión, pero también para la venta, especialmente ‘faraoncitos’ de un metro de altura. La cometa tipo faraón —llamada así por el parecido que tiene su forma con la de la cara de un rey egipcio— es la que don Jorge y su familia construyeron, a gran escala. Él está convencido de que, aunque el récord de cometas gigantes es de dimensiones mayores, la suya es la más grande del mundo en ese diseño. “Yo les enseñé a mis hijos lo que mi papá me enseñó. Hoy en día los padres no lo hacen y se pierden las costumbres. El trompo, las canicas, el escondite, todo se olvidó, se la pasan es pegados del celular”, reflexiona don Jorge. Uno pensaría que alguien como él, aficionado a las cometas, tendría la casa llena de ellas. Pero no es así: al final de cada agosto, el último día en que volaba su cometa, llevaba más piola de lo normal. “Para qué guardar un aparato que no se va a usar hasta el otro año”. Pero claro, la de este año es la excepción. No solo por la inversión de dinero, sino por el trabajo: inicialmente se construyó en madera, pero al ver que no resistiría, entonces hubo que volver a hacer toda la estructura, pero con aluminio. “La idea es hacer una más grande el año próximo”, suelta entre risas.Quizás sea ese espíritu ambicioso y emprendedor el que lo ha llevado a tener, además de la metalmecánica, una empresa de plásticos, Deplastik, que hizo los ‘frisbys’ promocionales de los Juegos Mundiales. Pero no solo eso: sus hijos tienen toda clase de inventos: desde pasteles personalizados con forma de casi cualquier cosa, hasta nebulizadores para la Ciclovía (aparatos que atomizan agua para refrescar a los deportistas) y madera plástica (material para muebles y construcciones, hecho con plástico reciclado). “Lo que no nos sabemos, nos lo inventamos”, bromea Andrea. Incluso fueron ellos quienes iluminaron 200 buses del MÍO el pasado diciembre, en tan solo tres días.Cuando uno habla con la familia Muñoz, uno podría pensar que la historia de cómo se construye una cometa de seis metros de alto por trece de ancho es la historia de la vida misma. La historia de cómo cuando se fracasa al alzar el vuelo, hay que recoger los fragmentos y seguir adelante. La de cómo un hombre a sus 62 años aún siente que “todavía quedan muchas cometas por volar”.

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