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No es ficción, en Cali personas con discapacidad pueden ver cine

El último sábado de cada mes, personas con discapacidad visual y auditiva pueden asistir a cine. No es ficción, ocurre en Cali. Escenas de una ‘película’ con final feliz.

2 de marzo de 2016 Por: Lucy Lorena Libreros | El País.

El último sábado de cada mes, personas con discapacidad visual y auditiva pueden asistir a cine. No es ficción, ocurre en Cali. Escenas de una ‘película’ con final feliz.

Es que no es lo mismo, se queja de pronto Hernán Villegas, mientras se acomoda sus gafas de lentes gruesísimos en la joroba de la nariz. No es lo mismo, por ejemplo, suponer que algo gracioso le sucedió al ogro Shrek  mientras entra a su cabaña del pantano con la princesa Fiona en brazos.

La primera vez que intentó ‘ver’ esa película —‘Shrek 2’—, sentado  en la sala de su casa, advirtió durante esa escena las risas al unísono de las personas que lo acompañaban. Algo divertido debía ocurrirle al personaje, sospechó.  Algo tan jocoso  —lo supo mucho después— como   tropezar torpemente con el marco de la puerta y golpearse la cabeza.  

Tan sencillo, tan elemental de entender, claro. Pero tan complejo para alguien como Hernán, que se ha pasado la vida lidiando con el  universo en tinieblas de su ojo derecho y una hipermetropía, un glaucoma y los problemas de retina del izquierdo, que apenas si le permiten advertir entre la realidad algunas sombras.  

No es lo mismo entonces  esto que  está por ocurrir ahora. Son casi las 10:00 de una mañana de sábado y el hombre, que salió temprano desde su casa en el barrio Las Delicias, al nororiente de Cali, aguarda  a la entrada de las salas de cine del centro comercial Cosmocentro. En pocos minutos comenzará la proyección de ‘Intensamente’, el filme animado del que tantos le han hablado. Una historia contada de manera brillante desde el interior de la mente humana.

Fue con esa expectativa que caminó sin prisa hasta la Sala 4, guiado por ‘Trita’, la perra labrador dorada  que desde hace un par de años le impide andar a tientas por el mundo. Que se convirtió en los ojos que la ceguera le negó.

Gracias a ella se acomodó en la fila D, silla 1, junto al pasillo. ‘Trita’ se asegura de refugiarse entre las piernas del amo, como si entendiera que Hernán la bautizó así porque ese vocablo italiano significa estribor, el lado derecho de una embarcación. ‘Trita’, dice el hombre, es justamente eso: “mi mano derecha. Lo que me hace sentir seguro”.

Al interior de la sala, otro centenar de personas hacen lo propio. Los invidentes como Hernán ajustan el volumen del dispositivo que les entregaron a la entrada y que pueden escuchar a través de unos audífonos. Es de  ese aparato que saldrá todo lo que necesitan para disfrutar de la película: una voz armónica que, en las pausas de los diálogos, irá narrando cada acción, que describirá cada personaje, cada escenario.

Es un ejercicio de concentración absoluta en la que parece que el alma se apagara durante un par de horas, como soplando una vela, para poder imaginar a placer todo lo que esa voz describe. “Y uno lo logra”, contará después Hernán. “Lo que pasa es que, a diferencia de quienes sí pueden ver, en esto cada uno imagina su propia película”.

Varias filas más arriba Susana González hace lo propio. Es sordomuda de nacimiento y  durante 23 años se la ha pasado conversando con la vida a través del lenguaje de señas. En su caso, logra disfrutar de la película a través de una tableta que recibe a la entrada de la sala (hay 50 en total) y que cuenta con la aplicación WhatsCine.

La mecánica es cosa de niños: en la pantalla del dispositivo se asoma una mujer que explica cada escena con lengua de signos. 

[[nid:513241;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/03/ep001094115.jpg;full;{La próxima función en Cali del programa ‘Cine para todos’ es el sábado 26 de marzo en las salas de cine del Centro Comercial Cosmocentro.Hroy Chávez | El País.}]]

Susana se ayuda  leyendo los subtítulos que van apareciendo en la pantalla de la sala en los que se especifican, además de los diálogos, las onomatopeyas y los ruidos propios de ciertas acciones. El ‘run run’ de un auto acelerado. El ‘pi pi pi’ que identifica el pito de un carro. El ‘ja ja ja’ que nos indica que hay risa. Incluso el tipo de música incidental que acompaña cada escena: si es romántica, si es de miedo, si es divertida.   

También todo se le hace más fácil leyendo los subtítulos de colores. “Cada color representa a un personaje”, explica doña Lucía, su mamá, que está sentada a su lado. “Eso es una gran ayuda. Lo que pasaba antes es que cuando íbamos a cine me tocaba dejar de mirar a la pantalla y estarle contando lo que decían los personajes. Entonces nos pasaba que ninguna de las dos disfrutaba la película o que al final no la entendíamos bien”.         

Ese milagro de reunir a más de cien personas ciegas y sordomudas para ‘ver’ un filme es posible gracias a ‘Cine para todos’, ciclo cinematográfico diseñado para personas con discapacidad auditiva y visual por el Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, MinTIC con apoyo de la Fundación Saldarriaga Concha.

Y el milagro ocurre los últimos sábados de cada mes. Y no solo en Cali. A esta misma hora, decenas de personas como Hernán y Susana están sentadas en  salas de Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Montería, Cartagena, Ibagué,  Barranquilla, Pereira, Manizales y Villavicencio. 

El programa nació en 2013 y desde entonces unas 34.000 personas  han conocido la magia del séptimo arte. Pero la meta real es que esto del cine para personas con discapacidad sea un asunto cotidiano.  Una regla. No una excepción.   

Lo sueña así Carlos Castro, un comunicador social bogotano de 28 años que perdió la visión por culpa de un glaucoma cuando tenía 14. 

Antes de que su vista se le escapara sin remedio, Carlos había aprendido a diferenciar formas, colores, palabras. La noche del día. Pero desde que sus ojos se apagaron  para siempre aprendió que también era posible ‘ver’ cine con la luz de la memoria.   

Fue él quien lideró esta iniciativa desde el MinTIC. “Porque hasta para divertirnos nos sentíamos excluidos. Lo que se hizo fue diseñar un espacio gratuito para que gente con estas limitaciones pudiera experimentar la sensación de sentarse en una sala de cine. De vivir eso como hacen todos los demás”, dice.

Es un pequeño paso, advierte, “pero muy valioso”. Porque resulta que a este país, según cálculos del Dane, lo recorren a diario unas 550.000 personas con discapacidad  auditiva y cerca de 1.500.000 con discapacidad visual.  

Entonces, que estos colombianos puedan ir a cine representa algo más que ingresar a una sala oscura con asientos cómodos y un tarro de crispetas en la mano: es un gesto de inclusión, de democracia. La vida en su mejor versión.

Lo sintió Carolina, que llegó tomada de la mano de su novio David. Son adolescentes, ambos son sordomudos y este encuentro matinal fue la primera vez de dos cosas:  su primera cita, su primer beso. 

Lo sintió el pequeño Samuel, que desde los 2 años aprendió que existía un “monstruo travieso” llamado cáncer de retina que poco a poco fue minando sus ojos. Nunca antes había entrado a un cine y este sábado pudo reír por culpa de una película. 

Y, claro, lo sintió Hernán con ‘Trita’ escondida entre sus piernas. Porque sus ojos están apagados, sí, pero este sábado puede ver.

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