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Salsa al parque: el sueño de dos melómanos que saca lo mejor de Cali

Andrés Díaz y Álex Zuluaga echaron a rodar un sueño hace 6 años: llevar la buena salsa al espacio público. Hoy ese sueño tiene nombre y hace vibrar a cinco mil almas el primer sábado de cada mes: Salsa al Parque.

12 de mayo de 2016 Por: Lucy Lorena Libreros | Reportera de El País

Andrés Díaz y Álex Zuluaga echaron a rodar un sueño hace 6 años: llevar la buena salsa al espacio público. Hoy ese sueño tiene nombre y hace vibrar a cinco mil almas el primer sábado de cada mes: Salsa al Parque.

Cuenta Andrés Díaz que hubo un tiempo en el que los caleños de barrio popular elegían la casa de cualquier vecino para reunirse por el puro placer de hacer girar sus acetatos. 

Ocurría hace más de treinta años. “Mirá, compré este Lp de la Sonora”, decía de repente el operario de fábrica. “Vé, este es el último de Arsenio Rodríguez”, ‘chicaneaba’ el zapatero.

El asunto fue tomando tanta fuerza que un día no solo fue necesario bautizar esos encuentros espontáneos  —los llamaron audiciones—, sino buscarles nueva sede.  Fue entonces cuando  la gozadera se tomó los parques del Siete de Agosto, de Los Guaduales, de El Poblado, de El Diamante. 

Los melómanos de cada barrio —caleños enfermos de música, dedicados durante años  a atesorar guarachas, pachangas, sones, salsas y boleros— sacaban parlantes  en las tardes  de sábado y establecían una temática, mientras la gente iba llegando atraída apenas por la buena melodía. Nadie pagaba un peso.  

Es que muchas de las canciones que  se escuchaban, reconoce Andrés, no eran precisamente las más conocidas. Porque esas audiciones eran lo más parecido a un grito de rebeldía contra la  ‘tiranía’ de la radio: en ellas sonaban los temas que no se programaban en las emisoras, los cantantes y grupos de los que no se ocupaban los medios.  

 Y en ellas la gente aprendía. El nombre del álbum, el compositor de la canción o el intérprete y quiénes  escoltaban el piano o el trombón. 

Andrés, un joven periodista, filósofo y gestor cultural al que todos llaman ‘Pachanga’, repasa este pasado musical días antes de que comience la 59 edición de un sueño que gestó, hace seis años, en compañía del docente de ciencias sociales Álex Zuluaga.

Los dos se conocieron, una década atrás, cuando Andrés trabajaba como mesero en Latinos, una salsoteca del oriente de Cali. Y a los dos no solo nos unió el amor por la salsa, sino el deseo poderoso de trabajar por esta ciudad.

En el camino tropezaron con cómplices. Ahí está Bladimir Morales, consumado coleccionista; Wilmar Pasos, el célebre ‘Pipo’, Dj de salsotecas; y Harvey Palma, uno de los más entrañables coleccionistas del barrio Obrero. 

El sueño de todos ellos hoy tiene nombre y el primer sábado de cada mes  —como en los gratos tiempos de las audiciones de barrio— convoca a  miles: Salsa al Parque.

No buscaban, en todo caso, crear un encuentro de melómanos y coleccionistas. Otro más, como el que se realiza en cada Feria de Cali. 

La idea, reconoce Álex, era devolverle a la ciudad la tradición de las audiciones porque, para entonces, amenazaba con extinguirse. 

Un espacio donde el disfrute de la música “fuera más democrático” y no el sentir de unos pocos, melómanos acostumbrados a compartir sus conocimientos y sus álbumes  solo entre ellos. “La música como fetiche”, agrega Andrés.

De lo que se trataba, más bien, era de crear en un espacio público un “encuentro de salsómanos”, como lo define Álex Zuluaga, fundador de la Fundación Nuestra Cosa Latina, que ha arropado a Salsa al Parque en estos seis años. “Una reunión  de ciudadanos, sin distinción social, que se convocan en torno a la salsa. Una donde cabíamos todos”. 

Lo mismo el bailador que el bloguero, lo mismo el universitario que el obrero,  lo mismo el académico que el coleccionista, claro; lo mismo el escritor que el vecino pachanguero que no conserva miles de  discos en su casa, pero  que sale a buscar la clave con sus zapatos blancos.       

Las primeras audiciones se tomaron el Parque Alameda. Pero a los pocos meses, enhorabuena, a Álex se le ocurrió trastear su iniciativa hasta el Parque de los Estudiantes, allí en plena Calle Quinta, para que los salseros bailaran y aprendieran a los pies de la Reina Jovita.

Desde la primera vez ha funcionado igual: usted se inscribe con tiempo para audicionar, y eso no es otra cosa que llegar con su Lp o su Cd para programar una canción, según la temática.  

Cómo olvidar, dice Álex,  que a las primeras audiciones de Salsa al Parque llegaban 50, con suerte 60 personas. Con el tiempo sumaron algo más de 200. Cabían en la mirada.  Gente que se acercaba después de leer la convocatoria en alguna red social o de enterarse por el ‘vozavoz’ o el ‘correveydile’ de los que ya habían llegado a los pies de Jovita y deseaban volver.  

Cómo olvidarlo, si lo que han visto sus ojos de maestro en las últimas audiciones es un público generoso de más de  5 mil personas, muchas más de las que podía albergar el Parque de los Estudiantes. 

Fue por eso que se hizo necesario trasladar nuevamente a Salsa al Parque de lugar. Ya  los gozones eran demasiados. Este sábado, la cita es el antiguo Club San Fernando. Y la consigna sigue siendo la misma: reunirse para bailar, para aprender, para disfrutar. Como los caleños de antaño en la sala de la casa.

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