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¿Qué nos dejó el Festival de Salsa? Un balance de los más y los menos en la fiesta salsera

El evento concluyó su octava edición, con un alto nivel en la calidad artística, un gran apoyo del público y un conjunto de aspectos por mejorar hacia futuro.

12 de agosto de 2013 Por: Ossiel Villada / Jefe de Redacción Online de El País

El evento concluyó su octava edición, con un alto nivel en la calidad artística, un gran apoyo del público y un conjunto de aspectos por mejorar hacia futuro.

Concluida la octava edición del Festival Mundial de Salsa de Cali, varias cosas quedan por resaltar.El alto nivel de las escuelas de Cali. El ejercicio del baile de la salsa se profesionaliza cada vez más en Cali, con un nivel de exigencia que se refleja sobre el escenario y que consolida a los bailarines caleños como referentes internacionales. En ese sentido, es muy positivo que se haya incluido una nueva categoría exclusiva para el estilo caleño, y que se consoliden categorías como la de Ensamble. Pero, por supuesto, hay asuntos por mejorar en ese proceso, que deben seguir siendo objeto de una reflexión autocrítica, serena y constructiva: ¿debe primar la acrobacia sobre la cadencia?, ¿cómo asegurar que no se destruya la esencia clásica del baile caleño?La fidelidad del público. Ni siquiera el aguacero del domingo impidió que los salseros de corazón faltaran a la cita final con los bailarines y las orquestas. Alegres, respetuosos, generosos en el reconocimiento al artista que trata de dar lo mejor, solidarios con aquel que sufre la derrota en la competencia. Ya lo hicimos en los Juegos Mundiales y debemos seguir en esa línea: ¡los caleños somos gente buena!El tributo que se le rindió a Celia CruzA diez años de su muerte, en Nueva York y La Habana el nombre de Celia hoy es sólo un recuerdo. En Cali demostramos que Celia sigue viva y que mientras esta ciudad siga cantando y bailando sus letras, ella nunca morirá. Ese gran músico y señor que es José Aguirre nos regaló otra muestra de su genio creador, al conformar una orquesta que nos hace sentir orgullosos de los músicos que tenemos en Cali. Maravilloso ver sobre el escenario a cuatro grandes voces de la tierra –Adriana Chamorro, Diana Serna, Francia Helena y Carmen Eugenia González–, poniendo toda su sensibilidad sobre el cancionero de La Guarachera. La acertada iniciativa del escritor Umberto Valverde debería institucionalizarse en las versiones futuras del Festival. No sólo porque rendir tributo a una gran leyenda de la salsa enriquece el espectáculo, sino también porque reivindica una premisa fundamental: sin músico no hay bailador.El homenaje a Eduardo Hernández, ‘El Mulato’.Sin duda, el gremio salsero estaba en mora de hacer este reconocimiento oficial, más que merecido, a un gran artista que nos ha dado renombre internacional.Por supuesto, quedan otros asuntos por mejorar de cara al futuro. Aquí, una contribución a la lista.La presencia de invitados Si de verdad queremos posicionar este evento con el nombre que lleva – Festival Mundial–, debemos hacer el esfuerzo por tener más participantes de otras regiones del país y del mundo. La Salsa es hoy un fenómeno global y hay bailarines hasta en los lugares más recónditos del planeta. Hay que traerlos. El Municipio debe apoyarse en las entidades del Gobierno Nacional que promueven el turismo –Ministerio de Comercio, Proexport, Cancillería–, para que haya una mayor presencia de artistas internacionales en el Festival.La escenografía.Es el único lunar de un trabajo de producción artística casi impecable. Se nota que no se hace mayor inversión en este frente. El escenario no está a la altura de la calidad del espectáculo que ofrecen nuestros bailarines, se ve pobre en escenografía y luces, no refleja la magia natural de la atmósfera salsera y no ofrece las condiciones necesarias para garantizar un espectáculo de carácter mundial, como el que queremos vender. El domingo la lluvia cayó sobre la tarima, dejó charcos en medio de la presentación y muchos cruzábamos los dedos para que ningún bailarín fuera a resbalar en medio de su show.El protocolo.Si el Festival es un homenaje mayúsculo a nuestro sentir salsero, si queremos vender ante el mundo nuestra bella ciudad, si queremos mostrar nuestra mejor cara, si las escuelas se empeñan en dar lo mejor que tienen, debemos mejorar en este frente. La entrega final de premios no puede convertirse en ese enorme barullo sin libreto en el que los presentadores se enredan al leer el fallo, no se sabe quién entrega los trofeos, el personal de apoyo se atraviesa por todas partes, algunos bailarines no suben oportunamente a recibir su presea y el funcionario de turno se pelea con los invitados por salir en todas las fotos. La alegría del triunfo no puede opacar la estética de la ceremonia. Y así como lo hay para los bailarines, debe fijarse un código de vestuario para los jurados, que son las máximas autoridades del evento.La fecha.Muchos nos seguimos preguntando porque no se institucionaliza el cierre del festival en el puente festivo del mes de agosto. ¿Temen que no haya suficiente público en la ciudad? ¡Todo lo contrario! Hay que hacerlo en el puente, traer más invitados nacionales e internacionales, aumentar el número de eventos anexos a la competencia, hacer una gran campaña de promoción turística nacional y convertir a Cali en el mejor destino de los colombianos en esos tres días de descanso. ¡Si hay algo qué ver, los caleños se quedan!Con todo, esta octava versión del Festival Mundial de Salsa ratifica un asunto sobre el que ya no caben más polémicas: la Salsa no sólo representa una expresión auténtica de nuestra identidad, sino también una enorme posibilidad de desarrollo económico para Cali. A la administración del alcalde Rodrigo Guerrero hay que abonarle que finalmente entendió que Cali es Salsa y que decidió apostar por los grandes eventos que giran en torno a esa realidad. Pero también hay que decirle que invierta más en la Salsa. La intervención que se necesita para reducir el número de pandillas y de crímenes en la ciudad no es sólo de policías y fiscales. Necesitamos una escuela de salsa en cada escuela y una orquesta en cada colegio público. Un bailador más es un sicario menos. Un confeccionista más de vestidos con lentejuelas es un desempleado menos. Necesitamos un festival de salsa como este por cada comuna. Necesitamos consolidar la oferta de espectáculos para que los empresarios que vienen a hacer negocios los lunes y los martes también puedan ver salsa en sus hoteles. Y que los muchachos bailarines puedan sostener a sus familias con el arte de sus pies. Necesitamos tomar conciencia del potencial económico y social que la Salsa tiene para esta ciudad. Necesitamos entender algo simple: en este caso, bailar hace parte de la solución.

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