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¿Por qué los barrios residenciales de Cali se llenan de 'casas de citas'?

Zonas que solían ser habitadas por familias cambiaron de cara. Vecinos denuncian ruido, presencia de menores e inseguridad.

16 de octubre de 2016 Por: Redacción de El País

Zonas que solían ser habitadas por familias cambiaron de cara. Vecinos denuncian ruido, presencia de menores e inseguridad.

Un mes. Ese es el tiempo que tardó Junior* en darse cuenta que en la cuadra en la que decidió vivir desde hace cuatro semanas hay dos casas que funcionan como prostíbulos. Un mes, dice, bastó para arrepentirse de vivir en esa casa en la Avenida 2Bis Norte entre las calles 34 y 35, en el barrio San Vicente.

Asegura que cuando decidió venirse desde Bogotá a probar suerte en Cali, buscaba un sector tranquilo y alejado del agite capitalino para descansar y  enseñar mecánica de motocicletas e instalación de alarmas, pero el panorama que le pintaron en la inmobiliaria que le rentó el lugar distaba de la realidad. 

“En el día no hay problema, esto parece una cuadra de casas de familia, pero después de las seis de la tarde se empiezan a ver el movimiento de carros, el desfile de mujeres, las luces de neón y los avisos de panaflex de modelos desnudas en las puertas. La música es ensordecedora y puede arrancar a las nueve de la noche y terminar a las ocho de la mañana del día siguiente. Así es casi todos los días, pero sobre todo los viernes y sábados. Créame que si hubiera sabido que esto era así, jamás me hubiera metido aquí”, asegura mientras advierte que aunque las clases debieron empezar esta semana, nadie se ha inscrito. Se aventura a decir que, quizá, esto obedece a sus vecinos. 

Desde afuera parecen casas comunes. Situadas en medio de una cuadra cualquiera, de un barrio residencial cualquiera. Sin embargo, la presencia de al menos un hombre custodiando la entrada, los ventanales pintados de negro para evitar que se cuelen las miradas curiosas, vidrios polarizados, luces de colores vistosos, nomenclatura de gran tamaño y cámaras de seguridad, delatan los burdeles que se tomaron los barrios residenciales de Cali.

El panorama se repite en sectores como Tequendama, Alameda, Quintas de Don Simón, Versalles, San Fernando,  Los Cámbulos y El Refugio. Las quejas de los vecinos de estos sitios son continuas y recaen en lo mismo: inseguridad, consumo de licor y estupefacientes, presencia de menores de edad y ruido, son algunos de los problemas que están generando estos negocios que en el papel aparecen con una figura jurídica y en la práctica son sitios de lenocinio. 

En Versalles, los residentes de los edificios ubicados sobre la Calle 20 entre avenidas 4 y 5, dicen estar cansados del ruido y los escándalos que por más de diez años se han originado en una casa de citas del sector. 

Ese es el caso de Oria, una vecina de 82 años, quien comenta que el ruido que se genera en el sitio es su martirio  diario, pero la llegada del viernes es lo que realmente le agobia. “Ese día parece que pusieran más parlantes porque el ruido se multiplica y es imposible dormir. Desde hace cuatro años  vivo aquí  y me toca estar medicada para poder descansar un rato. Vivo llamando a los policías para que pongan en cintura a los dueños, pero nunca vienen”. 

Luis, vecino del sector, dijo que estuvo a punto de irse de Versalles debido a los continuos espectáculos que se presenciaban en el sitio. “El barrio se volvió inseguro porque a la casa de citas llega mucha gente rara que termina haciendo show en la calle y consumiendo vicio. Una vez salieron unos tipos borrachos de ese sitio e hicieron disparos al aire; no pudimos dormir durante una semana pensando que eso se podía repetir. Ya no tenemos tranquilidad”.

Comenta un vigilante de la zona que hace dos meses el local fue sellado por la Secretaría de Gobierno porque dos menores de edad, que laboraban al interior del sitio, se pelearon por un cliente.

En el Sur, los vecinos del barrio Los Cámbulos también se quejan de la presencia de un prostíbulo que altera la paz en la Calle 9B entre carreras 39 y 40. Juana F, residente del sector,  dijo que “los fines de semana el ambiente se pone pesado. Además del ruido del sitio, los clientes salen ebrios y ponen música a todo volumen en los carros y las motos hacen piques”.

Más arriba, en la Carrera 44 entre calles 5B y 5C, en el barrio Tequendama, entre consultorios de estética y panaderías se alcanzan a mimetizar dos prostíbulos que, a los ojos de la gente, parecen ser viviendas.

María, residente desde hace 25 años del sector, dice que en dos oportunidades ha intentado vender su propiedad, pero los compradores se espantan al saber que su vivienda colinda con un prostíbulo. “Tener una casa de citas al lado no le conviene a nadie, porque detrás de las mujeres vienen otros vicios que dañan el ambiente. Por eso nadie quiere comprar por aquí, esos negocios desvalorizan mucho la zona”.

Y es que si bien este negocio no es considerado un delito por la ley colombiana, sí va contra las normas que esté en barrios residenciales.

El POT de Cali no tiene una norma específica para la ubicación de casas de lenocinio, se basa en el Decreto 4002 de 2004 para la regulación de estos sitios. Dicho documento, en su artículo 2º reza: “no se podrán establecer como permitidos los usos que comprendan servicios de alto impacto referidos a la prostitución y actividades afines en las áreas, zonas o sectores en donde se prevea el desenvolvimiento del uso residencial o cualquier tipo de uso dotacional educativo, independientemente de que alguno de estos últimos se contemple con carácter de principal, complementario, compatible o restringido, o mezclado con otros usos”.

Si bien es el Departamento de Planeación la entidad que otorga el uso de suelo para el funcionamiento de estos lugares, es la Secretaría de Gobierno la que se encarga de velar porque en ellos no se mezclen otras actividades, como la comercialización de estupefacientes o la vinculación laboral de menores de edad.

De acuerdo con registros de la Subdirección de Ordenamiento Urbanístico, en Cali hay 24 sitios que funcionan como casas de citas con uso de suelo permitido para operar en  barrios como El Peñón, El Cedro, Santander, Granada, Las Acacias, Siete de Agosto, Ciudadela Comfandi, Colseguros, El Troncal, San Vicente, Salomia, Meléndez, Calima y Gran Limonar. Algunas están registradas como ‘salas de masajes’, ‘peluquerías’ o ‘centros de belleza’. Sin embargo, su finalidad es otra: la prostitución.

La Oficina de Establecimientos de Comercio de la Secretaría de Gobierno reportó que la Policía ha sellado temporalmente dos salas de masajes  este año, debido a que no presentaron documentación requerida para su funcionamiento y había presencia de menores de edad y de alucinógenos. Dichos establecimientos sellados se ubicaron en los barrios San Vicente y La Floresta.

 Actualmente están envueltas en procesos administrativos diez casas de lenocinio, ubicadas en barrios como Granada (1), Limonar (1), San Pedro (4), Champagnat (1), Obrero (1), San Vicente (1) y Calima (1). Dado que se está en la etapa probatoria del proceso y a la espera de un fallo por parte de la Subsecretaría de Convivencia, estos sitios siguen operando. Una vez se resuelva la situación jurídica de los establecimientos, se define si la medida a imponer es una multa superior a los dos salarios mínimos legales mensuales vigentes o el cierre definitivo.  

De acuerdo con cifras del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, en Cali tres niñas han sido recuperadas de casas de citas en medio de operativos adelantados por la dirección regional, entre el 2015 (2) y lo que va del 2016 (1).

Ante esto, el personero Héctor Hugo Montoya refirió que ya están detectadas dos casas de lenocinio en las que se están empleando menores de edad para ejercer labores sexuales. “Ahí también se están dando otros factores de riesgo, como el microtráfico y trata de personas. Esto se está dando en sectores populares, donde el Estado no llega de manera oportuna ni eficiente y donde la gente está más vulnerable”.

El funcionario indicó que dichos establecimientos “están bajo la ilegalidad, no tienen ningún permiso de funcionamiento. Por eso es necesario que la gente denuncie dónde están, para que la Policía y la Administración actúen contra los sitios que tienen irregularidades”.

La situación con el  Código de Policía El nuevo Código de Policía, que entraría a regir a partir del año próximo, les permite a los uniformados cerrar prostíbulos ubicados en las zonas residenciales, cuando estos no cuenten con  un concepto sanitario expedido por la Secretaría de Salud, se establezca que ahí se explote a menores de edad o personas con discapacidad, entre otras peculiaridades.En estos casos, la Policía tendría la potestad de clausurar de forma definitiva los establecimientos y de poner  multas que oscilan entre $91.924 y $735.392.

*Nombre cambiado a pedido de la fuente

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