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Lecciones de un largo viaje hacia el aprendizaje

Dos caleñas que representaron a Colombia en la Ruta Quetzal Bbva, programa de formación que busca estrechar lazos entre la Comunidad Iberoamericana de Naciones, contaron su experiencia.

26 de agosto de 2011 Por: Por Ossiel Villada | Jefe de Redacción Online

Dos caleñas que representaron a Colombia en la Ruta Quetzal Bbva, programa de formación que busca estrechar lazos entre la Comunidad Iberoamericana de Naciones, contaron su experiencia.

Más de diez mil kilómetros de viaje, 36 jornadas de sudor y aguante, largos recorridos entre montañas y museos y la extraña sensación de vivir durante un mes en una ‘torre de babel’, le dejaron una claridad mental que se antoja demasiado grande para una ‘primípara’ de la vida. Porque Ángela Marcela Becerra apenas acaba de pasar de un salón del colegio Nuestra Señora del Rosario a la Facultad de Biología en la Universidad Javeriana en Cali, pero ya precisó la brújula de su futuro: “Ahora se que voy a estudiar mucho, voy a formarme como un ser humano integral y después me voy a quedar a trabajar en Colombia. Aquí hay mucho por hacer y quiero ayudar a construir”.En un país donde, según cifras del Ministerio de Educación, apenas un 55% de los estudiantes que ingresa a la universidad se gradúa, la claridad mental de los jóvenes es un activo invaluable.Pero la fuente de la seguridad de Ángela no son los libros, ni los seis juiciosos años que pasó en la secundaria, ni los consejos de sus padres, sino un viaje que le permitió comparar todo eso con el mundo real. Lo realizo hace apenas un mes, en compañía de otros 225 estudiantes de 53 países. Ella, junto a su amiga María Adelaida Piedrahita, y los estudiantes bogotanos María Paula Orozco y José Luis Ruiz, fueron seleccionados para representar a Colombia en la Ruta Quetzal Bbva, programa de formación que busca estrechar lazos entre la Comunidad Iberoamericana de Naciones. Pero ‘La Ruta’, como la llaman, es más que eso. Es, en realidad, un viaje de iniciación que cambia radicalmente la vida de quienes participan en ella, al integrar conocimiento, cultura y aventura. Una novedosa fórmula que mereció el reconocimiento de la Unesco como Programa Educativo de Interés Universal y que ya ha formado a más de ocho mil jóvenes. Ángela y sus amigos, por ejemplo, dejaron la teoría atrás y pasaron a descubrir los milenarios secretos de la cultura Moche en la selva amazónica peruana, y a caminar por los pueblos de España de donde salieron los descubridores del Nuevo Mundo hace cinco siglos. En ese trayecto tuvieron la oportunidad de ver y entender todo lo que hay oculto en las milenarias ruinas de la cultura Chachapoyas, o en el lienzo de Las Meninas, de Velásquez. Y, por si fuera poco, atravesaron a pie los picos de Europa y sintieron en el rostro el sol de las playas de Lisboa.¿Y qué sale de juntar por un mes a más de 200 adolescentes de lugares tan diversos como Grecia, Hungría, Eslovaquia o Colombia, para que compartan ideas, tiempo, cama, plato, sudor, canciones y hasta momentos de mal humor?Don Miguel de la Quadra-Salcedo -una suerte de ‘Melquiades’ ibérico al que se le ocurrió la idea de crear la Ruta Quetzal Bbva después de haber sido campeón de atletismo, reportero en la guerra de Vietnam y etnobotánico en el amazonas colombiano- da una respuesta simple y contundente: “Hermandad”.“Para todo el que viene a la Ruta, conceptos como unión, esfuerzo, solidaridad, tolerancia, respeto, adquieren un nuevo significado”, asegura. La Ruta Quetzal Bbva es, dicho de otra forma, un viaje hacia el fondo de sí mismos. María Adelaida Piedrahita, la otra rutera caleña, lo ratifica, al recordar la locura de compartir una carpa con chicas que no tenían idea de dónde estaba Colombia en el mapa, y con las que muchas veces apenas podía comunicarse. “Uno llega con muchas ideas preconcebidas sobre los demás, pero luego, caminando, se da cuenta que todos somos jóvenes del siglo XXI, que estamos más allá de los errores que cometieron nuestros antepasados y que podemos trabajar juntos para buscar soluciones a los problemas del mundo”, dice.La variedad del trayecto permitió, por ejemplo, entender los significados tan distintos que puede tener a ambos lados del Atlántico una de las palabras más usadas en estos tiempos: crisis. “Los europeos no se imaginaban que en Perú se pudiera ver tal nivel de pobreza. Y nosotros no entendíamos cómo los españoles podían decir que estaban en crisis”, asegura José Luis Ruiz.Más allá de esas visiones, como les pasa a todos los ruteros, incluso aquellos que atravesaron el Amazonas en 1979 en la primera edición, José Luis tiene la certeza de que en 52 países encontrará siempre una casa y un amigo.Y comparte la otra lección que Ángela Becerra aprendió después de 36 días de viaje interior: “Los libros ayudan, pero cada vez que pueda, voy a soltarlos para salir a aprender del mundo”.

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