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Cali sigue siendo un riesgo para los ciclistas urbanos

Hasta este domingo, esta es la semana de la bicicleta. ¿Cómo es la ciudad vista sobre dos ruedas?

25 de enero de 2014 Por: Redacción de El País

Hasta este domingo, esta es la semana de la bicicleta. ¿Cómo es la ciudad vista sobre dos ruedas?

De cierto modo, las ciudades se conocen de otra manera cuando se recorren en bicicleta. Ni caminando ni viajando en auto llegan a entenderse cosas que solo son posibles de advertir ahí, sobre dos ruedas: la verdadera dimensión de los rotos del pavimento, la tolerancia de automovilistas y peatones, la señalización de las vías, la accesibilidad, el respeto por la diferencia. Pedaleando entonces, la fama que precede a las ciudades puede confirmarse o desvirtuarse en un ejercicio de sincronía física y emocional tan certero como detallado. En Amsterdam, el 40% de sus habitantes se mueve en bicicleta, por ejemplo. En las estaciones de trenes cualquiera puede alquilar una y hasta un niño puede llegar hasta el último rincón de la ciudad combinando el esfuerzo físico con viajes en tren. En la estación central hay un parqueadero con capacidad para diez mil bicicletas. Amsterdam es incluyente, la ciudad de la mente abierta. “Yo soy Amsterdam, la ciudad más famosa de Holanda, para mí, para ti, para todos”, dice el slogan con el que su gobierno la promociona ante el mundo. Vista desde abajo, Cali, la ciudad con más ciclistas en Colombia, es apenas para los temerarios. A ras de suelo, la ciudad es filosa, angosta, perforada, peligrosa: de acuerdo con cifras de Medicina Legal, en el 2011 36 ciclistas murieron en su calles; en el 2012 hubo 29 víctimas, el año pasado fueron 33. El 10 % de las muertes de ciclistas urbanos registradas en todo el país ocurren en Cali. Vista desde abajo, que a esta ciudad insistan en llamarla Sucursal del Cielo, se siente, en cada pedalazo, como un mal chiste.***Por densidad poblacional, esta es la ciudad con más ciclistas urbanos del país. En Bogotá, ciudad de ocho millones de habitantes, hay más ciclistas contados, pero la proporción de viajes es casi la misma de Cali, por lo que el primer lugar es para la capital del Valle. Mientras que en Bogotá cada día son realizados en promedio 500.00 desplazamientos en bicicleta (recorridos de ida y vuelta), en Cali se han contabilizado cerca de 400.000. Y eso se traduce en casi 200.000 personas que todos los días pedalean para ir y volver de sus sitios de trabajo o estudio hasta sus casas. De acuerdo con un análisis de Salud Pública y la Universidad del Valle, hasta hace dos años el 12 % de la ciudad se movía así, a bordo de una bicicleta. Eduardo Cobo, licenciado en Educación Física de la Univalle y presidente de Cicloamigos, una organización de veeduría ciudadana que busca incidir en las políticas públicas de movilidad, dice que aquello es fácil de entender teniendo en cuenta tres factores: la topografía, el clima y la pobreza que hay en la ciudad. Por todo eso, cree él, desde hace mucho deberían existir otras condiciones para los ciclistas, seguridad para sus desplazamientos, verdaderos espacios para transitar con continuidad (sin que el ciclista deba bajarse para pasar un puente o cruzar una calle). “Pero aquí el desarrollo está pensado y planteado para los carros”.Son las once de la mañana y Eduardo, 60 años, barba blanca, el pelo largo y revuelto, está en la Plazoleta Jairo Varela para demostrar que eso que dice no solo es el deseo de un hombre que lleva más de la mitad de su vida movilizándose en bicicleta. Hace unos meses, Eduardo y un puñado de amigos plantearon a través de redes sociales un reto para los ciclistas de la ciudad: sin infringir ninguna norma de tránsito, abandonar el carril derecho, ni bajarse de la bicicleta, debían llegar desde el CAM hasta Kumis Kasimiro (Calle 10 3-04, pleno centro). El premio para quien lo consiguiera era un casco. El reto, convertido en concurso, fue bautizado Cabeza Dura.En compañía de otros cuatro miembros de Cicloamigos: Jorge, Jefferson, Natalia y Julián, el pasado jueves Eduardo hizo el ejercicio: y lo que a pie puede tomar quince minutos y en carro, menos de la mitad, les tardó 40 minutos. Para hacerlo cumpliendo las reglas primero tuvieron que ir hasta la Portada al Mar. Solo allí lograron dar la vuelta sin abandonar la margen derecha. Después la Avenida del Río, la Calle Quinta hasta la Carrera 27 para tomar el sentido sur-norte y la Carrera 5 para entrar al centro. Tal vez, si en el Bulevar del Río hubieran destinado un carril para que los ciclistas transitaran, la vuelta hubiera demorado mucho menos de la mitad del tiempo. Ya abajo de la bicicleta, Natalia Bonilla, 20 años, ojos negros, el pelo atado en una moña, dice que desplazarse de esa manera en Cali es un peligro. Natalia tiene conocimiento de causa: el año pasado, bajando por la Calle 24 Norte, en el barrio Santa Mónica, quedó enterrada en un hueco con forma de herradura que seguramente habría podido ser sorteado por un carro o una moto pero no por la llanta delantera de su bicicleta. Sus ciactrices no la dejan mentir: la chica terminó con la mandíbula partida y un diente roto. Jefferson Cifuentes, 20 años, publicista, vegetariano, camiseta sin mangas, habla de un peligro que va mucho más allá de los huecos, la falta de espacio en las calles, las ciclorrutas inconclusas. Sumado a todo eso, dice, el mayor riesgo al que se exponen los ciclistas es la falta de conciencia de los conductores de carros y motos. Para explicarlo, Jefferson cuenta de algo que le pasó en diciembre en la Avenida Sexta, luego de que un carro lo cerrara y él le hiciera el reclamo al conductor: “Al rato ese man y otro tipo de una camioneta me volvieron a cerrar y se bajaron y empezaron a lanzarme puños y patadas. Yo iba con una amiga y la bicicleta de ella la tiraron contra el piso, la dañaron. Hay gente que cree que los ciclistas no tenemos derecho en la vía, que no existimos”.Aquella invisibilidad de la que habla el muchacho no es nueva. El informe final del estudio del plan maestro de ciclorrutas para Cali, elaborado por la Alcaldía en el 2004, demuestra que desde hace mucho vienen siendo víctimas de accidentes que reflejan el poco lugar que han tenido sobre el asfalto: solo ese año hubo 1254 ciclistas involucrados en accidentes de tránsito. 224 tenían entre 15 y 24 años. 67 murieron. Que la constante de esas cifras se siga dando es justamente lo que intenta conjurar la Administración a través del plan de construcción de ciclorrutas. De acuerdo con información suministrada por Metrocali, el Sistema Integrado de Transporte Masivo MÍO, ha construido 25 kilómetros de trazado exclusivo para bicicletas y para el 2015 planea construir otros 25. Además, tienen contempladas obras complementarias en las estaciones, como parqueaderos. Recostado sobre su bicicleta, bajo la sombra de un árbol centenario que ahuyenta la resolana del mediodía, Eduardo Cobo dice que más que ciclorrutas lo que Cali necesita son ciclocarriles: espacios demarcados sobre el asfalto, destinados únicamente para los ciclistas, que garanticen su seguridad. Quizás algún día pase, espera el hombre elevando los ojos al cielo. Tal vez entonces, de suceder aquello, Cicloamigos empiece a promover el uso de la bicicleta para movilizarse en la ciudad. Por ahora, confiesa, eso es algo que no hacen: “A pesar de que defendemos al ciclista no es algo que impulsemos: hacerlo aquí todavía es un riesgo muy alto”. Si eso pasa, si un día Cali llega a tener ciclocarriles, Eduardo quizás pueda entregar el casco que aún tiene guardado: todavía, dice, no ha aparecido un ‘cabeza dura’ que cumpla el reto que hace meses plantearon.

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