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Padre José González cuestiona tomas a las 'ollas' de Cali: "Falta un plan social"

Indicó que no se puede comparar El Calvario de Cali con el Bronx, pero que si la venta y consumo de drogas siguen como van se puede llegar a eso.

1 de junio de 2016 Por: Luz Jenny Aguirre | Editora de Entorno

Indicó que no se puede comparar El Calvario de Cali con el Bronx, pero que si la venta y consumo de drogas siguen como van se puede llegar a eso.

No se puede comparar El Calvario de Cali con el Bronx de Bogotá. Pero si  la venta y consumo de drogas siguen como van, en cada parque y entorno escolar, podemos llegar a esa situación. Así lo asegura el   sacerdote José González, vicario de Reconciliación y Paz de la Arquidiócesis de Cali  y alma de la fundación Samaritanos de la Calle, que hace trabajo social en la zona más deprimida del centro de la ciudad.  Lea también: ¿Qué tan lejos está Cali de tener un Bronx como el de Bogotá?

Cuestiona las intervenciones policiales en las llamadas ‘ollas’, porque, según afirma,  lo que hacen es mover a la gente para otros lados, sin un verdadero plan social. Y es enfático al decir que la mirada acusadora cae sobre los habitantes de la calle, que son consumidores y enfermos, cuando el foco  debe estar sobre los traficantes de drogas.  

La intervención en el Bronx de  Bogotá despierta nuevamente la preocupación por zonas críticas de Cali, como El Calvario, donde en el 2013 también se hicieron tomas. ¿Qué ha pasado  desde entonces?

 Lo que se hizo fue atomizar el problema. A eso se llama un fenómeno burbuja: se aprieta aquí, pero revienta en otra parte, mientras no se tenga una estrategia, un plan que responda integralmente a lo que se quiere hacer. Donde está la droga están los habitantes de calle. Y resulta que a los que les bajan los pantalones para esculcarlos es a ellos, ellos no son narcotraficantes, ni siquiera microtraficantes. Los que venden eso son los grandes, los colosos de la plata, los que trafican, pero a los que fastidian son a los habitantes de la calle. Hay que saber que el habitante de la calle es un enfermo, una víctima. Y  habrá más víctimas, porque hoy en las afueras de   escuelas y colegios, al lado del mango biche y el mecato, está la venta de marihuana. Hay que tratar estos problemas más a profundidad. 

Entonces la intervención se hizo para mover a los habitantes de la calle, pero no ha pasado nada con las estructuras del microtráfico en esos lugares...

Además, les avisaron con tiempo: vamos  tal día. Cuando lo saben, esa misma noche se pierden. En el Bronx fue distinto, ahí cayeron, por eso encontraron todo ese desastre: menores de edad abusados, utilizados, parece que había casas de pique.

  ¿Hoy en día qué hay en El Calvario? ¿Se puede equiparar con el Bronx?

No hay proporción. Hay que bajarle la temperatura. De hecho, era más grave lo que estaba en San Judas que en El Calvario, allí hay es volumen. Sin embargo, hace un mes y medio que la Policía ahí mismo tuvo que detener once agentes. Hay que preguntarse qué hay detrás de los habitantes de la calle. En la Carrera 12 hay mucha droga. Hay gente que se roba un reloj, lo pone sobre una vitrina y no le pagan con dinero, sino con papeletas. Allá la moneda es la droga o la papeleta. 

 ¿Entonces falta contundencia sobre el control del  tráfico en estas zonas?

Primero, falta contundencia. Segundo, cuando se haga una intervención de esas, debe existir un plan integral, porque sino se desplaza la gente: en vez de un Calvario hay varios Calvaritos, como ocurrió en Bogotá con el Cartucho y los Cartuchitos.

¿A qué zonas se atomizó el problema con la intervención que se hizo en las ‘ollas’ de Cali en el 2013?

 Centro, Norte y Sur. Volvieron a haber habitantes de calle debajo de los puentes, donde pusieron unas piedras puntiagudas para que no durmieran, ellos se las arreglaron, pusieron tablas y cartones gruesos. Hay que mirar un poco más a la persona y conectar con esto a la familia. Esos seres humanos  tienen familia, se cree que son gamines, huérfanos, unos pobres diablos y no: son personas con familia. Habría  de pronto que ponerles más cuidado a los muchachos, hoy en día en esto hay más menores de los que usted se imagina, en todos los parques venden marihuana. En las famosas barreras invisibles los muchachos están tocados por consumo y por venta. No solo hay que mirar El Calvario, La Isla, San Judas, Santa Elena, nuestras laderas están con mucha droga, como el Norte y el Sur, nuestros barrios en general.

 Preocupa mucho la presencia de menores en las zonas críticas...

El gran temor en el Oriente es que quienes integran las famosas pandillas son menores, a esos pelados les  dicen las ‘chinchas’ o  ‘locos’. El trabajo de la Vicaría de Paz es no solo buscar perdón, reconciliación y paz sino ver cómo les bajamos a esos muchachos un poquito, es que hay mucha droga. 

 ¿En esos sitios también se está dando la prostitución infantil?

No lo puedo asegurar así, pero hay muchas cosas, por respeto a los barrios y a las personas es difícil decirlo, pero hay personas, hay mamás que mandan a una menor a que  vaya donde el señor, que le da $30.000 y la mamá recibe la mitad... es grave. 

Se dice que  el consumo de heroína en Cali ha crecido y que son las ‘ollas’ donde se mueve ese mercado...

Eso fundamentalmente es en la Calle 14, hablando de El Calvario. El programa piloto de la Secretaría de Salud de distribución de kits ha aquietado un poco el asunto. El problema ahí es: de dos males, el menor, que al menos no se presten las jeringas para que no se hagan un daño peor con un Sida. Ese piloto fue bueno, ojalá se pudiera mantener. 

Dicen que en el Bronx había capos que recibían hasta $130 millones diarios por droga. ¿En el centro de Cali cuánto se puede mover?

Ahí venden ‘bombas’, que es un paquete de cien papeletas de marihuana, pero no puedo hablarle de dinero. No me he metido a eso porque es muy bravo. Lo que le digo es que se consigue  todo tipo de droga.

 Y también hay todo tipo de consumidor... gente ‘bien’...

Súper ‘bien, usted los ve consumiendo allá, el carro o la moto en la vía, apenas ven que viene Samaritanos, se entran. Hay una señora ‘muy bien’ que no quiere ver a su hijo, pero siempre deja plata para que le den comida. La cosa es de tal magnitud que en un colegio muy prestigioso de esta ciudad hay un muchacho al que le hacen matoneo porque no fuma marihuana. El tema de las drogas nos salpica a todos.

¿Cómo tiene que ser esa intervención social que no se ha hecho cuando se realizan las tomas de las ‘ollas’?

Integral. Hasta ahora ha sido: llegamos, desbaratamos una casa, los echamos a ellos, los que se reboten los llevamos a la cárcel y punto. Eso  hay que hacerlo, no digo que no, pero es agrandar el problema, porque lo desplaza. Y el que les lleva la droga a ellos se las pone donde sea, hasta mejor si la gente se va para  otro lugar, ellos guardan la droga en los contadores, debajo de las piedras, debajo de un puente, se las ingenian.

 ¿Por qué si se sabe que se necesita una atención integral nunca se llega a eso, porque es una inversión cuyos resultados no se notan?

Si se hace una intervención integral nunca será plata botada a la basura, hay que hacer cosas con médicos, sicólogos y siquiatras. Hay que tener lugares donde ellos puedan asearse, recibir atención y sean tratados como personas. A lo mejor  quieren dormir en la calle y no en un hogar de paso, pero al menos que sean atendidos donde no se les dé una patada.  A ellos hay que impartirles normas, no digo que no, pero debe haber respeto y dignidad. Uno los trata bien y son aliados, pero  los trata con rabia y como tienen problemas de drogadicción, reaccionan con violencia. 

En El Calvario, Sucre y San Pascual están planteados proyectos de renovación urbana.  ¿Sí se ha pensado qué va a pasar con la gente  que hoy habita esas zonas?

Eso va  andando en cuanto a la compra de los predios, en lo social están trabajando, lentamente, pero lo está haciendo la Emru. Aquí hay varios sectores que tienen que trabajar de la mano: secretarías de Salud, Bienestar Social, ICBF, etc.

 ¿Qué hace falta para que ese trabajo articulado sea efectivo?

Hay que sentarse los que estamos presentes allí, todas las fundaciones y el Gobierno y ser conscientes de que la gente que está ahí es enferma y merece nuestra atención. ¿No queremos que duerman en la calle? Entonces inventémonos algo. Toquemos las puertas de la empresa privada. A esa gente hay que darles herramientas. Creo que entre el 70% y 80 % de esas personas tiene algo de formación.

  ¿Cuántos habitantes de la calle tiene Cali?

Seguro que son más de cuatro mil, se ubican más que todo en el centro, con punto neurálgico en San Pascual, El Calvario y Sucre.  

¿Hoy qué oferta de atención social hay para estas personas?

Está el hogar de Samaritanos, que tiene 180 cupos para pasar la noche, porque  con los voluntarios damos en dos casas  atención en alimentación y los martes tenemos la parte social, con mucha gente que acude a conocer el problema. Hay un hogar-día en Santa Elena, que es una maravilla, donde se pueden bañar. Están pensando en poner un hogar nuevo (la Alcaldía). Les  repito, miremos a la persona y no nos comparemos con Bogotá. Que eso puede llegar a ser, sí, porque los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz.

Usted que conoce El Calvario, ¿puede pensarse que allí haya, como en el Bronx, las macabras ‘casas  de pique’?

No. Hace dos años nos alarmó mucho la muchacha a la que le encontraron una mano y la cabeza en otra parte, pero eso fue una riña.

¿La sociedad caleña es indiferente frente a este tema de las ‘ollas’? Usted habla también de las responsabilidades de la familia y de que este no es un asunto solo del Gobierno...

 Sí somos indiferentes, pero cada vez menos. Es que si no estoy directamente vinculado con un familiar,  indirectamente sí lo estoy: tengo un primo, un conocido, un vecino que es drogadicto.

¿Qué tan viable es la recuperación de alguien que está en una de esas ‘ollas’?

Ellos pueden llegar a resocializarse, con ayuda integral, tienen que volver a aprender a usar la cama, el baño. Hay gente que lleva 20 años durmiendo en un cartón.

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