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Siete historias de vida de los 'hijos del Estado' que van a la universidad

Ahora hay 87 jóvenes en 25 entidades de educación superior. ¿En qué carreras están estudiando? Le contamos.

3 de julio de 2016 Por: Alda Mera | Reportera de El País

Ahora hay 87 jóvenes en 25 entidades de educación superior. ¿En qué carreras están estudiando? Le contamos.

"Sueños, Alas para Volar,  es el programa que busca construir un proyecto de vida para  aquellos hijos del Estado que nadie reclamó ni  adoptó nunca. Nuestro objetivo es formarlos como seres humanos y luego como profesionales para que puedan desempeñarse de manera autónoma y formarse académicamente. Hoy estamos cambiando vidas, son resultados tangibles”, dice el director del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, seccional Valle, John Arley Murillo. Ahora hay 87 jóvenes en 25 entidades de educación superior, 16 entraron en 2016 y  250 más están culminando el bachillerato. Y como cualquier padre, psicólogos del ICBF, como Diana Borrero,  les van descubriendo sus motivaciones y destrezas y los va perfilando para apoyar su vocación, si tienen una idea de negocio para formarlos en un emprendimiento productivo o  para elegir una carrera profesional, técnica o tecnológica o un deporte para practicar. Este proyecto de formación profesional de los hijos del Estado, “nació hace cinco años en la seccional Valle y se puede replicar en el resto del país, porque había jóvenes que al cumplir los 18 años salían a la calle a vender minutos, y aquí egresan  con un proyecto de vida resuelto”, explica Murillo. Gracias a esto, cinco de ellos ya trabajan con el mismo ICBF, hay campeones en varios deportes y se espera que el sector privado les dé la oportunidad de realizar sus prácticas y/o los vincule laboralmente.Diana Borrero califica el proceso como “valiosísimo”  porque más que darles la oportunidad de formarse académicamente, es recordarles su valor como seres humanos. “Tengo la importantísima tarea de mantener en ellos su motivación y su autoestima altas, pese a que no recibieron las caricias sino el abandono de sus procreadores”, dice de quienes no tienen red familiar de apoyo o que no ejercen su responsabilidad parental. La psicóloga destaca que como cualquier padre, el ICBF les reconoce sus derechos a ser amados, acogidos y protegidos y a tener un desarrollo integral, dándoles vivienda, alimentación salud, educación. Y se ocupa hasta de diligenciarles la tarjeta de identidad, su cédula de ciudadanía, de tramitarles la libreta militar. Como cualquier papá, “asume esa responsabilidad de darles amor y consolidarlos como seres valiosos, dignos y con derecho a ser felices”, anota. AbogadaCindy Johanna Franco Yesquen tiene poder de convicción. Habla muy fluido y denota que se ha convencido a sí misma que será no solo abogada, sino magistrada.  Está en 4° semestre de  Derecho en Cali y ya trabaja en la sala penal del Tribunal Superior de Cali. El magistrado Orlando Echeverry Salazar, quien es su profesor, le dio la oportunidad de ir a transcribir audiencias. Y le obsequió un portátil, le presta los códigos, le ayuda con las copias y él, su esposa y sus hijos, la invitan a compartir los fines de semana. Casi que la han adoptado como si fuera de la familia.  También es voluntaria de la Policía Comunitaria, dando charlas a los jóvenes sobre prevención de drogas y la delincuencia. “Trato de ser servicial por el bienestar de los niños”, dice. Espigada como una atleta, creció con sus abuelos en Bocas de Satinga (Nariño), porque sus padres no tenían para sostener a nueve  hijos. Su sueño infantil de ser “profesional”, la trajo donde una tía, en el barrio Alfonso López. Pero no le daba de comer y por desnutrición, el ICBF asumió “su paternidad” y a los 15 años vivía en el hogar sustituto de doña Inés Amparo Zamora, de la Fundación Caicedo González.   “Gracias a Dios, Él me puso ahí y gracias al Estado y sola, voy a ser senadora de la República y presidenta del Congreso”, dice con firmeza esta joven de 22 años que hace más de diez no tiene contacto con su familia. “El hogar sustituto es el promotor de todos mis logros y yo voy a ser profesional”, comenta.  Cindy ya piensa en un proyecto de ley para favorecer a la población carcelaria, porque “el Estado se ha olvidado de esas personas que cometieron un error, pagaron una condena, pero la pagan otra vez porque la sociedad los rechaza porque el Estado no hace su papel de resocialización”, argumenta con tono de legisladora. ContadorSu mamá murió y Yefferson Jiménez quedó  con su papá, vendedor de  revuelto en la galería. A veces comía, la mayoría de las veces no. Pero el Servicio Juvenil Bosconia abrió un hogar del ICBF allí y él iba porque le daban desayuno, almuerzo y podía distraer el hambre en la piscina o en la cancha de fútbol. Se acostumbró a ir de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. y a sus  12 años de vida de carencias, comprendió que Bosconia le brindaba oportunidades. Como si fuera adulto,  decidió internarse. Le tocó en la finca La María en Vallejuelos (Zarzal), alejado de todo. Como  siempre le gustó estudiar, a sus 12 años, el  ICBF  le asignó como  nuevo hogar la Casa Marcelino, centro de formación juvenil, mientras hacía el bachillerato en el Colegio República de Israel. En  10°, recibió formación técnica en el Centro Auxiliar de Servicios Docentes, CASD. Y Jefferson,  hábil con  los números, estudió contabilidad. Pero le iba bien con el balón  y soñaba con  estudiar educación física, pero no se pudo inscribir. En vez de patalear como un adolescente,  ingresó a   Contaduría en la Universidad Cooperativa de Cali. Para ello,  el ICBF lo trasladó al Taller del Maestro, un  hogar  donde los hijos  del Estado  hacen su preparatoria para la vida laboral y adulta. Como todo buen hijo trabaja en la empresa de su papá,  como técnico administrativo de una oficina del mismo ICBF en Cali. Por estos y otros logros, cuando va a Bosconia, los niños lo abrazan y lo admiran como su modelo a seguir. Es el ejemplo de ellos. Con una madurez y una sensatez que sorprenden para su edad en orfandad, él quiere formar una familia, quizás como proyección de la que él no tuvo. Lo sueña con su novia, Keiry Rico, otra  protegida del Estado en Hogares María Goretti, y estudiante de odontología en el Colegio Odontológico Colombiano. EconomistaEl 27 de noviembre de 2005 quedó impreso en la memoria de Christian Andrés García Quintero. Él tenía 12 años y vivía con sus abuelos en Bogotá. Su abuelo aprovechó que la abuela no estaba y llamó al ICBF porque sus dos hermanos mayores molestaban mucho. A él lo citaron para tomarle declaraciones, pero cuando supo que se llevarían a sus  hermanos, él pidió ir con ellos. No se quería separar de ellos. Su hermano volvió con la mamá,  la niña estuvo seis años con el ICBF  y fue  reintegrada con un tío materno. “Pero a mí me gustaron las oportunidades  que me daba Bienestar Familiar  y las aproveché”, cuenta este joven de  23 años, quien fue remitido al Instituto San José de Cali y estudió en el Colegio Joaquín Cayzedo y Cuero y en el Santa Librada y es técnico en Comercio Exterior de Fundaautónoma. Hoy está en séptimo semestre de Economía en la Universidad Autónoma de Occidente.  “Lo bueno es que la Institución San José es abierta y puedes salir los fines de semana”, dice el joven, siempre y cuando tengan los permisos del defensor de familia, que viene a hacer una especie de padre/madre a sueldo por el Estado, en la medida en que les da la orientación y les pone las normas. “Como a todo joven, a uno le hacen falta los padres”, dice mencionando que a veces alguno de ellos viene, pero es muy difícil que lo hagan porque son ocho hermanos en total. “Conocí el modelo de ICBF y ahora yo ayudo a los educadores, soy recreacionista y realizo actividades para divertir a los otros niños, les cuento parte de mi vida  y ellos me ven como un modelo y me dicen: ‘profesor García’ y me abrazan. Es muy bonito”, relata el joven que es uno de los más avanzados en los estudios “porque siempre tuve hambre de saber”, manifiesta Christian Andrés. EntrenadorCuando James Alexis Cuero Mosquera llega a un sitio,  llama la atención por su atlética figura de 1,85 metros y piel ébano y su estilo juvenil de vestirse.  A su mamá nunca la conoció y su padre lo dejó al cuidado de una familia  en Guacarí, pero luego él  murió por una mina antipersona en Putumayo. El niño se tornó rebelde, grosero, desobediente. Entonces, a los 11 años, pasó a protección del Estado. Por su destreza futbolística como volante extremo,  estudia Educación Física en la Universidad Central del Valle, Uceva, y ya trabaja como profesor en una escuela de fútbol en Tuluá.  “Mi meta es terminar mi carrera,  hacer una especialización de preparador físico o director técnico y tener mi escuela de fútbol y así  generar empleo”, remata James Alexis, que le pide a la defensora de familia que les den la oportunidad de elegir su vestuario más a su gusto. Como cualquier adolescente le pediría a sus papás. De niño oyó hablar de  hermanos, pero no los conoció. Ahora, en Facebook, dos chicas  dicen llevar su sangre, una en Tuluá y otra en Chile, pero “no pensé que se fueran a preocupar por mí. Así como estoy me siento bien”, comenta. DiseñadorAntonio Castro tiene solo 20 años, creció al abrigo del ICBF y ya es un empresario virtual. En www.inpardus.com su sitio web, este joven promueve collares, brazaletes, dijes, cadenas, anillos, en plata y bronce que aprendió a diseñar en el programa Diseño de Joyas en Comfandi. Lo bautizó Inpardus, por “in”, de innovar, y pardus, porque sus creaciones se inspiran en la belleza animal. Ese fue su proyecto de grado de este joven que desde los 14 años ya se destacaba haciendo tejidos. Antonio es más bien callado y habla más a través de sus creaciones, que gustan mucho. Promesa de escritorDesde los 3 años de vida, Luis Eduardo Valencia no tuvo un hogar, sino muchos. Su transhumancia a tan corta edad por Chiquitines, Hogares Bambi, Aldeas Infantiles, El Palmar y otros  hogares sustitutos, en Cali,  terminó hace cinco años cuando llegó a la Institución San José, donde se formó   el  joven de 19 años y grandes aspiraciones. “El Hogar San José me ha formado como persona y ha sido el constructor de mi proyecto de vida”, donde tiene “80 hermanos”, todos con grandes metas como él, dice. Solo recuerda que “fue muy duro despegarme de los brazos de mi madre y no sabía cómo manejar esta situación, pero gracias a las casas donde estuve, me hicieron saber  que tenía que cuidar a mi hermano,  que llegó al hogar recién  nacido. Así supe  que tenía que salir adelante, gracias a él soy lo que soy,  él es mi motivación”, confiesa el joven cuya  madre los entregó en Bogotá agobiada por la pobreza. “Mi mamá se iba a llevar a mi hermano, pero –aunque Luis Eduardo solo tenía 3 años– yo le insistí que no”, cuenta  ahora. Dice que siempre fue  muy orientado hacia lo académico, sacó un buen promedio  en las pruebas Saber del Valle y entró a estudiar a la Escuela Nacional del Deporte, pero lo llevaron a un  encuentro de jóvenes pilosos como él y allí conoció mucha gente de humanidades y como siempre le ha gustado escribir, se cambió a estudiar Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Autónoma de Occidente. Y ya tiene resultados. Hace cuatro años asiste a los talleres literarios con la Fundación Casa de la Lectura, ha participado en el lanzamiento de tres libros, donde le han publicado cuentos, crónicas y trabaja en un proyecto autobiográfico de los 16 años que ha vivido al arrullo del ICBF. “Me gusta exagerar con la metáfora y con los géneros discursivos”, dice la joven promesa de las letras y lector consumado de Edgar Allan Poe, Pablo Neruda y de El Principito, la que él considera “la biblia de todo escritor”. AsistenteIván Andrés Posada Villaneda, a sus 21 años, ya terminó 5° semestre de administración de empresas en la Universidad Uniminuto de Buga y ahora trabaja como asistente de una oficina del Bienestar Familiar, la institución  que le ha dado abrigo, alimento y todo desde  los 13 años. A esa edad empezaron los inconvenientes en su familia, ya que vivía con su mamá y luego quedó al cuidado de su padrastro. Natural de  Yotoco, donde nació, su facilidad para hablar en público, su sentido crítico de la sociedad y sus capacidades en planeación estratégica, no revelan  que desde  su adolescencia quedó al cuidado del Estado en el Hogar Juvenil de Yotoco y luego   se graduó de bachiller en el Tulio Enrique Tascón, de Buga. “Al principio fue caótico, convivir con más niños de costumbres diferentes y lograr una adaptación y seguir desenvolviéndote bien en todo, es caótico”, repite.

 

 

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