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Relato de una sobreviviente de la tragedia de Armero

12 de noviembre de 2010 Por: Liz Amaya | Especial para Elpais.com.co*

[[nid:480243;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/11/tragedia-734.jpg;full;{El País recorrió las ruinas de esta ciudad del Tolima que desapareció del mapa por una tragedia anunciada. Retrospectiva de la catástrofe, los símbolos que la recuerdan y testimonios de sus sobrevivientes.El País}]]

Una vez reflexionando sobre todas las cosas que el ser humano, a lo largo y ancho de su vida puede vivir, algunas malas, otras buenas, escribí esto: "la vida es ese algo que tenemos en las manos y que dejamos pasar sin saber cuando ni como la perderemos".

Caminamos por este mundo tan rápidamente que no nos damos cuenta que nuestros hijos crecen, no percibimos el amor de nuestros padres en el día a día, ni miramos hacia arriba para contemplar el cielo azul de un nuevo amanecer.

Y así como el agua se nos escapa entre los dedos, así se nos van las esperanzas, los sueños, las ilusiones y las oportunidades de ser feliz. Y es tan rápido que frecuentemente no tenemos tiempo de abrazar ni ser abrazados, de perdonar y ser perdonados, de amar y ser amados.

Y de repente, cuando quizás ya sea demasiado tarde, nos encontramos frente a frente, con el gran muro del final de nuestros días, lleno de graffiti, con muchos letreros que nos recuerdan todas las cosas que nos quedaron por hacer, pero que lamentablemente no hicimos ni tenemos tiempo.

Han pasado 25 años desde aquella fecha del 13 de noviembre de 1985 cuando un día por poco la vida se me va de las manos y francamente no se a que horas los viví. Y al cerrar mis ojos para evocar los momentos que deseo compartir, me doy cuenta que cada recuerdo de mi vida es un milagro que Dios me ha permitido vivir.

Yo tenía una vida "feliz" era una adolescente rodeada de todo lo que quería y tenía los mejores amigos del mundo. Años atrás había perdido a mi padre a quien amaba mucho pero en medio de ese gran dolor me encontré con el maravilloso amor de Dios y conocí de manera especial al Señor Jesucristo.

Este encuentro renovó en mí los deseos de vivir y me llene de grandes esperanzas pues la muerte de mi padre había traído vida a mi espíritu, al recibir al Señor Jesucristo en mi corazón. Ya estaba a punto de terminar mi bachillerato, cuando en esa trágica noche se me empezó a ir mi vida como el agua se nos va entre los dedos, tan rápidamente, que solo logre atrapar la última gota de mi vida cerrando mi puño fuertemente para no dejarla escapar.

Recuerdo que ese día, había recibido la visita de mi madre, quien ya vivía en otra ciudad. Yo estaba en casa de una tía mientras presentaba mis últimas pruebas del colegio. Mi madre tenía que regresar ese día pero se le hizo tarde así que yo le pedí que se quedara conmigo pues al otro día podríamos viajar juntas a Ibagué. Se quedó y ya para ese momento la ciudad estaba inundada con un fuerte olor a azufre y toda la gente en general estaba inquieta.

Cuando salimos con mi mamá y mi tía a eso de las 7 p.m. a comprar algunas cosas para la comida observamos que el carro estaba cubierto con una fina capa de polvo (ceniza del volcán) y cuando encendimos las luces del carro percibimos a través de estas, que estaba cayendo ceniza.

Fuimos a la defensa civil, a la cruz roja y en todos los lugares que podíamos preguntar para saber qué ocurría, pero todos decían igual: No pasa nada... Todos en casa se acostaron, menos yo, pues tenía una prueba de fin de año en mi colegio al siguiente día.

De repente se desencadenó una fuerte tormenta.Los relámpagos eran terribles y se oía que caían rayos por toda la ciudad. Recuerdo que eran como las 10:30 cuando decidí acostarme pues tenía mucho miedo y me dije que sería mejor madrugar. Hum! Cuántas veces dejamos para el día siguiente pensando que tenemos la vida ante nosotros pero lo que no sabemos y si el día llegará. Ciertamente mi siguiente día llegó, mas no como yo lo esperaba.

Me acosté al lado de mi mami con el short y la camiseta que tenía puesto para no despertarla. Cuando de repente oí gritos de angustia en la calle. Al principio pensé que era una pelea callejera, luego escuchamos como golpeaban desesperadamente el portón y la puerta de la casa y se oía la gente gritar con desesperación para que abriéramos rápido.

Cuando nos paramos y quisimos prender la luz ya no había. Al bajar las escaleras con una tía y llegar al primer piso el agua ya nos daba al nivel de las rodillas. Para ese momento la tierra se estaba estremeciendo fuertemente como si fuera un terremoto y sonaba como si animales gigantes viniesen destruyendo el mundo. Abrimos el garaje y la puerta de la casa al mismo tiempo y de repente una estampida de gente enloquecida por la desesperación se precipito hacia el interior de la casa.

Huían a la inundación por el desborde del río que nacía en el volcán-nevado, mas nunca por la erupción de este. Por este motivo buscaban las casas más altas. Y en medio de esa multitud escuché los gritos de mi madre que angustiada me pedía que subiera al segundo piso. Subí las escaleras prácticamente en "cuatro patas" pues era tan increíble el movimiento de la tierra que era imposible sostenerse en pie. Tuve el tiempo exacto para hallarla, abrazarla y decirle "mami tranquila todo va a salir bien" cuando de pronto la casa explotó con un estruendo impresionante.

La plancha de la terraza cayo sobre nosotros haciendo presión contra la plancha del segundo piso. Para ese momento ya mi mamá se me había soltado de mis manos y con ella se me fue la esperanza de uno más de sus abrazos y de sus besos. Me quedó en uno de mis brazos una de sus uñas enterrada, como se quedó en mi corazón marcados sus recuerdos, sus caricias y sus besos.

Todo lo que viví durante la catástrofe fue confuso. Pienso que ninguno de los que vivimos esta catástrofe, fuimos plenamente concientes de lo que estábamos viviendo. Lo que si recuerdo con claridad fue la experiencia sobrenatural que viví mientras que los escombros aplastaban mi cuerpo: Me encontré de pronto en medio de una luz inmensamente blanca y experimentaba allí una felicidad que jamás había sentido. De repente supe que había muerto y pregunte donde estaba. Entonces escuche la voz de Dios que me decía "estas en dentro de mi y lo que estas experimentando es el amor con que te amo".

Recordé que años atrás Dios me había hecho el llamado a ser su sierva entonces le pregunte porque me llevaba si El me había prometido ser instrumento en su manos. No recuerdo su respuesta en palabras. Pero se, porque estoy viva aún, que el Señor me dio otra oportunidad.

Cuando recuperé el conocimiento, solo tenía mi cara por fuera del lodo y mi cuerpo de hombros para abajo estaba atrapado por escombros. Todo estaba oscuro y escuchaba gemidos de angustia y de dolor. Aún no sabía lo que había sucedió cuando una segunda avalancha se vino arrastrando con violencia lo que encontraba a su paso y si bien es cierto esto me liberó de lo que me tenía atrapaba, también viví juntamente a esta liberación la angustia mas grande que una adolescente pueda vivir pues empecé a hundirme como en un remolino y sintiendo que la muerte me halaba con violencia mientras sentía que me ahogaba en las profundidades del lodo.

Recordé la gota de vida que tenía en mi mano y cerré con más fuerza mi puño para no dejarla escapar porque quería con todas mis fuerzas vivir. En uno de los momentos en que salí a flote me agarre de algo que parecía un tronco y de este me sujete hasta que la avalancha se detuvo y con ella también se detuvieron mis pensamientos.

No podía pensar ni sentir, porque en mi cabeza de adolescente no alcanzaba a comprender que pasaba!! ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba mi madre? ¿Dónde estaba yo? Quería pararme, pero cuando estiraba mis piernas para tratar de hallar fondo me encontraba que el calor del lodo aumentaba y que no había fondo y sobre la superficie del lodo cabalgaba aun el frío del nevado que había devorado a Armero. Empecé a escuchar gente gritar y quejarse.

Yo quería hacerlo también pero mis gritos y mi llanto se quedaban congelados en mi corazón. Un hombre empezó a llamar a su esposa con desesperación. Yo no lo sentía muy lejos. No le podía ver porque mis ojos estaban llenos de lodo así como mi nariz y mi boca. Empecé a escupir el lodo y cuando pude hablar aun sujeta a lo que yo creo que era un tronco de árbol, le pregunte dónde estábamos y entonces fue cuando supe, por este hombre que el volcán había hecho erupción y que Armero había desaparecido.

Pensé en mi mamá, en uno de mis hermanos que vivía allí con su esposa e hijos y en todos mis tíos y tías, en mis primos, en mis líderes espirituales, en mis compañeros del colegio, pensé en Dios y le pedí fuerzas para seguir cerrando mi puño con la gota de vida que me quedaba, fuertemente para que no se me escapara de la mano. Elevé una oración a Dios y le pedí una oportunidad mas.

Entonces le pregunte al hombre con quién hablaba, dónde estaba él y me dijo que estaba sobre un camión, así que decidí ir hasta allá. Empecé a empujarme entre el lodo sujeta aún a lo que me había agarrado. Yo no sentía dolor alguno en ninguna parte de mi cuerpo y me guiaba por el sonido de la voz del hombre que no paraba de gritar y llamar a su esposa. Cuando yo empecé a moverme sobre el lodo nunca me imagine que estaba en una gran mar de cadáveres. Me encontraba uno tras de otro, flotaban en la superficie del lodo, unos boca abajo otros boca arriba.

Yo les palpaba sus rostros para ver si respiraban, les hablaba con la esperanza de que fuese uno de los míos y cuando percibía que estaban muertos los hundía para poder pasar por encima de ellos. Esta acción me represento un profundo dolor con el pasar de los días, pues me parecía que talvez había hundido a mi propia madre y quizás aún con vida. Cuado llegue hasta el camión empecé a tocarlo y me di cuenta que era de estacas.

El hombre estaba dentro de la carrocería y cuando me vio empezó a gritarme que no me fuera a subir. Yo quise sujetarme de una de las estacas para subir y fue allí cuando me di cuenta que uno de mis brazos no me servía así como tampoco mis piernas. Además cuando intente subir el camión empezó a moverse y el hombre me decía que si no me soltaba el camión se iba a voltear porque éste, solo estaba flotando en el lodo. Ya no tenía fuerzas para quitarme de allí así que solo me tocaba creer que Dios pondría su dedo en el camión para que no cayera de lado aplastándome.

No se cuanto tiempo transcurrió pero de pronto el hombre vio no muy lejos de nosotros unas luces de linterna y empezó a gritar: Aquí, Aquí, ayúdenos!!! Eran personas que habían quedado en una colina. El lodo nos había arrastrado tanto que habíamos llegado hasta el final con él. Estas personas empezaron a colocar tejas de zinc de las casas destruidas y con ramas que cortaban de los árboles lograron tocarme. Me pidieron que me sujetara a ella y luego me arrastraron hasta la orilla.

Allí alguien me levanto pero cuando paso sus brazos por las piernas y toco mis carnes abiertas se impresiono pues una gran parte de mi tejido había desaparecido quedando al descubierto mi hueso. Tenía heridas por todo el cuerpo. Mi ojo izquierdo estaba medio afuera y mi pelo totalmente chamuscado (parece que en estado de inconciencia pase por algún lugar en llamas). Ciertamente el panorama para ellos fue desastroso pues me subieron unos cuantos metros y me dejaron allí, pues pensaban que con seguridad moriría. Allí permanecí 4 noches y 5 días esperando un rescate. Al amanecer del siguiente día los que podía ver empezaron a llorar ante lo que veían: No quedo nada, decían, el mundo se acabó, Dios mío ayúdanos!!! De pronto el volcán rugió y se sintió un temblor de tierra.

La gente empezó a gritar y los que pudieron correr huyeron con la desesperación de otra posible avalancha. Solo quedamos los heridos que no podíamos movernos y los cadáveres que habían sacado del lodo. Ese mismo día escuche helicópteros pero ni yo los veía ni ellos a mi, porque yo estaba del color de la tierra. En la tarde el lodo que tenía en la boca, garganta y nariz empezó a secarse y me era imposible respirar. Era como cemento y yo tenía sed. Empecé a recordar que muchas veces mi madre me regañaba porque yo prefería un vaso de agua a un jugo y cuando me bañaba solía decirle al Señor: "Dios nunca me vayas a dejar morir de sed". Y yo estaba allí muriéndome de sed y recordándole al Señor mi petición.

De repente empezó a caer una suave llovizna y yo abría mi boca pero parecía como si las gotas cayeran en todas partes menos en mi boca. En mi desesperación sentí que el Señor me mostraba que tenía que hacer una vasija con mi mano y que primero la limpiara, luego volver a esperar que se llenara y lavar la boca y la nariz y el último sería para beberla. Así lo hice y cuando estaba mi mano llena para beber, paro la lluvia.

Yo no quería perder el poquito de agua que tenía y por encima del dolor que sentía lleve mi mano hasta la boca y me tome el trago mas amargo de mi vida, pues toda la arena y lodo que tenía todavía en la garganta y en la boca me rasgaron las paredes de la garganta produciendo un dolor tan fuerte que llore como una niña.

Mi llanto era una mezcla de dolor físico con el dolor del niño que se ha caído y busca con su llanto el auxilio de su madre. Pero mi madre no llego. Tenía miedo. Cuando me paso el llanto me di cuenta que ya podía mover mis ojos y que el lodo que se había secado, se había salido con las lágrimas. Entonces en ese momento supe que no estaba sola, porque el Señor estaba conmigo.

Las noches siguientes fueron las más largas de mi vida, enfrentando el miedo y el dolor, no solo de mis heridas sino de mi corazón. Durante la noche sentía culebras arrastrarse sobre mi cuerpo y las ratas mordiendo mis heridas y lo único que salía de mis labios era: Señor ayúdame. Se que El estuvo conmigo esperando un rescate que fue largo pero que por fin llegó!!!. Fue de una manera milagrosa que no cuento porque sería mas largo mi testimonio.

Me llevaron a un lugar donde ponían a los sobrevivientes para ser transportados en helicópteros pero nadie quería llevarme porque no podía ocupar un lugar con una persona que no tuviera posibilidades de vida. Pasaban por encima de los heridos diciendo: "éste si, este no," y a mi siempre me tocaba el no. 

Desde las 6 de la mañana escuchaba helicópteros aterrizando y despegando y a mi ya casi era el medio día y no me escogían. Recordé que tenía la gota de mi vida en mi mano y con la misma fuerza con que me aferraba a ella, me agarre fuertemente al pantalón de uno de los que pasaron por mi lado y no le solté hasta que me prometió que me llevaría. Me subieron a un helicóptero que tenía el cupo completo, no había casi espacio y tuvieron que acomodarme de lado al borde de la entrada.

Este helicóptero de rescate no tenía puerta y yo les escuche decir que si me caía nuevamente al lodo nada se perdía pues yo de todas maneras no sobreviviría. El helicóptero aterrizó en un campamento hecho por la cruz roja y cuando me bajaron me pusieron en una camilla. Durante los 5 días que había demorado el rescate nunca vomite el lodo que me había comido, por lo que presentaba un crecimiento del vientre exagerado.

En seguida llamaron por radio teléfono para comunicar la gravedad pues si mi estómago estaba de ese tamaño era porque había peritonitis. Yo alcance a escuchar que no había cupo por avión y que había que enviarme por tierra. Esto fue lo último de lo que tuve conciencia, y nuevamente apreté mi puño para que no se escapara mi vida entre mis dedos y pensé en Dios mientras le decía: Ayúdame. A Bogotá llegue en estado de coma. Morí clínicamente dos veces y tras recibir choques eléctricos, la vida se me fue devuelta.

Días más tarde desperté del coma para enfrentarme a otra lucha. Mi pierna derecha estaba gangrenada y había que amputarla.....Yo me quedé mirando a los ojos al doctor mientras me decía que si me dejaba amputar me ofrecía un 50% de probabilidades de vida. En ese momento tenía una máscara de oxigeno, un catéter, sonda, líquido intravenoso, y otra cantidad de cosas.

Le mire fijamente y con la cabeza le dije: NO. Me quito la mascara de oxigeno para que yo pudiera hablar y me dijo: "Te estoy ofreciendo 50% de probabilidad de vivir si te amputo y me dices que no?!!" Yo le respondí con una voz muy débil pero firme: Doctor, el Señor me ofrece el 100% sin quitarme nada. El doctor salió indignado de mi habitación.

Y mientras los días transcurrían mi situación empeoraba pues pasando un día tenían que llevarme al quirófano para quitarme más y más tejido dañado. El hueso y los tendones ya se estaban deteriorando y mi estado de salud era cada día más precario. Un día se declaró el hospital en cuarentena pues se detecto gangrena gaseosa. No pude volver a recibir mas visitas y los médicos le aseguraron a mi familia que la primera en morir era yo.

Sin embargo vi morir una a una las compañeras de mi habitación y supe de muchos mas en el hospital pero yo seguía con mi puño cerrado aferrándome a la vida. Unos quince días después de la cuarentena el color de mi carne empezó a cambiar y al enviar una muestra al laboratorio se dieron cuenta que la gangrena había desaparecido. Los médicos, las enfermeras, mi familia y todos los que se enteraban no lo podían creer.!!!! ERA VERDADERAMENTE UN MILAGRO DE DIOS.

Me hicieron unos injertos para remplazar todo el tejido perdido, pero quedé inválida. Por este motivo viaje a Francia donde durante un año fui sometida a muchas intervenciones quirúrgicas y por último me hicieron una cirugía estética para mejorar el aspecto de mi pierna. Aprender a caminar nuevamente fue también muy difícil y de mucha dedicación.

Pero solo tenía una imagen en mi mente: Siempre me vi con un micrófono en la mano frente a grandes multitudes de pie predicando la palabra de Dios y compartiendo los milagros de Dios en mi vida. El proceso de mi sanidad interior se dio cuando después de haber alcanzado mi objetivo de caminar me vi envuelta en mis recuerdos.

La catástrofe se había llevado mi familia, había perdido mi ciudad, mis amigos, estaba sola en un país que no era el mío, sin padres, sin nadie. El temor a una nueva catástrofe me llenó de confusiones. Muchas veces estando aún en París, esperando que llegara el metro, su sonido lo comparaba con el que hacían las casas cuando se caían y de repente empezaba a tener fuertes crisis nerviosas.

Empecé a imaginar que mis padres vivían y yo misma me enviaba correspondencia de ellos. Habían momentos de lucidez en los que yo sabía que estaba perdiendo la razón. Decidí ir al psicólogo y después de tres sesiones frustrantes decidí no volver. Salí de allí llorando mientras le decía en español al Señor: Dios ¿dónde estás? Como es que me sanaste de una enfermedad que para la ciencia es imposible y no sanas las heridas de mi corazón! De repente me quedé viendo una postal que mostraba la imagen de una joven muy parecida a mí. Se veía de espaldas pues ella estaba mirando un sol que nacía.

Y con sus brazos alzados y abiertos observaba un nuevo amanecer. La frase de esta postal decía en francés: "He decidido ser feliz". Esta fue la más amorosa de todas las respuestas que he recibido de mi Padre Celestial pues muy claro me decía: "Hija, tienes que decidir ser feliz, porque cuando esto suceda, yo voy a ser el padre o la madre que ya no tienes, cuando tengas miedo yo te daré de mi paz, cuando estés sola te cubriré con mi amor, cuando este oscuro yo iluminaré tu camino y cuando tengas necesidad de mi, siempre habrá un lugar en mis rodillas para ti."

Entonces recordé mi Armero querido, ya no para llorarlo, sino para traer a mi memoria que en su suelo me encontré con el más grande y maravilloso amor, que es el amor de Dios Desde ese día todos los días de mi vida lucho por mi felicidad. Y se que mi felicidad es Dios pues se que solo El tiene en sus manos lo que yo necesito para ser feliz. Cuando veo la televisión me asombra la tragedia que está viviendo el mundo.

Hace 20 años nuestra historia despertó conmoción, hoy es un recuerdo. En el capitulo 5 del evangelio según San Juan, cuando el Señor Jesús llegó al estanque de Betesda y le pregunto al paralítico si quería ser sano este hombre empezó a darle todas las razones por las cuales él no había podido experimentar la sanidad. Pero Jesús no le preguntaba por qué es que él no había sido sano, sino que si quería ser sano y lo que este hombre tenía que responder era que si.

Ciertamente el Señor nos ha hecho a todos esta pregunta en muchas circunstancias de nuestras vidas pero al igual que este hombre, solo hemos dado excusas del por que seguimos deprimidos, enfermos y sin esperanzas. Yo no quiero simplemente contar mi historia que talvez es pequeña comparadas con muchas.

Solo quiero decirle al mundo que se desangra en la violencia, en el odio, en el dolor, que todavía hay una buena razón para vivir, y que lo único que nos puede ayudar, es hacer un alto en esta carrera loca, detenernos y entregarle nuestro corazón a Dios.

Sé que muchos de mis compañeritos de colegio murieron con muchos sueños e ilusiones. Se que mi madre murió con esperanzas y anhelos. Pero lo grave no es que ellos hayan muerto sin haber cumplido sus deseos.

Lo grave es que los que estamos vivos queramos morir. No importa lo que estemos viviendo, siempre habrá una gotita de vida en nuestra mano y siempre habrá un motivo que nos de la fuerza para cerrar el puño y no dejarla escapar.

Hoy soy una mujer casada, con un hijo de 8 años quien es el regalo de Dios para mi vida, junto con mi esposo estamos dedicados a llevar al mundo el amor de Dios. Y no quiero terminar sin antes preguntarte: ¿Quieres ser feliz? Ojalá digas que si: SI SEÑOR, SI QUIERO SER FELIZ. Y para ser feliz solo basta esta pequeña oración: "Señor Jesucristo, yo te necesito.

Hoy reconozco que tu moriste por mi en la cruz, te pido que entres en mi vida, como mi Señor y salvador y que hagas de mi la persona que tu quieres que yo sea. Dirige mis pasos y has de mi conforme a tu voluntad." Ojala mi pequeño testimonio te haya hecho comprender y gran y maravilloso amor de Dios. *Liz Amaya, sobreviviente de la tragedia de Armero.

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