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Lo que usted no sabía de la forma de hablar de los caleños

La mujer que más ha estudiado la forma de hablar de los caleños, sostiene que el “voceo” es señal de autoestima y afirmación para Cali.

5 de julio de 2015 Por: Redacción de El País

La mujer que más ha estudiado la forma de hablar de los caleños, sostiene que el “voceo” es señal de autoestima y afirmación para Cali.

El acento caleño es muy singular. No se dice “pan” sino “pam” y la “j” reemplaza a la “s” en palabras como “Ejo” (eso) o  el ya tradicional “Vojabés” (vos sabés). 

El caleño suaviza las consonantes, nasaliza las consonantes   y les imprime ese ritmo pausado, y esa sonoridad cantarina que suena a la alegría y  el desenfado del Pacífico.

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En España desapareció el voceo en el Siglo XVIII, pero en Cali se preservó y hoy es una de las regiones de America donde se conserva el “vos”, que tiene un origen muy antiguo.

Así lo afirma la lingüísta caleña Ana María Díaz Collazos, una autoridad en la materia, quien ha dedicado su vida a investigar fenómenos como el “voceo”. Es ella quien explica que el acento caleño está emparentado con el andaluz. 

 Licenciada en literatura de  Univalle, Magíster en Literatura Hispánica del Instituto Caro y Cuervo, Doctora en Lingüística Hispánica de la Universidad de Florida y becada por la National Science Foundation de Estados Unidos, sabe de lo que habla.

Hace unos años, Ana María  publicó en las páginas de El País un artículo que resultó ser un clásico, donde explica las claves del “Caleñol”. 

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Por eso ahora, que está de visita en la ciudad,  decidimos hablar de nuevo con ella para llevar a nuestros lectores algunos de los aprendizajes que ha hecho  en sus más recientes años de investigación sobre voceo, tuteo, usteo y demás rasgos de nuestra habla. Esto nos dijo, ve.

¿De dónde salió, además de Andalucía, el acento caleño? Cali creció y se fundó con una fuerte influencia de los dialectos de Buga, Palmira y otros migrantes de clase alta, pero rural. El “mirá, ve” viene del “mirad, ved” español. Esa “D” final desapareció en el siglo XIX. Cuando uno lee documentos del Siglo XVIII aún se encuentran  registros del “mirad” y el “traedme”, con la  “D” original.   El voceo no es exclusivo del Valle... No.  Se habla de “vos” en Cauca, Nariño, Antioquia, Quindio, Risaralda; en un pueblo de  Valledupar y hasta en Ocaña, Santander, que son “islas” de voceo. Estas zonas fueron, por mucho tiempo, de  difícil acceso geográfico  y en parte por eso el voceo se preservó.  ¿Y en otros países de América? En Argentina se vocea también, pues hasta el Siglo XVIII era un territorio muy apartado del resto de América. En Chile, el voceo tuvo una modificación muy particular, ellos dicen “vos querei”, “vos estabai”, “vos queriai”, le quitaron la “S” final   al “quereis” “estábais” y “queríais” de los españoles. En Uruguay se dice “tú querés”, que tiene el mismo sistema morfológico del voceo pero con “tú”.  ¿Por qué fue desapareciendo el voceo? Por la estigmatización. En el Siglo XVIII en España surgió el tuteo, y el voceo quedó reservado para las clases bajas, se le consideró habla de gente ignorante, ruda, grosera. Esa ideología llegó a América y se quiso borrar el voceo. ¿Para qué se usa el voceo? Tiene tres usos. El primero, es el del capataz que lo usa para mandar, para dar órdenes: “Andá traeme”. Luego está el voceo de confianza o natural, entre amigos y familia. Y en tercer lugar el voceo que se usa como insulto, como forma agresiva de expresión. Investigué documentos de los  tiempos de la Colonia y encontré que se insultaba con voceo.  ¿Por qué en el Valle es tan arraigado el voceo? Es una herencia española, una huella que queda del mundo colonial. Y aquí lo usa todo el mundo, sin distingo de estratos sociales, lo que indica que en el Valle hubo más interacción entre clases, entre la alta, la media  y la baja. ¿Entonces es señal de cercanía social? Sí, el voceo es señal de menor estratificación o al menos de mayor contacto entre las clases sociales. Pero en Cali pasa algo curioso, se usa el tuteo para enamorar, por eso si un hombre tutea a  otra mujer se despiertan los celos de su novia, porque el tuteo revela un trato especial, romántico, diferencial.  ¿Qué pasó con Bogotá y el voceo? Se estigmatizó su uso, igual que en España. Se le considera ofensivo y agresivo. Pero el tuteo entre estratos sociales muy diferentes también resulta ‘ofensivo’ en Bogotá, lo cual es una herencia medieval. Allí existe un “usted” de respeto y distancia y un “tú” reservado  para los que son más cercanos o de más confianza.  ¿La fuerte presencia afrodescendiente modificó el habla del Valle? En la lingüística hispánica hay muy poca influencia de los dialectos africanos, excepto quizá por algunas palabras que se integraron al léxico. Pero en el español no hay nada de estructura africana ni indígena, se conservó la estructura original.  Quienes vienen de afuera perciben que quienes más vocean o tienen un acento valluno más marcado son las clases muy altas o muy bajas. ¿Están en lo cierto? Tiene todo el sentido. Pierre Bordieu dice que la clase que está más sometida a la necesidad de hablar ‘bien’ es la clase media, porque necesita ascender y tiende a suavizar o a neutralizar ciertos rasgos del habla que revelan su origen popular. En cambio la clase alta y la baja están relajadas. ¿El voceo tiende a desaparecer? Para nada. El Valle del Cauca y Antioquia son regiones pujantes, son regiones muy importantes dentro de la economía nacional, y cuando una región tiene tanta relevancia su habla se vuelve señal de autoafirmación, de autoestima y de orgullo. ¿El voceo caleño es entonces señal de autoestima? Claro. Si las élites vallecaucanas validan ese hablar regional y se crean campañas como #DeCaliSeHablaBien, nos sentimos más orgullosos de lo nuestro y, en ese sentido, el voceo se vuelve afirmación, cariño, sentido de pertenencia y fuente de orgullo. ¿Entonces mejor no hacemos una campaña por el rescate de la “D” en palabras como “solidaridá”? (Risas) Andrés Bello ya lo intentó en el Siglo XIX y  perdió. ¿Y qué hay de la “M” que reemplaza a la “N” en palabras como “pam” y “pamdebono”? En el Valle se da el fenómeno de la nasalización de las vocales y también se presenta “elisión fonética” que comunmente se conoce como “comerse las letras”.  ¿A qué se debe ese remplazo de un fonema por otro?     En lingüística  hay un sonido en la mente y otro al pronunciar. La gente sí  cree que está pronunciando la “N” o la “J”, pero en realidad está pronunciando una  “M” o una “S”. Es un fenómeno interesante que también ocurre en Yucatán, México. Allí dicen “Yucatam”. ¿Es por esa razón que  el “eso sí” suena como “ejo ji”? Ese es  un fenómeno andaluz: se hace una aspiración de la “S” que se convierte en una  “J”. Yo diría que es un ejemplo de oclusión glosal. Los andaluces aspiran todas las “S” al final de todas las sílabas como en “gracias”, que queda “gracia”. ¿Por qué a unas regiones de Colombia les irrita tanto el acento de las otras? Si un acento nos resulta irritante  es por la ideología lingüística de estigmatización. La ideología lingüística la aprendemos cuando somos niños de 3 o 4 años. Allí es cuando se forja la identidad. El gusto es muy relativo, es una construcción cultural y se adquiere en la niñez. Leí comentarios de lectores que en el pasado artículo que ustedes me hicieron decían: “No es cierto, yo soy del Valle y no hablo así”. Aprovecho para invitar a esos lectores a concientizarse: ¡Sí, hablamos así! Dejemos el negacionismo. (Risas)

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