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Opinión: en defensa de Ciudad Delirio

El periodista caleño Ossiel Villada tercia en la polémica que se desató por el análisis que el columnista Iván Gallo hizo de la producción vallecaucana en Las2orillas.co.

16 de abril de 2014 Por: Ossiel Villada / Jefe de Redacción Online de El País

El periodista caleño Ossiel Villada tercia en la polémica que se desató por el análisis que el columnista Iván Gallo hizo de la producción vallecaucana en Las2orillas.co.

Él es un cucuteño muy educado que vive en Bogotá, que dice amar el cine y que ha logrado construir algún reconocimiento bajo la sombra de esa pasión. Historiador y dramaturgo, a los 35 años de edad ha escrito unos cuantos artículos en periódicos y revistas de la capital. Y, como si eso fuera poco, parió los guiones de dos películas. Aunque están basadas en temas manidos y mundanos, las dos cintas le han permitido pasear su ego durante algunos minutos por la alfombra roja de la farándula colombiana y consolidar, de paso, su natural vocación de crítico inflexible.

Después de largo recorrido y 15 minutos de fama, descubre un día que su experiencia por los profundos y complejos laberintos de la creación cinematográfica lo han dotado de una sabiduría única para pontificar sobre lo que se hace bien y lo que se hace mal en el cine. Y para levantar su dedo acusador, bajo el camuflaje de una voz reflexiva y autocrítica que habla “de la incapacidad que tenemos los guionistas colombianos para crear personajes y narrar con solidez una historia, de las pésimas actuaciones, del desafortunado casting y de lo homofóbico que es nuestro cine…” Yo podría iniciar así una reseña sobre Iván Gallo y el “entusiasmo desbordado” que tuvo a la hora de evaluar la película Ciudad Delirio en una reseña publicada esta semana en Las2orillas.co.

Y podría seguir avanzando en ella - usando el mismo veneno que destiló su pluma -, de no ser por la repugnancia que me genera la salvaje práctica de la antropofagia. Pues si algo me queda claro, después de leer su ominosa reseña, es que Iván Gallo parece ser miembro de esa particular aldea de caníbales que habitan el mundo de la cultura colombiana.

Al igual que sus pares en el mundo de la política, estos salvajes se precian de ser criaturas civilizadas, pero gozan despellejando al vecino, al compañero de ruta, delante de una sociedad ignorante y aturdida.No de otra manera se entiende la carga de dinamita que este hombre ha puesto en la casa de sus colegas cineastas vallecaucanos, a los que acusa de prestarse para una repudiable manipulación de dineros públicos en beneficio de extranjeros.

Sostiene Iván, en resumen, que para la realización de Ciudad Delirio el Estado colombiano, a través de la Ministra de Cultura, Mariana Garcés, entregó $700 millones que debían usarse para apoyar el talento colombiano, a un grupo de cineastas españoles que están desempleados por la crisis económica de ese país. La Ministra, según esta hipótesis, decidió quitarle el pan de la boca a varios realizadores colombianos, para entregárselo a un grupo de extranjeros varados.

Con el agravante, dice Iván, que el resultado fue “una película insoportable” en la que esos españoles dibujan a los caleños como una sociedad superficial, vacía y tonta que se deja dominar y manipular.

En un exhaustivo análisis sociológico y antropológico de Ciudad Delirio, el crítico plantea que Cali es una ciudad donde abundan las “mujeres fáciles”, pululan “los negros machistas, incultos y feos”, y donde, además, odiamos a los gays y nos burlamos de ellos creando personajes que no pasan de ser una “caricatura parlanchina”. En síntesis, se lamenta Iván, usando nuestra propia plata los españoles hicieron una película en la que nos muestran como salvajes. Cualquiera que lo lea desprevenidamente encuentra razones suficientes para apoyar la loable cruzada de Iván en defensa de los intereses y la dignidad nacional. Pero... ¿es cierta su denuncia?.

Puesto que no ejerzo la reputada tarea de crítico, sino el ordinario oficio de reportero, me di a la tarea de investigar si detrás de la denuncia de Iván Gallo sobre el uso de los recursos del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico de Colombia había una gran noticia, quizá un nuevo y lamentable caso de corrupción. Busqué en los documentos oficiales del mencionado Fondo, pero no encontré un solo indicio que fundamente su temeraria afirmación.

Ciudad Delirio es un proyecto producido por 64AFilms, empresa vallecaucana que durante los últimos años ha ganado prestigio en el panorama del cine colombiano e internacional, por cuenta de proyectos tan recordados y laureados como ‘Perro come Perro’, ‘Todos tus muertos’ o ‘180 segundos’, entre otros. Según las actas y resoluciones oficiales del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico de Colombia, 64AFilms se ganó la convocatoria en la categoría de Producción de Largometrajes, en virtud de lo cual recibió $700 millones. Esos dineros, por mandato de la Ley, debía destinarlos a solventar los gastos de la película Ciudad Delirio. Así lo hizo.

Con esos recursos se pagó el 75% de la película que desde la semana pasada está en cartelera.El 25% restante fue aportado por Ibermedia, un programa del Gobierno español creado para cofinanciar películas de ficción y documentales en 19 países de habla hispana. Consulté a los voceros de Ibermedia en Madrid y me confirmaron, documentos en mano, que en el caso de Ciudad Delirio sus aportes fueron usados para pagar directora, actores y demás personal español que participó en el proyecto. En otras palabras, no existe - o al menos yo no lo he conseguido - un solo documento oficial que indique que los recursos del Estado colombiano se los embolsillaron los españoles.

Así las cosas, hay dos formas de explicar las afirmaciones de Iván Gallo: o él sí guarda en su escritorio las pruebas irrefutables que confirman que aquí se cometió un peculado por destinación diferente de recursos públicos, o simplemente quiso convertir a Ciudad Delirio en el chivo expiatorio de lo que parece ser una pelea personal con la Ministra de Cultura. En cualquier caso, me resulta sorprendente su capacidad creativa.

No es fácil escribir, producir y dirigir una ‘película’ como esta que montó Iván en Las2orillas.co. Y además hacer el papel protagónico de un ‘Rambo’ tropical que reparte plomo a sus colegas, arrasando de paso la cultura popular de una ciudad como Cali.Basado en su larga experiencia y profundo conocimiento del cine, Iván Gallo califica a Ciudad Delirio como un “bodrio impresentable”. Tiene todo el derecho a opinar así.

En la arena de la apreciación del arte todas las opiniones caben y son justificables.Pero, tratando de entender las razones por las que llegó a esa conclusión, me di a la tarea de conocer su visión sobre el cine. Y comencé por indagar sobre los dos proyectos cinematográficos en los que participó como guionista. ‘La justa medida’, una comedia erótica que se estrenó en noviembre del 2013, se refiere a los padecimientos de un hombre que lo tiene chiquito. Yo podría decir que es un “esperpento impresentable”.

Después de todo, no profundiza en el análisis psicológico y antropológico de la angustia existencial del hombre moderno al que se le exige comportarse como un macho alfa en la cama. Pero no voy a calificarla así, porque al igual que ‘Ciudad Delirio’, esta película solo buscaba divertirnos. Iván solo quería hacernos reir. Y, al menos conmigo, lo logró bastante. Hay películas que están hechas solo para eso, para entretenernos. Y buscarles más interpretaciones, como pretende Iván Gallo con Ciudad Delirio, me parece una soberana estupidez.El segundo proyecto de Iván como guionista se llama ‘El último aliento’. Terminó de rodarse en mayo del 2013 y, hasta donde sé, sigue en etapa de posproducción.

Se trata de la historia de dos adolescentes – él es hincha del Cúcuta Deportivo y ella es porrista del Millonarios – que terminan enredados en una novela rosa. La película, según han anticipado sus realizadores, sirve de excusa para reflejar a Cúcuta, sus paisajes urbanos, su gente, sus costumbres y especialmente ese amor enfermizo por el equipo local de fútbol.¿Alguna diferencia con Ciudad Delirio? Quizá ninguna de fondo. El objetivo de los cineastas caleños que produjeron Ciudad Delirio era tan simple y legítimo como el de Iván Gallo. Querían rendirle un homenaje a su ciudad natal, con una película entretenida. Y para hacerlo crearon una historia de amor que tiene como trasfondo la pasión por la Salsa. No más. Pero cuando a Iván le preguntan por su película, desaparecen la agudeza crítica, la profundidad reflexiva, la severidad analítica del experto que definió a Ciudad Delirio como “esperpento impresentable”. En el año 2012 un periodista del diario cucuteño La Opinión le preguntó cuál era el porvenir de ‘El último aliento’, y él respondió con maravillosa modestia y admirable honestidad: “Es una película para toda la familia, sin pretensiones artísticas. Busca ser divertida.

Se propone reflejar la ciudad y tiene énfasis en la querencia al Cúcuta Deportivo, que es una especie de masoquismo”. (Lea la entrevista completa en este enlace).“La paja en el ojo ajeno contra la viga en el ojo propio”, nos dirían los curas en esta Semana Santa, tratando de explicar la falta de coherencia de Iván.Al momento de terminar estas líneas seguía preguntándome el por qué de la ‘mala leche’ que Iván Gallo destiló en su columna. ¿Qué le hicimos los caleños para que nos diera tan duro? Porque la crítica sobre la cultura es necesaria y deseable en cualquier sociedad. Pero en este caso, sencillamente, su reseña suena absurda y desproporcionada. Y carece de toda legitimidad, pues él mismo ha hecho ese tipo de cine que le resulta tan abominable en Ciudad Delirio.

Pensaba especialmente qué diría Iván si yo le contara que por dárselas de agudo e inteligente barrió y trapeó con la dignidad de un ser humano humilde como Ronald Sevillano, que no puede escribir en un medio de comunicación ni ha tenido las mismas oportunidades que él para destacarse socialmente. Ronald es un bailarín profesional, director de la Escuela ‘Los tremendos de la Salsa’, orgulloso integrante de la comunidad LGTBI caleña y es lo que los expertos llaman un actor natural. Esa “caricatura parlanchina” a la que hace referencia Iván no tuvo que inventarse nada para aparecer en Ciudad Delirio: en la vida real Ronald lleva el pelo liso, la voz delicada, la sonrisa franca y el corazón sincero que distingue a tantos caleños. Y trabaja a brazo partido en una de las zonas más duras y peligrosas de Cali, rescatando a muchachos que de no ser por el baile serían sicarios, drogadictos, delincuentes. Supongo que en la querida Cúcuta también debe haber otros como Ronald. Mi respeto y admiración para ellos.

¿Qué le hicimos los caleños a Iván para que le diera por asumir con nosotros el papel de francotirador mercenario? No lo se. Tal vez nada. Prefiero pensar que no es tan bárbaro como quiere mostrarnos. Que solo quiere 15 minutos de fama. O que tal vez su desafortunada columna solo sea producto de que Iván no sabe bailar. Y, así las cosas, no podemos esperar que sea tan feliz como nosotros, los “salvajes”, pero orgullosos habitantes de esta Ciudad Delirio.

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