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¿Qué están haciendo en el El Peñón para evitar que el barrio se vuelva un 'despelote'?

En el barrio se pretende que discotecas cumplan normas de convivencia para no afectar la tranquilidad de los residentes.

25 de agosto de 2013 Por: Redacción de El País

En el barrio se pretende que discotecas cumplan normas de convivencia para no afectar la tranquilidad de los residentes.

Sucedió el domingo anterior. Una pareja llegó a comer en un restaurante de comidas rápidas ubicado sobre la Carrera 66, entre Autopista y Pasoancho, al sur de Cali. Por poco salen corriendo. En la casa convertida en bar que queda a la izquierda del restaurante, se escuchaba salsa a todo volumen. Lo curioso es que ninguna de las mesas estaba ocupada. En la casa de la derecha del restaurante, también convertida en bar, se escuchaba en cambio reggaeton, igualmente a todo volumen. Parecía una competencia de equipos de sonido y el restaurante, en la mitad, hacía lo suyo: el televisor en el que veían un reality también lo pusieron a todo volumen. Algunos comensales se tapaban los oídos con ambas manos. La pareja comió rápido. Mientras tanto conversaron sobre la situación. Se imaginaron qué sería de la vida de la gente que alguna vez vivió en esas casas del Limonar, en su momento, hace dos décadas acaso, uno de los barrios más tranquilos de Cali. Una parte del barrio fue arrasada por las discotecas lentamente, sin que nada lo impidiera. Las cuadras se convirtieron en parqueaderos públicos, los andenes en sitios de reunión de muchachos que toman aguardiente hasta la madrugada. - Acá, en El Peñón, intentamos que no suceda justamente eso.Carlos Andrés Hernández es odontólogo. Tiene 38 años. Es el presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio El Peñón, al norte de Cali. El barrio es noticia por estos días: tanto algunos de los residentes como los comerciantes, pretenden convertirlo en ejemplo de convivencia para la ciudad y el país. Hablan de un relación gana – gana, autocontrol, reglas de juego para que el barrio “no sea un despelote” como Granada, esa Carrera 66, el Parque El Perro. Sucede que El Peñón es hoy uno de los sectores más atractivos para el comercio, los restaurantes, las discotecas. Está rodeado de hoteles y museos, por ejemplo, es sitio obligado de turistas, el río Cali atrae a muchos. Entonces, en la última década, fue cambiando. De hecho el uso del suelo es llamado mixto (residencial y comercial) e incluso algunos de sus habitantes de antaño, como doña Stella Salazar, montaron sus propios negocios en sus casas como su restaurante EsteOEste. En total, según un censo del barrio, hay unos 160 establecimientos entre restaurantes, bancos, museos, almacenes de ropa, peluquerías, boutiques, bares, discotecas. Con esos últimos han surgido problemas. Sucede que a los residentes de El Peñón, que no son pocos (hay 63 edificios, por ejemplo) no les molesta que hayan restaurantes de calidad, o almacenes de ropa o cafés, pero sí que las discotecas acaben con la tranquilidad de la zona, no dejen dormir o conversar, como sucede en el Limonar. Y los dueños de algunos de esos establecimientos han estado de acuerdo con ellos.Para lograr que las discotecas no perjudiquen a los moradores se han ido estableciendo, entonces, reglas de juego. Estos negocios tienen que asegurar que el volumen de sus equipos sea tan moderado que ni se perciban en las casas. Establecimientos como El Malecón, por ejemplo, que era abierto, lo cerraron con vidrios gruesos que impiden que la música y los conciertos en vivo se escuchen en la calle. En Absenta retiraron los bafles de las terrazas, lo mismo que en Roset, dijo Juan Diego Moreno, empresario y uno de los socios. Carlos Hernández, el presidente de la JAC, le llama a eso autocontrol. Cuando se ejerce el autocontrol, dice, no necesitan recurrir a las autoridades. - Los mismos dueños de los establecimientos se están poniendo sus límites, aunque aún nos falta trabajo por realizar: recibo quejas sobre discotecas como CIAO. Parece que tienen equipos de sonidos sobredimensionados para el lugar que tienen, el volumen es muy alto, está perjudicando a algunos habitantes de la Carrera Segunda Oeste. Deben cumplir las normas del barrio. En El Peñón, entonces, los residentes y comerciantes crearon un comité de convivencia y dentro de ese comité, elaboraron una suerte de manual de comportamiento de unos y otros. También trazaron planes para intentar conjurar problemas como las calles colapsadas por el parqueo de carros sobre ellas o la inseguridad. Para intentar mejorar la movilidad, justamente, se trabajó con la Secretaría de Tránsito, que delimitó unas zonas y unos horarios de parqueo. Por ejemplo: en horas pico no se puede parquear en El Peñón. Unos letreros sobre las calles anuncian los horarios y zonas permitidas. También trajeron la empresa Valet Parking. Hay lugares en el barrio donde se puede entregar el carro a la compañía, un funcionario lo lleva a un parqueadero ubicado enseguida del Hotel Inter, cuando la persona sale del restaurante o el bar se lo entregan en la puerta. El servicio cuesta $15.000. Para mejorar la seguridad, además, se ha capacitado a los vigilantes del barrio, los han uniformado y mantienen en contacto con la Policía.Y ha surgido, desde la JAC, una propuesta, una petición a la Alcaldía: no otorgar más permisos para establecer más bares, más discotecas. El Peñón llegó a un límite de comercio, piensan sus habitantes, más locales nocturnos harían colapsar aún más las vías, también está el riesgo de perder, quizá, el trabajo que han adelantado hasta el momento. La propuesta aún se discute en el barrio. Los comerciantes, por su parte, más que suspender los permisos, piden más bien que se les permita establecer filtros de los posibles nuevos locales. No quieren estancos en la zona, por ejemplo, no cabe, de ninguna manera, otra discoteca.- ¿Sabe por qué creemos en todo esto que estamos haciendo? Porque siendo un barrio pequeño, consideramos que en El Peñón podemos ser un excelente ejemplo de convivencia para la ciudad y el país, un modelo de desarrollo. En el barrio no queremos que nos miren como zona rosa, sitio de rumba, sino como un lugar de tradición, de oferta cultural. En ese sentido yo les he dicho a los comerciantes y a los residentes: esto debe ser una relación gana - gana. Si nosotros mostramos un barrio modelo para la ciudad, un ejemplo de convivencia, esto nos sirve absolutamente a todos - , dice Carlos Hernández, presidente de la JAC. Muchos están de acuerdo, trabajan para lograrlo.

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