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Primero los jóvenes, después el cemento

Cali necesita una política pública para atender el problema de la violencia juvenil y no sólo reuniones y proyecticos.

5 de marzo de 2011 Por: Paola Gómez, jefe de Información

Cali necesita una política pública para atender el problema de la violencia juvenil y no sólo reuniones y proyecticos.

No sé qué puede ser más importante para una sociedad que lo que pase con sus niños y con sus jóvenes. No sé en qué momento se invirtieron las prioridades y la gente –sus dolencias, sus vivencias– desaparecieron del primer renglón de las obligaciones de nuestros gobernantes para darle paso al cemento, muy necesario, pero no vital.Entonces resulta que ahora, tras muchos días de furia juvenil –precedidos de muchos meses de pocas acciones efectivas para combatir la violencia escolar y otros males– ponemos el grito en el cielo, se crean comités y se dictan medidas para atender lo que hemos descuidado por años.Entonces vuelven los diagnósticos a explicar que las peleas de los colegios del centro son algo histórico. Que los desórdenes del Inem son cíclicos. Que si venden droga en los colegios o en sus alrededores, no es de alarmarse. Que si la protesta se convierte en vandalismo y termina con daños en el CAM o en los buses del MIO, pues que hay que castigar a los responsables, llamar al orden a sus padres y listo: parte sin novedad.Y como en tantos fenómenos sociales que ocurren en nuestra ciudad, probablemente mañana no sea noticia el desorden del Inem o la pelea de los del Camacho con los de Santa Librada. O la citación de otros parches en facebook, para enfrentarse en algún lugar de la ciudad, porque entonces estaremos atendiendo otro problemita del vecindario.Mientras tanto, esa violencia ‘dormida’ que cuando despierta erupciona como un volcán y sorprende a toda la ciudad, seguirá cocinándose en nuestros adolescentes, sin que logremos dimensionar la gravedad de la misma y la urgencia de atenderla. Mucho más cuando hay denuncias de consumo y tráfico de drogas de por medio; de pandillaje y amenazas a alumnos en el interior de algunas instituciones; de agitadores profesionales tras las protestas, que estarían utilizando a los menores.Ya es tiempo de que nuestros adolescentes, nuestros niños, vuelvan a estar en el lugar de prioridades que les corresponde. Porque está claro que lo decidido hasta ahora no ha servido de mucho. Que el hacernos los de la vista gorda, es mucho peor. Que el pensar que son los educadores los que deben resolver el lío de los enfrentamientos juveniles, es mirar la paja en el ojo ajeno. Que señalar a los padres para que castiguen más a sus hijos, es insuficiente.Y no será con reuniones aisladas y un par de proyecticos educativos aplicados en un par de meses que logremos revertir esta seguidilla de días de furia estudiantil. Ya que dejamos crecer tanto el problema debemos pensar en una estrategia de ciudad distinta, ambiciosa, completa. Una estrategia en la que todos trabajemos de la mano, con un plan de trabajo serio y estructurado, en el que cumplamos tareas padres, educadores, gobernantes, adolescentes y empresarios. Una estrategia que eduque a mediano y largo plazo. Una política pública que aborde el problema de la violencia juvenil en toda su dimensión. Alcalde, candidatos a la Alcaldía juéguensela por la gente, que es mucho más importante que planear y entregar obras.

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