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¿Los caleños están perdiendo la fe? conozca la encuesta confesional

Los habitantes de la ciudad comulgan poco y se confiesan menos. Conocen algunos mandamientos de la ley de Dios, pero no recuerdan los pecados capitales. La lujuria, la ira y desear la pareja del prójimo son sus faltas más graves.

13 de abril de 2014 Por: Alda Mera | El País.

Los habitantes de la ciudad comulgan poco y se confiesan menos. Conocen algunos mandamientos de la ley de Dios, pero no recuerdan los pecados capitales. La lujuria, la ira y desear la pareja del prójimo son sus faltas más graves.

Un 97 % de los caleños recuerda al menos uno de los 10 mandamientos de la ley de Dios. Pero, un 66,6 % –el número parece una mala coincidencia– de ellos no recuerda ni un solo pecado capital. Según la Iglesia Católica son siete y con lo que se ve a diario, podrían ser más. Esa es una de las confesiones de las más de 300 personas encuestadas en un estudio sobre prácticas religiosas solicitado por el diario El País a la firma Analizar & Asociados, a propósito de la Semana Santa que la Iglesia Católica celebra desde hoy.El mandamiento de ‘No matarás’, con 71,9 %, es el más recordado por los habitantes de la ciudad aquejada por los altos índices de homicidio. Amar a Dios sobre todas las cosas es inolvidable para el 63,2 % y lo cumple el 79,6 %. Pero un 5,8 % admite que no sigue ese mandato divino y a veces, un 14,7 %. Es decir, los que creen en otros dioses o no tienen, ya superan el 20 %.En opinión del historiador Antonio José Echeverry, estas actitudes no marcan una tendencia de la sociedad hacia la secularización o al escepticismo divino. Para este docente de la Universidad del Valle, es una muestra del agotamiento de las formas tradicionales religiosas. En especial de la Iglesia Católica, subraya, donde cada vez más fieles esperan una respuesta, pero se sienten menos satisfechos con lo que ven al interior de la Iglesia. “Más que secularizada, la gente está distanciándose de la Iglesia”, dice Echeverry, doctor en Historia de América de la Universidad Pablo de Olavide, España.El padre Manuel Felipe Forero, sacerdote de la Parroquia Juan Pablo II, en Valle del Lili, da fe de que sí hay una búsqueda de Dios y un despertar espiritual. “Es una forma de llenar esos vacíos que produce el ritmo de vida de hoy y, sea en la Iglesia Católica o en otros movimientos cristianos, hay una necesidad de querer reencontrarse con la vida espiritual”, dice el religioso.Esos mismos caleños se muestran tradicionalistas frente a temas críticos que hoy enfrenta la Iglesia: la mayoría rechaza el matrimonio gay (62,3 %) y el 77,2 % se opone a la adopción de niños por parejas homosexuales.No obstante, la secretaria de Cultura y Turismo de Cali, María Elena Quiñones, sostiene que la Iglesia debería ser más abierta a la realidad de la sociedad, ya que hay seres humanos de todas las condiciones. “En la historia, en todas las culturas, ha habido homosexualismo y por ser homosexual, no se va a creer menos en Dios ni Él lo va a dejar de proteger. Dios es absolutamente para todos”, argumenta. En lo que sí lucen moderadamente abiertos los caleños es respecto al matrimonio y paternidad sacerdotal –un significativo 53,3 % lo acepta– y un 49 % apoya la ordenación de las mujeres como sacerdotisas. Algo comprensible para el historiador Echeverry, quien explica que el celibato es una tradición impuesta por la Iglesia y no un mandato divino. Hasta el siglo XIV los curas eran casados, dice él, y anota que en ese entonces hubo mucho rechazo a aceptar que fueran célibes. “Es claro que primaron más motivaciones económicas que de espiritualidad o de teología para establecer el celibato. La Iglesia se equivoca en ese punto porque impuso una norma innecesaria”, dice.Al respecto, la sicóloga Ángela Caicedo reflexiona que la Iglesia ha ido postergando la evolución necesaria sobre estos temas álgidos. Sin embargo, piensa que pronto se darán cambios importantes. Eso sí, los caleños se muestran pacatos frente a mandamientos como no desear la mujer –y el hombre– del prójimo, que lo recuerda el 60,9 % y dice cumplirlo el 63,6 %. Pero un 16,3 % declara sin rubor que no puede dejar de desear la pareja del vecino y un 20,1 % dice que le pasa de vez en cuando, para un total de 36, 4 %. Aún así, los caleños aparecen como ‘santos’ cuando el 72,4 % dice cumplir el mandamiento de no fornicar (tener relaciones sexuales fuera del matrimonio). Un significativo 16,1 % reconoce que nunca deja de caer en las mieles del adulterio, junto a un 11,5 % que fornica a veces. Curiosamente, un 16,1 % también declara que no puede controlar el pecado capital de la gula. Para la sicóloga Ángela Caicedo, esta actitud se debe “a la doble o triple moral que existe en la sociedad”. Se refiere a la segmentación que tenemos del mundo entre el espacio público y privado, en el que se desarrollan los distintos roles: familiar, social, profesional, laboral. “Incluso, muchas personas creyentes practicantes no logran la construcción de una vida íntegra”, dice esta especialista en intervención e integración social de la Universidad de Comillas, España.Las cifras se amplían un poco si se habla del pecado capital de la lujuria (apetito desordenado por los placeres carnales, según la Real Academia de la Lengua), un 36,6 % admiten que sucumben a él; un 23,3 % de vez en cuando, y un 13,3 % que no escapa nunca de esas tentaciones mundanas. Esa tendencia mayoritaria de actuar como cuerpos gloriosos, está en un 46 % que ve su peor pecado capital en no santificar las fiestas como manda la Santa Madre Iglesia: el 29,9 % no celebra las fechas religiosas y el 16,1 % lo hace a veces. Solo le compiten el 18,3 % que no puede vivir sin levantar falsos testimonios y un 33,8 % que lo hace con regularidad: o sea, un total de 52,1 % se condenan por los excesos de la lengua.El padre Forero reconoce que si bien los diez mandamientos – la palabra de Dios desde el judaísmo–, es la propuesta del Señor para una convivencia más justa, más honesta y más correcta, las crisis sociales sí muestran que no escuchamos la voz de Dios. “Una sociedad que genera tantos hechos de violencia y de corrupción, pero que a la vez se declara católica, es una muestra clara de que hay una desconexión entre la fe y la vida”, admite el padre Forero.Su explicación es que no asumimos con radicalidad nuestra fe, pues lo que celebramos en los templos y en nuestra oración personal, no se traduce en hechos concretos. “Pero también el creyente es capaz de leer en la vida signos de esperanza, de positivismo, de gente que trata de hacer el bien y ahí Dios se va manifestando”, añade.No hay tanto creyente como se cree. Un sondeo virtual hecho por www.elpais.com.co reveló una polarización entre creyentes (51,9 %) y no creyentes (48,1 %), de 1536 votantes de Cali. La sicóloga Ángela Caicedo atribuye este fenómeno de creciente incredulidad, a la crisis que vive la sociedad, donde la tendencia se orienta a conectar con los sentimientos de desesperanza. “Es difícil mantener la fe cuando día a día la realidad que se enfrenta es la pobreza, la inseguridad, la injusticia y más cuando se es joven y no se ven posibilidades de futuro”, dice la profesional.Aclara ella, que cuando los jóvenes tienen quién los acompañe y entienda sus expectativas y necesidades, responden con la fuerza de su edad a la fe. Testimonio de ello son los grupos juveniles e infantiles que actúan en las más de 160 parroquias de la ciudad. Que Cali es la capital de la vanidad es otra realidad que refleja la encuesta: el 41,7 % de los consultados confiesa pecar por esa razón con frecuencia y un 25 % a veces, para un total de 66,7 % de vanidosos.Otro pecado que un buen número de caleños confiesa es la pereza: un 28,1 % admite tener poca afición por el trabajo, mientras que un 39,2 % reconoce que de vez en cuando es presa de la ira y un 19,6 % muy frecuentemente. Eso sí, los caleños se declaran muy generosos y caritativos, ya que el 80 % dicen no caer en la tentación de la avaricia. De hecho, el 35,8 % dona dinero o da ofrenda a su parroquia a veces, el 43,7 % lo hace siempre y un 20,5 % se reparte entre el nunca o casi nunca.Y resucitan cuando de modelos a seguir se trata y sus héroes siguen siendo Jesucristo y el Papa Francisco. El 90,1 % cree que Jesús es el hijo de Dios y 84,4 % ve en el actual Sumo Pontífice a una figura con una imagen muy positiva en el mundo actual.El tenista de Colsanitas, Alejandro Falla, confiesa su devoción por el Papa Francisco. “Me parece un papa ‘moderno’, entiende los problemas actuales del mundo y se comunica con las personas de una manera natural, como si fuera una persona más y no un Papa”.Pero los males aumentan y la devoción escasea. El historiador Echeverry dice que el Inri de la Iglesia es que la práctica religiosa de los fieles está aislada de la cotidianidad de la gente. Y prueba de ello es que a pesar de que el 95 % de la población colombiana se califica como católica, en el país proliferan delitos como los homicidios y la corrupción que atentan directamente contra los postulados cristianos. El académico destaca en cambio, países como los nórdicos, cuyas sociedades son eminentemente liberales, sin ningún tipo de vinculación religiosa establecida, pero que son muy pacíficas y tolerantes. “Esa es una de nuestras grandes contradicciones, que la religión no nos ha servido para dejar de matarnos”, concluye Echeverry.Lea también confesión y comunión, ritos que se mantienen y Temor por el infierno ha bajado

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