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Plan Urbanístico de la comuna 22 de Cali entra en marcha y tardará cuatro meses

El próximo mes comenzará plan de conservación ambiental en la Comuna 22. Habrá un corredor biológico. Todos los días, por los alrededores del jardín que tenía la ciudad, transitan 100.000 personas, 80.000 carros.

22 de julio de 2012 Por: Elpais.com.co

El próximo mes comenzará plan de conservación ambiental en la Comuna 22. Habrá un corredor biológico. Todos los días, por los alrededores del jardín que tenía la ciudad, transitan 100.000 personas, 80.000 carros.

Hubo un momento en que Ciudad Jardín en verdad fue eso. El nombre del barrio, entonces, era casi una redundancia: había más árboles que personas, más verde que asfalto, más silencio que estruendo; incluso, de ese lado de Cali, el clima era distinto. En aquella época, hace ya muchos años, era posible que el calor que aplastaba al resto de ciudad, allá disminuyera en dos o tres grados. El bautizo que le habían dado al barrio resultaba por esos días una obviedad innecesaria.Pero con el tiempo muchas cosas cambiaron. La Comuna 22 empezó a ensancharse, a poblarse, y todo eso derivó en una urbanización incontenible: ahora, junto a Ciudad Jardín, hay 5 universidades, 32 colegios, 11 centros deportivos, 1.000 locales comerciales. Todos los días, por los alrededores del jardín que tenía la ciudad, transitan 100.000 personas, 80.000 carros. Y todo aquello en 1.058 hectáreas en las que además hay levantadas cerca de 3.200 viviendas, 18.000 moradores, 4.500 vehículos.Entre una y otra cosa, pocos han caído en cuenta de lo que quedó en el medio, apresado entre los edificios, tras los restaurantes, quizás bajo algunas mansiones: en la Comuna 22 crecen 224 especies de árboles diferentes y 222 especies de fauna; de éstas, 175 son aves, 18 reptiles, 11 anfíbios, 9 peces, 22 mamíferos. Crealo: por allí aun es posible ver guatines, armadillos, ardillas, micos, lobos de monte, conejos. La Comuna 22 también está atravesada por el cauce de los ríos Meléndez, Pance y Líli. Es por esa razón que desde hace casi seis años, el Comité Técnico Ambiental y el Comité de Planificación de la Comuna empezaron a diseñar un plan para preservar todo aquello y hacerlo más accesible, no sólo a los residentes de la zona, sino a toda la ciudad. Se trata de una inciativa con nombre de jarabe para la tos, el PUC22 (por las iniciales Plan Urbanístico Comuna 22), que ya fue aceptada por la Alcaldía y que ahora, gracias a un convenio entre la Asociación Colombiana de Ingeniería Sanitaria y Ambiental (Acodal), Icesi y Dagma, comenzará a ponerse en marcha.A través del proyecto, para el que se destinarán dineros del situado fiscal y se direccionarán inversiones de diferentes dependencias municipales, lo que se pretende, además de oficializar un plan de conservación ambiental, es definir un programa de preservación hídrica y educacional de los habitantes de la Comuna. Y sumado a esto, se contempla el diseño de un corredor biológico que atraviese todo el área. La inversión estimada es de 800 millones de pesos.El ingeniero sanitario Hugo Salazar, miembro del Comité Técnico de la Comuna 22, explica que lo que quieren es aprovechar el corredor ya existente y que atraviesa toda la zona desprendiéndose desde los Farallones de Cali: “Lo que se tiene pensado es un diseño complementario para hacer 14 kilómetros de sendero peatonal y 7 más de senderos ecológicos. Además, queremos sustituir los andenes de 50 centímetros que ahora hay a la orilla del río Lilí, por caminos realmente peatonales. Con esta idea lo que se busca es que la gente tenga la posibilidad de tener una integración real con la naturaleza, que pueda ir a hacer obersvación de flora, ver animales que se creen extintos. Y todo eso, aquí mismo, adentro de la ciudad”. Los estudios ya están listos. El trabajo empezará el próximo mes.Carlos Davidson, un alemán de 84 años que hace 12 vive en Cali, dedica ahora sus días a cuidar animales silvestres. Todos los días llena su carro con baldes de fruta, trozos de banano, pedazos de pan, agua. Y entre cuatro y seis de la tarde, se estaciona al final de un sendero peatonal que bordea la margen del río Lilí en cercanías del Club Campestre. Allí deja raciones para guatines, pavas, palomas, gatos que salen a su encuentro. Los animales salen de sus madrigueras a esa hora como si aquello, encontrar alimento de manos de un hombre, no fuera un milagro sino un asunto natural. Él piensa entonces en todo el tema de la conservación, el proyecto, los senderos y sonríe. Se endereza, mira a un guatín que mordisquea la cola de un banano. Tal vez sí todo eso pasa, su trabajo se le alivie. Tal vez la gente entienda al fin: la ciudad, pese a todo, aun tiene su jardín.

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